A mis nietos Daniel, Celia, Raquel y también dedicado a Laura Salazar (de Cuba)
Al leer el tÃtulo de este cuento, mucha gente habrá pensado que se trata de alguna de las fábulas que con tanta distinción nos dedicaron esos maravillosos e ingeniosos fabulistas como lo fueron Esopo, Lafontaine o Samaniego.
Pues no, esta vez no se trata de una fábula, sino de un auténtico caso ocurrido hace unos años en un lugar de la provincia de Madrid, al que se conoce como Las Zorreras y que está situado muy cerquita de El Escorial; concretamente entre El Escorial y Villalba.
Allà han existido desde la antigüedad muchos árboles de los que se pueden encontrar por esas latitudes y entre ellos, los mas abundantes son las encinas y los fresnos. En algunas de las zonas de mayor altura, existen bastantes trechos entre los que se encuentra gran abundancia de rocas aflorando al terreno, casi siempre rocas de granito y que resultan un lugar muy apropiado para guarecerse los animales silvestres. Por supuesto que también se encontraban allà los conejos, el mamÃfero mas abundante de la PenÃnsula Ibérica hasta que llegó la malhadada enfermedad de la mixomatosis, que los esquilmó e hizo que casi llegaran a desaparecer.
También se han visto siempre por este entorno águilas de distinto tipo, zorros, urracas, cigüeñas, lagartos y multitud de animales propios de estas zonas semi-boscosas de clima mediterráneo.
Precisamente debió de ser la abundancia de zorros lo que hizo que las gentes de los alrededores comenzasen a denominar a esta zona con el apelativo de Las Zorreras, con que se la sigue conociendo hoy en dÃa y que presta también su nombre al apeadero de tren que actualmente se encuentra en sus inmediaciones. Lo que ocurre es que actualmente los zorros ya casi no se ven por allà mas que en raras ocasiones pues, además de por la ya citada escasez de conejos, también resulta muy incómoda para ellos la presencia humana, que se ha proliferado allà bastante con la construcción de numerosas urbanizaciones.
Y ahora ya vamos con nuestra pequeña historia: resulta que en cierta ocasión estaba un precioso cuervo negro buscando el mejor sitio para construir su nido, cuando vio que se acercaban unos cazadores sigilosamente por el bosque. El cuervo se quedó quieto para que no reparasen en él, pero al mismo tiempo expectante para ver lo que ocurrÃa; en esto se fijó en que, precisamente acercándose al lugar donde venÃan los cazadores, avanzaba descuidadamente un zorro sin percatarse del peligro.
Tradicionalmente se ha dicho que cuervos y zorros son enemigos naturales, pues el zorro se comerÃa a cualquier pájaro que se descuide, sea o no un cuervo y también que los cuervos les espantan la caza a los zorros, aleteando y graznando estrepitosamente en cuanto los ven. Todos los habitantes del bosque quedan alertados y les da tiempo a esconderse cada uno en su guarida, con lo que los pobres zorros tienen que emigrar y marcharse a otro lugar si quieren alimentarse adecuadamente. No resulta rara por lo tanto, la enemistad existente entre estos dos animales.
Lo extraño de este asunto fue que el cuervo avisó rápidamente al zorro del peligro que corrÃa si seguÃa avanzando en dirección hacia los cazadores y los dos se pudieron escapar de aquella zona sin sufrir daño alguno. A partir de entonces se hicieron grandes amigos y el zorro, en agradecimiento a su amigo cuervo, le dejaba siempre disfrutar de parte de su comida. También le ayudó a encontrar en el bosque una estupenda y grandiosa encina en la que el cuervo pudo instalarse y construir su nido en compañÃa de su hembra cuerva.
Y colorÃn colorado, en el monte de Las Zorreras, el cuervo y el zorro se han amigado.
Rafael Masedo MartÃnez
España
ramamar1939@yahoo.es
Ilustración: Laura Salazar
11 años
Escuela Tomás Romay
Cuba
ideasz@jovenclub.cu