Volteo la hoja del ayer.
Se me enrosca la serpiente,
esta vez
en los pensamientos.
Se hace a su propio acuario.
Nada a sus anchas
sin dirección precisa,
sólo sacando la cabeza del agua
para boquear sus maldades.
Pica el aire,
salpica sus humedades
y por último escupe una bocanada de llamas.
La miro fijo a los ojos ardientes.
El vidrio se torna espeso,
y entre el humo
se abre la imagen de un ángel
que ocupa mis sueños.
Ese querubÃn de luz en el cabello
arma sobre las aguas
un mensaje con letra clara:
adiós a las hojas de parra,
que triunfe
la energÃa cósmica
en la entrega de pasiones.
Luego con buen pulso destapa
la clave de los corazones.
Les enseña a amar sin tapa rabos,
al viento con una sonrisa de hadas
y el calor de nuevos gnomos
en tierras donde la mirada
de Dios recorre
las caricias
bajo la benevolencia del Cielo,
hecho pedazo
de paraÃso terrenal
al sol naciente.