Hace unas pocas fechas (porque me interesaba adentrarme en la psicología de las masas) estuve hasta las tres de la madrugada viendo la TV. El Muro de Berlín me lo restregaron por el morro cerebral mil veces. Pero nadie habló de los centenares de miles de africanos que acompañan a Juan Pablo II al Cielo por no disponer del simple condón que fabrica la Santa Sede y que después denosta en nombre de la pureza. Ni tampoco las miles y miles de "fans" del Santo Padre, muchas de ellas feministas consumadas, se percataron de que la Iglesia, desde siempre, ha despreciado a la mujer incluso asegurando en alguna ocasión (ya no me acuerdo en qué Concilio) que ésta carece de alma. ¿Dónde buscáis, niñas oblongas, vuestra justa emancipación de la tiranía machista? Tenéis alguna representación (hábilmente concedida por el macho) en el Parlamento. ¡Bravo! ¿También en las más altas magistraturas de la Iglesia que tanto adoráis? ¡Ja! Y en las finanzas, ¿qué representáis? La cuadratura del círculo, aún por descubrir la pertinente ecuación que la avale.

Yo, que me siento frustrado por la caída del comunismo -que Juan Pablo II propició apoyado en sus propias convicciones y en las ajenas-, desde la soledad de mi escritorio he dignificado al Gran Pastor de Almas, en solitario y en silencio, con los más bellos pensamientos surgidos de mi alma. Su muerte es digna del respeto de un comunista como yo que, a diferencia de las hordas farisaicas, sabe apreciar el valor de la innegable dualidad que rige toda manifestación humana. Aborrezco al Clero, pero lo estimo necesario para sostenernos en la vida. Por eso mismo, en conciencia y sin alardes, he rezado una improvisada oración pagana por Juan Pablo II. Estoy seguro de que, desde donde se encuentre -si es que existe vida consciente en el Más Allá-, bendecirá con agua de rosas siderales mi testimonio de amor por la vida y la muerte. Ahora que ha descubierto la verdad. Ahora que es capaz de distinguir el bien del mal sin equivocarse, y de reconocer -como creo que ha dicho S. Carrillo- que su gran fracaso como Sumo Pontífice ha sido luchar contra la miseria de los pobres, cuando en realidad hoy hay más pobres que nunca, y de condenar las guerras que, en realidad, han crecido en frecuencia y magnitud. Porque ya no es Papa ni, por lo tanto, está sujeto a la hipócrita tiranía (hay que decirlo claro) del poder terrenal, está en condiciones óptimas de escuchar la auténtica palabra de su Dios, aunque creo que ni el suyo ni el mío ni el de nadie va a molestarse en resolver el enigma que ha generado al crear al hombre.

Juan Pablo II se ha ido. Bendito sea. Pero nos queda por delante el futuro Cónclave. A ver si ahora el nuevo sucesor de San Pedro es capaz de derribar el Muro que nos queda.

¡Agua va ...! ¡Papa viene! Que Dios no nos pille en bragas.