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Selección de textos de "Algunas Mujeres" (Inédito)

Harmonie Botella

España



 OLVIDO

 Mujer, te llamas Olvido. Frente a ti el azul del mar y del cielo se confunde. ¿Dónde empieza uno y dónde acaba el otro? El sol ardiente se aplasta a lo largo de tu cuerpo desnudo, infiltrándose por los más pequeños pliegues de tu piel dorada.
 Boceto de verano.
 La verdad ya no existe. Finges. Finges que vives, finges que eres bella, finges que eres feliz. Todo se olvida, la humillación, el dolor, el miedo.
 Durante algunos días olvidarás que esas mañanas grises y frías han desaparecido de tu existencia, que el metro sucio y gris ha sido engullido por las olas del mar, que el niño triste que te tiende la mano saciará su hambre.
 Bajo la mordedura del sol, intentas arrinconar todas las guerras del mundo, el llanto de las madres que gritan sobre el cadáver de sus hijos asesinados por no se sabe quien, asesinados por no se sabe qué.
 Intentas también relegar al fondo de tu memoria a estos niños con la barriga hinchada, con las piernas descarnadas... y tu vergüenza de existir.
 Cuando el sol empieza a lacerar los cuerpos tumbados en la playa, otros cuerpos calcinados por la guerra yacen en la fosa común.
 Son las dos. Vas a almorzar mientras, otros, en algún lugar, rascan la tierra con sus uñas para encontrar algo de comer.
 Borras el hambre, la enfermedad, la muerte simulando que la humanidad es diferente.
 Sobre las páginas de la vida nada se borró. Bajo el sol flameante, el niño sigue llorando de dolor y de miseria.

 

 LA ENEMIGA

 Ya no hay nada. Un fulgor se muere en el horizonte, los pájaros no cantan, la naturaleza está estática. ¿Para qué moverse, para qué respirar, para qué... qué?
 Media vida de esperanza, otra media vida de ocaso, de indolencia. Nadie. Ya no hay nadie. La soledad es un cenagal pavoroso, la indiferencia, un pozo gélido.
 Ganas de llorar. Esperar el fin es la única escapatoria a la nada.
 Pensar noches enteras cual es la mejor forma de abandonar este mundo al cual ya no pertenece desde hace tiempo. Un mundo que vive, que se mueve, que destruye, que la destruye.
 Solo es un autómata, un acervo de carne carcomido por unos gusanos negros que no le dejan ninguna tregua, ninguna esperanza. Está ya medio muerta no sabe ya vivir. Una bruma gris la envuelve, la ahoga, la paraliza.
 A veces piensa que si pudiera quitar esta envoltura que la aprisiona, renacería. Pero el destino ha obrado de tal forma que no sabe quitar la maldita coraza.¿ Y si alguien le ayudase a romper esta concha.?
 Â¿Pero quién? Los demás están demasiado lejos aunque estén sentados cerca de ella. Un mundo de incomprensión les separa. Todos los que ella quiere, han sido desplazados a miles de kilómetros, en un mundo donde existe la vida.
 Reflexionando, percibe que ha sido ella la que ha sido transportada en un universo donde nada existe. Nota, sin embargo, que algo vive solo para destruirla. Mira fijamente y ve cucarachas y ratas darse un festín con los restos de su alma. Solo ella ve que el abismo está ahí, boquiabierto, listo para engullirla y aniquilarla.
 Â¿Cómo decir a los demás que la enemiga está presente, que espía la menor flaqueza para anularla por completo? 
 Dormir... ¿y si durmiese hasta el final de los tiempos?
 Â¿Y si en vez de eso, se durmiese como todo el mundo y volviese a ser ella misa?
 Se recuerda veinte años antes, joven, bella, y con vida. Â¿Era ella u otra mujer? ¿Vivió anteriormente? Todos estos recuerdos que renacen en ella, caldean su corazón.
 Llora. No tiene pañuelo. Tendría que disimular estos ojos rojos antes de que lleguen y castiguen su actitud.
 Suspira y entra en el cuarto de baño. Se mira en el espejo y no se reconoce a través de esos ojos vacíos, esas facciones decaídas. Sigue observando ese rostro desvaído en el espejo. Las ojeras cárdenas de sus ojos inertes recuerdan el desamparo de los presos de los campos nazis.
 Â¿Cómo llegó a este punto? ¿Qué motivo la empujó hacia este infierno?. Busca y no encuentra. Tendría que retroceder, abandonar estas aguas estancadas para llegar a la fuente viva. La desesperanza la paraliza. Cada alba despierta incasablemente su nada.
 Se sienta cansada. Es hoy o nunca. Es tan fácil. Solo tiene que coger las cuchillas de afeitar, cortar, vaciarse y acabar... Y ahí está inmersa en sus elucubraciones de suicidio.
 Le gustaría ser el toro que sacrifican en la plaza apestosa de sangre. Sol y clamor. De esta forma, no tendría que escoger nada, que decidir nada. La suicidarían y la librarían de su inexistencia.
 La muerte no es una solución. ¿Y si su alma, como se lo habían enseñado, no desapareciera y siguiera aguantando la misma suerte del otro lado del cendal? Su muerte entonces no serviría de nada.
 Se levanta y se vuelve a mirar en el espejo. Sus ojos ya no están tan ahuecados, menos rojos. Utilizando compresas de agua fría, podrá amordazar los bramidos de su alma.. En unos minutos vuelve a modelar su cara.
 Si los demás han sobrevivido a estas tinieblas, ella también lo superará. Recuerdo a Jaime, a Marta, a todos los que cayeron en el abismo y fueron milagrosamente sacado a flote.
 Se encamina hacia el salón y con mano temblorosa marca el número de Marta. Es la primera vez que osa hablar, contar su no-vida. Se extraña de ver mitigarse la dolorosa carga.
 Marta la escucha y no la interrumpe. Cuando el monologo se termina, le confiesa que la vuelta a la vida es larga, pero que ha elegido el buen camino. La primera puerta acaba de abrirse.
 La mujer cuelga el teléfono, abre la ventana que da al jardín. El sol purpúreo se acuesta en el horizonte, una brisa ligera se desliza entre el follaje, una paloma arrulla sobre el techado.
 La enemiga se fue...

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