Estaba en mi habitación revisando mi mochila, emprenderÃamos un viaje hacia una reserva ecológica con mis compañeros. Era primavera, casi verano, hacia mucho calor. En el momento que iba a bajar a desayunar, mi mamá me llamó. Me apresuré y rápidamente estuve en la cocina. Desayuné y me fui sola a la escuela, caminado, ya que el dÃa era el ideal.
Al llegar, mis compañeros estaban ya en el ómnibus, asà que sin perder tiempo me subÃ.
Todos me saludaron y nos fuimos de inmediato.
El viaje fue largo, pero entretenido, Ãbamos cantando, riéndonos y contando anécdotas.
Estabamos muy emocionados. Inclusive yo, sabÃa que algo bueno estaba por pasarme.
Cuando llegamos a la reserva, el colectivo estacionó al lado de un rÃo, me apuré y fui la primera en bajar. Como mis compañeros iban a tardar, corrà hacia el agua, me senté en una roca y sentà el ruido de la corriente. Cerré los ojos un largo rato y estuve pensativa. Al abrirlos nuevamente vi algo que parecÃa una escalera, estaba sobre el agua... Correteando por entre las piedras, fui a explorar. Era una escalera y parecÃa invitarme a subir, asà que sin pensarlo decidà investigar.
Al llegar al primer escalón, encontré una carta, me explicaba que iba a vivir una aventura y a aprender muchas cosas, decÃa también que pasara al siguiente peldaño y que al terminar en cada uno siga subiendo. Eso fue lo que hice.
El segundo escalón era muy pequeño, mi pie sobresalÃa, allà habÃa una puerta. Entré y habÃa una hoja que contaba el por qué del angosto escalón, significaba el esfuerzo que hacemos para sobrevivir.
El tercer escalón era invisible, me di cuenta, porque al pisarlo se iluminó y brilló sobre él una frase: "Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas".
El cuarto escalón era muy bello y daba ganas de quedarse allÃ, asà que me quedé sentada, pero sentà algo que me acorralaba: eran unos barrotes y leà la siguiente frase: "No todo lo que brilla es oro". Automáticamente, desaparecieron los barrotes y aparecà en el quinto escalón. Éste estaba decorado con cosas nuevas, del futuro, y sobre un mueble muy moderno, habÃan unas letras: "No vivas en el pasado, ni en el futuro, vive el presente y serás feliz".
El sexto escalón estaba decorado con fotos y recuerdos de mi pasado, y estaba sobre la pared la misma frase del escalón anterior.
Al subir al séptimo escalón, habÃa un telescopio por el que miré, allà habÃa una imagen con mi sueño cumpliéndose. Cuando terminó, apreció la frase: "Es justamente la posibilidad de realizar un sueño, lo que hace la vida más interesante".
El octavo escalón estaba lleno de ventanas en donde estaban mis amigos saludándome y cada uno de ellos sostenÃa una letra, todos juntos formaban una oración: "La verdadera amistad, es aquella que me acompaña en las alegrÃas, me consuela en las tristezas y mira con indulgencia los errores..."
El noveno escalón era muy luminoso y lleno de lámparas, las luces formaban un largo camino que parecÃa no terminar y decÃa asÃ: "No dejes de marchar cuando no hay camino. Deja que tus pies abran el tuyo, ni te detengas cuando no hay camino. Ilumina el andar con la luz que hay en ti mismo".
El décimo y último escalón era igual al primero, inclusive habÃa una carta, pero ésta decÃa que debÃa completar el acertijo para volver con mis compañeros. Al acordarme de ellos, decidà resolver la pregunta, era muy fácil, pero sólo si habÃas emprendido el viaje por la escalera mágica, pues ella enseñaba una parte de la fórmula para ser feliz.
Finalmente, estuve de nuevo sentada en la roca, pero en el mismo momento que me levanté, vi a mis compañeros llamándome y regañándome por haberme separado del grupo. Con 13 años, habÃa aprendido una parte de la fórmula para ser feliz.
Melanie Giselle Visotsky.
A los 13 años.
Argentina.
Ilustración: Carlos Eduardo Delgado Gutiérrez
Diseñador Grafico y Fotógrafo
México