ERA FELIZ
No era posible, nada podía matar una sonrisa
Un estado de pavor sacudió a quien llegaba al lugar y preguntaba ante el aglomeramiento; la tranquilidad, la paz habían desaparecido y no había lógica en la escena que entraba por las pupilas de todos. Todavía flotaba en el aire ese:
- ¡Buen día, don Flores! ¿Cómo amaneció hoy?
- ¡Hola, Maru! Qué lindo día para gozar de la vida ¿no?
- Cuidado, mi amor, mira antes de cruzar la calle, hay muchos locos sueltos al volante.
Y siempre estaba la sonrisa que abrazaba al otro desde ese rostro que parecía no tener tiempo, ser eterno, intransformable.
- Tal vez no la supimos escuchar, no entendimos sus últimos gestos - comentó don Flores.
- Tal vez - comentó Ángela secándose los ojos. - Hace poco me dijo que estaba bien, y agregó que ya no había barreras para ella. Algo raro...
- Pero siempre se mostraba alegre, nunca dejó de sonreír.
El aire se había enrarecido, todos experimentaban una especia de ahogo como si algo sumamente vital y mágico hubiera abandonado la tierra.
Un patrullero se detuvo bruscamente en la puerta de la casa, de él descendieron dos guardias que con ademanes insolentes apartaron al grupo y entraron.
- ¿Qué pasó? - preguntó uno.
- No sabemos - contestó Maru mientras todas las miradas descendieron al piso
- ¿Ella tenía algún problema?
- ¡No! - se escandalizó Sofía - ¡Siempre estaba alegre!
El segundo agente se inclinó y volvió el cuerpo cuya mano mantenía el arma sujeta. En medio de un gran charco de sangre ese rostro sonreía.