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AMANECER INFERNAL

L谩zaro David Najarro Pujol

Cuba



Todos los d铆as Rosa Torres Acosta y las hermanas Zoila y Clotilde Ponce de Le贸n Torres, las tres muy j贸venes, pasaban inadvertidas, a la vista de la gente del pueblo, camino a la caseta de la Cuban Telephone Company en Santa Cruz del Sur, ubicada en Playa Bonita, besada por las olas del Mar Caribe.

Sin embargo, Rosa, Zoila y Clotilde, sin propon茅rselo, han transcendido en la historia.

El nueve de noviembre de 1932, a estas sencillas, solidarias y encantadoras muchachas les correspondi贸 la misi贸n de establecer comunicaciones con la ciudad de Camag眉ey para solicitar un tren de auxilio. El pueblo era amenazado por un hurac谩n de gran intensidad.

No mucho se conoce de las tres j贸venes, al no ser lo que se narra de ellas, cuando en la madrugada del 9 de noviembre se encontraban en sus puestos de labor.

Rosa, Zoila y Clotilde presintieron, antes que muchos el peligro, pero prefrieron arriesgar sus vidas ante de abandonar su misi贸n como telefonistas en el momento en que era imprescindible continuar realizando las peticiones de socorro con la voluntad de salvar de las furias del mar, las lluvias y los vientos a miles de personas.

Siempre escuch茅 de algunos santacruce帽os que las conocieron ef铆meramente que aquella madrugada la compa帽铆a de tel茅fonos les indic贸 que abandonaran la peque帽a caseta telef贸nica convertida, por voluntad propia, en su cuartel general para las comunicaciones con la capital provincial. Pero se negaron con la esperanza de poder mantener el enlace.

El hurac谩n de categor铆a 5 en la escala Saffir-Simpsom avanzaba al oeste, entre el Cabo Gracias a Dios, en Nicaragua, y Jamaica, en busca de Centroam茅rica, pero pronto, en forma de recurva cerrada, se desvi贸 al norte nordeste y se ubic贸 a 150 millas al oeste de Punta Negra, en Jamaica, por lo que la provincia de Camag眉ey se reportaba entre los territorios de mayor peligro.

El meteoro presentaba vientos sostenidos de 222 kil贸metros por hora, la velocidad de traslaci贸n era de 22 y el di谩metro del v贸rtice de 66 kil贸metros.

En Santa Cruz del Sur se comenzaron a sentir los efectos del fen贸meno atmosf茅rico. La noche del 8 lloviznaba y las nubes cubr铆an la claridad de la luna y las estrellas. El parte del Observatorio Nacional lleg贸 por tel茅grafo en la madrugada del nueve de noviembre. No hab铆a tiempo para adoptar medida alguna. Pronto el mar tomaba posiciones en las zonas m谩s bajas de la larga calle de la Marina a la orilla del mar y en los callejones perpendiculares. Rosa, Zoila y Clotilde se percataron del peligro, pero continuaron en sus puestos de labor.

En la madrugada, la marea tom贸 altura y comenz贸 a penetrar lentamente por la rendija de la puerta y las tablas de las paredes de la caseta de la Cuban Telephone Company. A fuera se escuchaba el silbido ensordecedor del viento y el golpe de las olas contra las d茅biles paredes del local. Las tres j贸venes continuaban con los aud铆fonos pendientes a cualquier se帽al de auxilio, no para ellas sino para el pueblo desamparado y dejado al azar de su suerte.

Siempre pensaron que no todo estaba perdido, y continuaron transmitiendo los pormenores del hurac谩n, desafiando a la muerte. El mar hizo flotar primero los muebles y despu茅s las aguas comenzaron a entrar por los ventanales. Los que estaban al otro lado de la l铆nea telef贸nica, de pronto dejaron de escuchar a las operadoras santacruce帽as.

Rosita, Zoila y Clotilde no pudieron escapar a la muerte segura. Una ola gigantesca cubri贸 la caseta de la Cuban Telephone Company, la levant贸 como castillo de arena y la sepult贸 entre el agua, el fango y los maderos. Solo dos horas le bast贸 al hurac谩n para cobrar decenas de victimas. El mar subi贸 en Playa Bonita a seis metros de altura y continu贸 avanzando por tierra firme varios kil贸metros con su carga de muerte. A las doce hubo una tregua y de nuevo el hurac谩n se ensa帽贸 con la gente. Unas olas inmensas acabaron de destruir lo que qued贸 del pueblo, con la excepci贸n de una casona de madera, de dos plantas que resisti贸 la furia de las aguas y el viento durante aquellas horas infernales.

No tuve oportunidad de conocer personas que pudieran profundizar sobre las tres valientes mujeres, sus sue帽os y aspiraciones, pero el recuerdo de ellas no debe quedar sepultado en el silencio, como quedaron sepultados sus cuerpos juveniles.

En el Parque Central de Santa Cruz del Sur se encuentra ubicada la tarja que perpet煤a la memoria de las intr茅pidas telefonistas.

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