A mí no me importa. Yo soy un optimista vocacional. Un superviviente. Y siempre pienso que todo va a salir bien. Ya sé que la mayoría de la gente te dice lo mismo cuando no sabe qué más decir, pero yo soy de los que lo dicen de verdad. De los que se caen para levantarse y saltar otra vez. Con red... sin red... qué me importa. Yo salto y punto. Nadie quiere quedarse eternamente arriba sopesando pros y contras.

Contesto a personas que me preguntan por qué no he estado escribiendo. No sé. No me planteo esas cosas. No soy capaz de escribir cuando no quiero hacerlo. Ni de dibujar. Me molaría mucho tener esa disciplina de trabajo en la que te sientas, dices TENGO QUE HACER ESTO YA, y lo haces, pero no soy así. Soy incapaz de sacar cosas bonitas cuando no tengo ganas de sacarlas. He perdido mucho tiempo intentando migrar el blog a wordpress porque quiero ponerle un dominio propio, pero he fracasado como un cabrón. Tampoco me importa mucho. Me pasé media vida escribiendo en puñeteros cuadernos de espiral. La cruda realidad es que importa un carajo de bonobo dónde lo haga ahora. Pero soy tan jodidamente cabezota, que hasta que no se me cae la pared encima, me niego a reconocer que ha caído la bomba.

Vale. Ha caído la bomba. Seguiremos por blogspot, malditos.

Hoy es San Valentín. Ya... menuda horterada ¿no? Tantas personas "yo no celebro esas idioteces..." "a mi novia no le gustan esas chorradas..." "eso se lo inventó El Corte Inglés...", pero luego alguien te da una puñetera florecita, o te dice "he reservado mesa para cenar..." y se te queda esa carita de lemur...

Nos gusta hacernos los duros. Forma parte de la dignidad en la derrota.

Hola blog.