Me provoca
escalar desde tus muslos
hasta la cumbre
del Monte de Venus,
perderme en la espesura
del Mato Grosso
y adivinar el fuego
del espeleo,
que,
paradójicamente,
se enciende humedecido.
Me provoca,
como rollo de pianola,
ser jalado
por cada estalagmita tuya,
por esos dientes mágicos
que saben arrancarme
la compleja sinfonÃa
de sonidos primitivos.
Me provoca
esquiar tus senos,
cuesto abajo en la fÃsica,
cuesta arriba en el placer,
y, finalmente,
en un salto mortal,
cual trofeo
de final de campeonato.
atrapar entre mis dientes
un rozagante pezón.
Es que me provoca
que cabalgues mis sentidos
y otros cinco más.
Y en caÃda libre,
cual gaviota,
que el mar se precipite
y nos inunde.
Me provoca
que te provoque provocarme.
¿Te provoca?