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HISTORIA DEL TULLIDO

de Antoine de Saint-Exupéry (“Citadelle”)

roland

España



...
Me contaste un día lo de aquel, el tullido, el cojo, el humillado, al que odiaban los del pueblo, ya que vivía como un parásito, abandonado, llegado una noche de no se sabe donde.
Le gritaban:
 - Eres la escoria de nuestro bonito pueblo. Eres un hongo sobre nuestra raíz.
Pero, al cruzarte con él, le decías:
 - Oye tú, el tullido ¿no tienes padre?
Y no te contestaba.
O también, ya que no tenía más amigos que los animales y los árboles:
 - ¿Por qué no juegas con los chicos de tu edad?
Y se encogía de hombros sin contestarte. Ya que los de su edad le tiraban piedras, porque cojeaba y venía de lejos, de donde todo está mal.
Si se acercaba para jugar, los chicos guapos, los mas fornidos se plantaban ante él:
 - ¡Andas como un cangrejo y tu pueblo te vomitó! ¡Afeas el nuestro! ¡Este era un pueblo bonito, que andaba recto!
Entonces veías como, simplemente, se daba la vuelta y se alejaba, arrastrando la pierna.
Y le decías, si te cruzabas con él:
 - Oye tú, el tullido ¿no tienes madre?
Pero él no te contestaba. Te miraba, furtivamente, y se sonrojaba.
Y como te lo imaginabas de un natural amargo y triste, no entendías su dolor sereno. Así era él. Así, y no de otra forma.
Llegó la tarde en la que los del pueblo quisieron echarlo a palos:
"¡Esta semilla de cojera, que vaya a sembrarse a otra parte!"
Le dijiste entonces, habiéndole protegido:
 - Oye tú, el tullido ¿no tienes hermano?
Entonces se le iluminó la cara, y te miró fijamente a los ojos:
 - ¡Sí! ¡Tengo un hermano!
Y, henchido de orgullo, te contó su hermano, este hermano y no otro.
Capitán en alguna parte del imperio. Y cuyo caballo era de tal color y no de otro, y sobre cuya grupa le montó, a él el tullido, a él el cojo, un día de gloria. Tal día y no otro. Y, algún día, reaparecería aquel hermano mayor. Y este hermano mayor le volvería a montar sobre la grupa, a él el tullido, a él el cojo, delante de todo el pueblo.
"¡Pero esta vez, te decía el niño, le pediré que me ponga delante, sobre el cuello, y él accederá gustoso! Y seré yo el que mire. Y seré yo el que guíe: ¡A la izquierda, a la derecha, más rápido!... ¿Por qué me lo negaría mi hermano? Es feliz cuando me ve reír. ¡Entonces, seremos dos!"
Así pues, él es algo más que un objeto cojo afeado por pecas. El es de otra esencia que la de sí mismo y de su fealdad. Él es de un hermano. ¡Y se ha paseado sobre la grupa de un caballo de guerra, un día de gloria!
Y llega el alba del regreso. Y te encuentras al niño sentado sobre la tapia, las piernas sueltas. Y los demás le tiran piedras:
"¡Eh! ¡Tú que no sabes correr, bizco de piernas!"
Pero te mira y te sonríe. Estás ligado a él por un pacto. Eres el testigo de la ceguera de estos que no ven en el más que a un tullido, a un cojo, cuando existe un hermano con un caballo de guerra.
Y el hermano hoy le lavará sus escupitajos y le servirá de empalizada, con su gloria, contra las piedras. Y él, el canijo, será purificado por el fuerte viento de un caballo al galope. Y ya no se notará su fealdad, ya que su hermano es hermoso. Su humillación será lavada, ya que su hermano es de júbilo y de gloria. Y él, el tullido, se calentará en sus rayos.
Y entonces los otros, habiéndole reconocido, le invitarán a todos sus juegos:
"Tú que eres de tu hermano, ven a correr con nosotros... eres hermoso en tu hermano".
Y rogará a su hermano para que los monte, uno tras otro, sobre el cuello de su caballo de guerra para que se vean, a su vez, saciados de viento. No podría guardarles rencor a estos infelices por su ignorancia. Les querrá y les dirá:
 - Cada vez que vuelva mi hermano, os reuniré y él os contará sus batallas.
Por esto se arrima a ti, porque tú sabes. Y en ti ya no es deforme, pues ves a su hermano mayor a través de él.
Pero tú venías para decirle que se olvide de que hay un paraíso y una redención y un sol. Venías a privarle de la armadura que lo hacía valiente frente a las pedradas. Venías a hundirle en su lodo. Venías para decirle:
"Mi pequeño de hombre, busca otra forma de existir, ya que no hay que esperar ningún paseo en la grupa de ningún caballo de guerra."
Y ¿cómo le anunciarías que su hermano fue expulsado del ejército, que vuelve al pueblo humillado, y que cojea tanto, por el camino, que la gente le tira piedras?
Y si ahora me dices:
"Yo mismo lo desenterré, muerto, del lodazal donde se ahogó, ya que no podía seguir viviendo falto de sol..."
Entonces, lloraré sobre la miseria de los hombres. Y por la gracia de tal cara de tullido, y no de otra, de tal caballo de guerra, y no de otro, de tal paseo en grupa un día de gloria, y no de otro, de tal humillación a la entrada de un pueblo, y no de otra, de tal lago por fin del que me describiste los patos y la pobre colada que secaba a sus orillas, he aquí que encuentro a Dios, tal es mi piedad hacia los hombres, pues me has guiado sobre el verdadero sendero al hablarme de aquel niño, y no de otro.

 

(traducido del francés por Denis Roland Jurado)

Este artículo tiene © del autor.

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