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¡AY, CARMELA!

Meria Albari (Antonio Tortosa Sánchez)

España



¡AY, CARMELA! 
 

 (...) a la mujer le dijo: multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor tus hijos y buscarás con ardor a tu marido que te dominará. (Gén. 16-17). 

 Es decir, desde su creación, formada de una costilla de varón según nos dice el Génesis en su versículo 21, por lo que fue llamada por éste, después de darle su visto bueno, "varona" (Gén. 23-24), fue estigmatizada por su creador, Yavé Dios, padre bondadoso, según nos dicen, y conocedor tanto del pasado como del futuro. Por tanto, cuando este dios bondadoso y paternal creó a la primera pareja de humanos y les dio como vivienda el jardín del Edén, con poder sobre todas las cosas que había en él: animales, pájaros, peces, árboles, etc. ya sabía lo que iba a pasar con la sutil trampa que les puso en el centro de ese exuberante, fértil y paradisiaco jardín. Sabía que la muy ladina de la serpiente convencería a la mujer para que comiera del fruto de ese árbol y que a su vez se lo ofreciera a su pareja. La serpiente argumentó que si comían de ese fruto serían como dioses, ya que era el árbol de la ciencia del bien y del mal y que éste era el motivo de la prohibición de Yavé Dios, su creador. 

 En este punto de la narración bíblica habría que hacerse, como mínimo dos preguntas, para mí, fundamentales: si Dios Yavé creó al hombre a su imagen y semejanza, creó, cuanto menos, a un ser que tenía sus mismos atributos, por tanto no necesitaba comer del fruto de ningún árbol, fuese manzano o granado, para distinguir entre el bien y el mal, puesto que si carecía de este conocimiento sería porque su creador , voluntaria y conscientemente, lo habría creado así y, por tanto, estaría mintiendo al decir que era "a su imagen y semejanza", algo impensable puesto que era Yavé Dios; por otro lado, ¿qué padre pone a sus hijos una trampa, sabiendo que van a caer en ella, salvo que ese padre, en un acto de suprema maldad, quiera experimentar las consecuencias de un castigo en sus muy amados hijos? Algo en la historia no encaja o hay una sutil motivación que los descendientes de este primer Varón y Varona, llamados después Adán y Eva, a pesar de los siglos que han pasado no han sido capaces de descubrir o, por contra, no existe tal sutiliza y sí una firme voluntad de provocar una desobediencia a fin de hacer posible un castigo; castigo por otra parte desproporcionado respeto a la falta cometida. Falta que empieza y termina con los infractores y castigo que sufren éstos y toda su descendencia, por los siglos de los siglos. Hay que reconocerle a este Dios Yavé su gran sentido de la proporción y de la justicia. 

 Pero no se trata de abrir un debate teológico o metafísico sobre la interpretación que el autor o autores del Génesis, nos ha dejado sobre la creación. Para esto la Iglesia de Roma tiene sus expertos, junto a su jefe Benedicto XVI, que desde 1981 al 2005 fue el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fé que fue como Pablo VI rebautizó al Santo Oficio, es decir a la Inquisición. 

 Lo que tratamos de decir y de significar, con esta largo preámbulo es que la mujer, o quizás sería mejor llamarla "Varona" como primitivamente fue llamada en el libro sagrado, y de esta manera seguir la moda que el machismos feminista, junto con algunos políticos y periodistas, están intentado imponer en el riquísimo y florido idioma de Cervantes, saltándose a la torera las normas de las Academias de la Lengua y lo que en lingüísticas se llama economía del lenguaje, y que aún no se han enterado de que las palabras no tienen sexo que éste es solo patrimonio de las personas, con mayor o menor grado de inteligencia, junto con los mamíferos, terrestres y acuáticos; las palabras sólo tienen género (recomiendo encarecidamente a todos los que quieren imponer este español sexista que se compren y lean la Nueva Gramática de la Lengua Española, tanto en su versión reducida como integra; reconozco que es un poco cara pero merece la pena).

  

 Pues bien la mujer, como hemos dicho, desde el principio fue estigmatizada, sigue siéndolo hoy día, no importa que vivamos en el llamado primer mundo o en el tercer mundo, se la sigue infravalorando. Se la sigue considerando un objeto, no hay nada más que ver esos concursos de belleza, organizados, casi siempre por hombres o por instituciones formadas mayoritariamente por ellos. Desfiles de modas y toda una serie de eventos que lo único que premian es su aspecto externo y lo vendible que puede ser éste en ciertos ambientes. Pienso que la mujer es algo más, mucho más que un conjunto de formas bonitas. Por supuesto que me gusta una mujer bella, ¿a quién no le gusta la belleza? Pero también me gusta la inteligencia, una conversación agradable, culta, de igual a igual.  

 Sí, de igual a igual. Hombre y mujer biológicamente son distintos, tienen que ser distintos, pero ahí es donde termina la diferencia. En todo los demás tiene que existir una igualdad absoluta con la única diferenciación que pueda marcar la inteligencia natural de cada uno. A igualdad de trabajo, igualdad de salario y si un patrón, discrimina a una mujer por razón de sexo, le impone en el contrato laboral que no pueda quedarse embarazada, no la contrata por este motivo, no sólo se debería meter en la cárcel sino inhabilitarle legalmente para poder tener otra empresa. Nuestra Carta Magna nos dice que "todos los españoles somos iguales ante la ley (art. 14)" y, por tanto, todos tenemos los mismos derecho y obligaciones. Derechos que son derechos fundamentales y poner este tipo de condiciones en un contrato es algo que atenta contra la legalidad, la intimidad y contra los derechos de la personalidad. Si se cumpliera y se castigase a los infractores de este artículo no serían necesarias esas leyes para reconocer la igualdad, para imponer cuotas en las listas electorales o en los consejos de administración. Es un derecho tan natural que el legislar sobre él es, cuanto menos, una tomadura de pelo. La mujer debe estar en todos esos sitios, y en muchos otros, por derecho propio, por su inteligencia, por su preparación para desempeñar un puesto de trabajo, pero no por una imposición legislativa. 

 Pero, no quiero olvidarme de otro grupo de mujeres, tan infravaloradas o más que las que tienen un puesto de trabajo, sea este de alta cualificación o sin ninguna cualificación, que no quiere decir que sea menos digno, pues no hay que olvidar que la dignidad no depende del puesto de trabajo. Me refiero a ese gran grupo de mujeres que han elegido o le han hecho elegir, por la circunstancias que sean, ser amas de casa y que, cada vez más, muchas de ellas suelen hacer compatible este trabajo con otro fuera de casa. Mujeres que no solo son dignas de admiración sino a las que deberíamos tener en la más alta estima. 

 No sólo han sabido ser madres, esposas, educadoras sino que en periodos de crisis, como el que estamos viviendo ahora, le podrían dar lecciones de economía a más de un premio Nobel. Mujeres que, con nada y menos, han sabido sacar adelante a su familia, renunciando a todo por el bienestar, de sus hijos, de su pareja o su esposo. Siendo las últimas en todo pero las primeras en dar la cara, sin inmutarse, cuando ha hecho falta; sin pedir nada a cambio y sin que nadie se lo pida. Mi más profundo respeto y cariño hacia ellas. 

 Por eso, yo no soy partidario de que haya un día dedicado a la Mujer Trabajadora porque un organismo internacional, en este caso la ONU, con el mejor de los propósitos, no digo que no, y recogiendo la antorcha encendida por Lisistrata, haya decidido a finales del XIX que el ocho de marzo había que dedicarlo a la Mujer Trabajadora. Para mí todos los días del año son 8 de marzo y todos los días del año deberíamos dar gracias porque existan mujeres que hacen que el día a día sea, cuanto menos, más llevadero.. 
 

  Meria Albari 
 
 

  En Baza, 21 de marzo de 2011 
 

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