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Café lírico

Oscar Deigonet López Posas

Honduras



 

’… Si yo miro el fondo de tus ojos tiernos, se me

 borra el mundo con todo su infierno…’’

 

 Ojos de cielo, Víctor Heredia…

 

 

 

 

 En ti

puse mis manos

mi embrión y mi materia.

Forjé la esperanza en ti.

Nunca. Nunca me fallaste.

Postré mis rodillas diáfanas

a la altura de tu tobillo

y, pasando tu mano

por mi pensamiento

soltaste

los dardos de mi consciencia.

Como cualquier mortal

puse mi simiente en tu collado

y hubo ternura

y hubo calma.

Y ahí, en medio de la oscuridad,

estaban tus ojos claros

fieles,

e impávidos

y benevolentes.

Mi suerte entonces, estuvo echada.


 

C afé lírico

 

 

Sonoro, vibrante,

quemante la música

de tu perfume.

Es un café

en los atardeceres de mi patria.

Devuelve el aliento

devuelve el alma.

Por las callejuelas de mi pueblo

discurre balsámico y sigiloso.

Todos saben el sabor.

Corre, juguetón y conforte.

Es lírico

y por eso,

se lo aman tanto.

 

Intemperie

 

 

Llueve.

A lo lejos,

un árbol encorvado

carga en su alma

la bendición de este año.

Por la calle fluye un paraguas.

Extraño a la soledad

deja a su paso un vacío de recuerdo.

Dos loderas aligeran el paso.

Dirigen un destino,

en esta tarde de lluvia.

Arrimado a una pared,

se presume un perro acongojado,

el frío, es su peor enemigo.

Extraña los días de sol y niños

correteando en el pasaje.

En las casas, friolentas y tristes

alguien espera

guardando el pensamiento,

quizá de una noche que se

acerca con sus sombras interminables.

 

 

Es la hora de partir.

Por la ventana de nuestra casa

una mano se agita triste y desolada.

Unos ojos de lágrimas, exacerbados,

dicen adiós al vehículo que nos carga.

Dentro, unos corazones

 

que laten fuerte 

dentro de pechos trémulos.

La madre con el párvulo a cuestas

asemeja la fuga

de un mundo de casualidades.

Los niños cogidos

de la pata de una mesa,

cruzamos el pueblo por última vez.

Amamos, odiamos y lapidamos

aquel pueblo

de casualidades y aventuras.

Así partió la vida

con sus sueños.

Hoy volvemos.

Intentamos rescatar

los años de olvido.


 

Son los juegos de San marcos

Apartados en cualquier lugar

los cipotes se arremolinan.

Es la fiesta del juego.

Aquí, allá.

Por doquier, los niños compiten

Los niños juegan,

los niños, se divierten.

Por acá el golpe de los mables

Por este lado el zum del trompo

En el centro, lugar privilegiado

las niñas saltan la rayuela.

No se hacen esperar

las carretas jaladoras de agua.

Unas señoras

 cargan en sus cabezas

en competencia,

palanganas de latón llenos con agua.

En el centro las niñas saltando el lazo.

Cambian de juego,

para no perderse ninguno

Los niños más pequeños

 compiten con el ronrón

que entrevé con su canto, aquel lugar.

Es la fiesta de San Marcos.

Son, los juegos tradicionales.

 

Este día que digo que perdí algo

 

Hoy es ese día

en que acortamos nuestra vida.

Hoy, no es un día cualquiera.

Es ese día, que deja dolor,

una extraña sensación

de haber perdido algo.

Algo de tu cuerpo,

de una mano, de un pie.

Quizá, un dedo.

Ese día que pasado el tiempo,

no se borra.

Es la explosión del verbo

en la carrera del tiempo.

O la imaginación del sustantivo

en lo corto de la locura.

Este día,

está tan presente, incluso

hasta en el instante de un cabello.


 

Cuando mi madre se va

 

las cargas crepitan sobre mí.

El corazón,

deja su tenue tranquilidad

y se arroja indigente, al vacío.

La soledad

me hace su compañero,

y el dolor,

se ríe de mi candidez.

En las noches,

cuando mi madre se va,

se hacen presentes

 los susurros del adiós,

y hasta el frágil canto de un gallo

en la madrugada,

se vuelve un filo invisible.

Mi madre, ríe simplemente.

Cree que a los siete,

soy un hombre, con bigote.


 

Algo parecido a un padre

 

 

Mi padre se asoma

por las grietas del tiempo

algo montaraz.

Se alimenta de las delicias

y luego como un ave, vuela.

Deja la semilla sembrada,

no cultiva.

Entonces, simplemente,

no se complace de sus frutos.

Mi padre apareció de la nada

marcando estampas en el vacío,

derramando espejismos en su andar.

Se escabulló hace tiempo

de las simplicidades y de las efemérides.

No conoció el apego ideal

y su camino fue escaso y desenredado.

Hoy cuando lo recuerdo,

casi no lo recuerdo,

solo se asemeja a una silueta

que el tiempo

ha hecho su presa.


 

Día de la cruz

 

La marimba

acompaña aquel jolgorio.

El pueblo ha dejado su común

y se ha lanzado a los caminos.

entre manos llevan la santa.

Su fe los hace dóciles corderos

que consagran su alma

aunque sea por este día.

Cargan la fe de sus delirios,

la bañan en el río,

la perfuman.

Se impregnan los caminos

y la gente lleva el corazón alegre

Hoy que es tres de mayo

todos estamos contentos.

Sabemos que nuestras cosechas

se desbordarán en lentejas.

La santa cumple.

Está contenta con este pueblo

que todos los años

se acuerda de ella.




 

A la maestra Leslie Margarita Pérez

 

Mi maestra encantada

 

Cómo la recuerdo.

Ella, fue quien me enseñó

que el general

nos deseó mejor suerte

y que la buchona

nos asaltaba el sueño.

Fue quien vio sucumbir

mi dedo pulgar

ante el filo invisible

de mi ingenuidad.

Nos asusto una vez,

al volver a la segunda jornada,

que el puente, se había caído,

y don Luis Lontero

perdido su sueño más querido.

Aun hoy en sus mocedades,

me dice con indulgencia

 

que me recuerda 

como el flaco de su clase.


 

Hoy que es viernes

me parece uno como todos, igual.

Mi mocedad, no recuerda

fiestas en fin de semana.

Tan solo un párvulo,

no recuerdo pesares,

no ensancho dolores.

Las cargas llegarán después

cuando ya no sea dueño del mundo.

Hoy, cuando los sueños

aun los guardo en cubetas

y hago exposiciones con ellos,

propongo magia, gano milagros,

creo poder construir

 una pequeña oración:

tengo, siete años.

Luego veré.

Vendrán los hijos como chorros de luz

y con ellos la cotidianidad del silencio,

pequeños corazones en mis ojos

que guardarán por fin

mis días del cayado.


L as flores de mi jardín

 

Me niego ver las flores

en las penumbras.

Promulgo castigo

contra la infamia

que convoca se marchiten

en lo ancho de las calles,

en las esquinas y en las ermitas.

Dícteme una ley

contra esta pena milenaria

y equívoca.

Díteme una purga

para esta pena vil, inconsecuente.

Quiero las flores

adornando sus nombres

y sus casas, y sus frutos,

más a su amado.

No las quiero exponiendo

su músculo divino y su ciencia.

Las quiero enamoradas del porvenir,

sintiéndose amadas,

con necesidades improbables.


 

Elogios

 

 

No es más que suspicacia.

Lígame a esta tierra

la lluvia casual y montaraz.

Los cerros crepitan,

 los pinos cantan

en las tardes de agosto.

El llanto de cielos hace un alarde

y el bosque, es un salón de baile.

En mis bolsillos cargo nances

que corté en la rivera

de árboles frondosos.

Dulzones y torpes

perfuman el monte

que va por delante

lazándome piropos.

Soy extraño, exótico

pero así, como yo,

me ama esta campiña eterna

de mis pubertades.

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