Mis grandes amiguitos son “Javi” que también le decÃamos “súper ratón” ya que era el más rápido para correr entre nosotros y las competencias de la escuela, su verdadero nombre era Javier, “Quique” (Enrique), “Nacho” (Ignacio), “Cui” de Cuitláhuac y “Sindi” (Sindientes, a pesar de que éramos muy chicos, el parecÃa tener como ochenta como un abuelito que mastica con las encÃas, también le decÃamos “Jeorch” pero su nombre era Jorge; y junto con mis siete hermano “Güero” (Adán), “Cheve” (Severanio), “Ale” (Alejandro), “Aza” (“La chilis” de Chilindrina = AzalÃa), “Gato's” Araceli y “O-o”, (Coco = Ariel), nos encantaba jugar en el edificio en la vecindad que vivÃamos ubicada la calle de Dr. MartÃnez del Rió, en la ciudad de México, que más bien era como un castillo, ya que la entrada principal y en el interior su construcción era colonial o al menos daba la apariencia, data de finales del siglo XIX.
En el interior de la vecindad habÃa cuatro entras, en la cual cada uno daba a cuatro departamentos, cuando subÃa a la azotea conectaba a todo el edifico, las entradas eran como laberinto ya que de una salÃa a otra. Debajo de las escaleras en la covacha en la planta baja, habÃa una puerta cerrada que nos dirigÃa hacia la “zotehuela” (hoyo que tiene la azotea para no huela feo- jijiji-) esta puerta sólo las tenÃan los departamentos de abajo, por lo que era muy oscuro esa parte y más cuando anochecÃa. Mucho vecinos no se percataban de la oscuridad en las escaleras y eso lo aprovechamos para seguir jugando al “bote” o “escondidillas”.
Era un sábado por la tarde cuando nuestro afán era seguir jugando a las escondidillas, nuestros madres no llamaron para la merienda y hacer la tarea que nos faltaba, ya que como era costumbre los lunes tendrÃamos que ir a la escuela. En lo que parecÃa el último juego de nuestras vidas a Quique, Cui, Güero, Cheve, Ale y a mÃ, “Jean” =Juan se nos apareció en uno de los magnÃficos escondites debajo de las escaleras donde daba a zotehuela La Cara blanca si cuerpo.
Recuerdo que eran como las seis treinta de la tarde aproximadamente y pocos minutos antes nuestras mamás nos llamaron para ir a comer algo -nos la pasábamos jugando todo el dÃa, y en muchas ocasiones no querÃamos ni desayunar por ir a jugar nuestros amigos- luego para hacer la tarea que nos faltaba y aprovechar para el domingo ir de visita con mi abuelita “Regis” (Regina) y sus hijas en un pueblito en el Estado de México.
Entonces tocó el tuno a Javi, quien era muy bueno y rápido para correr, pero malo para esconderse, siempre lo encontrábamos primero. Aventamos el “bote” y fue tras el, mientras más lejos lo aventaras más oportunidades habÃa de escondernos, en esa ocasión era la primera vez que casi llegaba a la entrada principal, lo cual nos dio tiempo esperarlo un poco para hacerlo más interesante el juego y una vez que se fuera acercando salir corriendo a escondernos -lo padre del juego era que todo mundo chocaba contra todos, pellizcos, jalones, gritos y se generaba las grades carcajadas- cuando Javi regresaba de recoger el bote de espaldas para no ver dónde nos escondÃamos, a unos cuantos metros de llegar echamos a corres unos por un lado otros por el otro, pero me tocó en el tumulto ir delante hacia la covacha de la entrada de mi casa Quique, Cui, Güero, Cheve y Ale, y fue cuando se nos apareció el fantasma de La Cara Blanca sin cuerpo y sonriendo, dejándonos paralizados del miedo, para posteriormente echarnos a corres cada quien a su casa. Comencé hacer la tarea, los pies me temblaban, mi rostro era tan pálido que cundo me vi al espejo creà que el fantasma de la cara blanca me habÃa seguido hasta la casa, a duras penas podÃa comer lo que me habÃa servido mi mamá y como pude termines mis tareas. Fue la noche más larga de mi corta vida (seis años de edad) no pude pegar los ojos para dormir del miedo de la oscuridad y la soledad que inundaban el cuarto, sólo pensaba en La Cara Blanca que me perseguÃa con la imaginación hasta mi cama y arrepintiéndome de no haber obedecido a mis padres, fue hasta que decidà taparme la cabeza con las sábanas y pensar que mi papá estaba cerca de mi y mis hermanos no nos pasarÃa nada, fue como logré descansar un rato.
Después de varios dÃas estuve temeroso de la entrada de mi casa y más debajo de las escaleras la covacha, me era muy difÃcil poder entrar y subir, tenÃa que hacerlo con alguien o esperar a alguien que me acompañara, no podÃa seguir mucho tiempo asÃ: con miedo, hasta que decidà poner fin a esa situación ya que no podÃa seguir sin jugar que era lo más valioso del universo y por supuesto del mundo, después de la parte de las responsabilidades -jijiji-. Un buen dÃa me arme de valor y decidà bajar a enfrentar al fantasma de la cara blanca con la espada de He-man (de plástico) que era de mi amigo Javi, conforme bajaba un escalón las piernas se me iba doblando más de los nervios y el corazón latÃa cada vez más fuerte y los ojos se me pelaba como dos huevos estrellados en un plato; al llegar al fondo, el corazón se me querÃa salir del pecho, pero al ver que no pasaba nada o más bien que no se aparecÃa el monstruo descanse y me regresé a mi casa más tranquilo.
Asà pasaron varios dÃas, buscando reclamar el derecho de espacio y propiedad fÃsica presente digna del juego de las escondidillas, poco a poco fui perdiendo el miedo, pero no desistà hasta que un dÃa se me olvidó por completo pensando que lo que habÃa era producto de una alucinación. Un buen dÃa mà mam (mamá) me mandó a traer pan para la cena, todavÃa habÃa luz, se me habÃa ido el tiempo vi que ya habÃa oscurecido y no habÃa comprado lo que se me habÃa encargado, cuando regresé me percaté de que ¡Se habido ido! en varias manzanas, desde la entrada principal hasta la entrada de mi casa era oscuro o más bien estaba negro y yo más por el coraje del porqué en ese momento se tenÃa que haber un apagón y lo más lamentable es que no traÃa mi espada especial He-man para defenderme contra los fantasmas de La Cara Blanca.
Me quede paralizado por unos minutos por el miedo estaba putrefacto y paralizado, como si mis piernas estuvieran pegadas al pido, lo peor de caso es que no pasaba algún conocido para pegármele e ir llegando como juego de nitendo ni se asomaba alguien por las ventanas para pedirle que bajara por mÃ, entonces me di nuevamente valor recordando lo hermoso de la naturaleza, pero me acordaba “chin” (expresión de jijole, a que la molamos, me lleva, etc.) por no haber obedecido nuevamente rápido. A fines de cuentas el valor me hizo enfrentar, claro pensaba si muero de un infarto o paro cardiaco o de bilis o de un susto que la pagara La Cara blanca.
Como pude y poco a poco con los ojos entre abiertos y cerrados, pero más pelados por los ruidos que se oÃan por todas partes, con poca calma pero temerosa, atravesé el pasillo hasta la entrada de mi casa donde se nos habÃa aparecido el fantasma de La Cara Blanca. Ahora era esa nueva barrera pasar las escaleras de la covacha, pero nuevamente mi cuerpo se llenaba de todas las emisiones que puedan existir, no podÃa aplicar la salida emergente (salir corriendo como rayo) mis piernas no me respondÃan para subir corriendo y mis ojos no funcionaban por tanta oscuridad. Miré al cielo y estaba la luna en cuarto menguante y las estrellas brillaban mucho y eso me dio valor, tome aire como si fuera a aventarme del trampolÃn de 10 metros a la alberca y comencé a subir poco a poco.
Al subir el primer escalón no paso nada, el segundo y nada, en el tercero la manga pensé que se me habÃa atorado, me volteé para desatorarla del barandal de madera y cual fue mi sorpresa que La cara Blanca me habÃa agarrado, de nueva cuenta sonriendo, quedé anonadado sin llegar al desmayo, ya no podÃa hacer nada, sólo la comunicación me iba a permitir saber que deseaba le pregunté con mucha pompa e inclinando la cabeza, nada más porque no traÃa sombrero sino me lo hubiese quitaba, no le di la mano porque llevaba el pan, además que no se me habÃa ocurrido en ese momento:
¿Qué deseaba y en que podÃa ayudarle?
Sólo se me quedó viendo y pelando los dientes con una gran sonrisa, se me ocurrió decirle que sà lo que querÃa era jugar escondidillas, y me contestó con movimientos de cabeza: con un sÃ. Las facciones de su cara eran más alegres y la blancura de su cara se convirtió en una luz aguamarina brillante. Con más confianza le reiteré mi postura de jugar juntos y le comenté que sólo iba a dejar el pan y regresaba para que juguemos, emocionado volteé y añadà con una condición: ¡Que nunca más volverÃa a asustar a los niños, si no que los protegiera y que en situaciones difÃciles como en la oscuridad y la soledad les proporcionara fuerzas a través de los rayos de las luces brillantes de colores y mucho amor. Con su cabeza me dijo que sÃ, me soltó y rápidamente fui a dejar el mandado y cuando regresé ya no estaba, se habÃa ido, dejando en el piso una rosa realizada con ases de luces, la que recogà y guardo en mi corazón.
Juan Carlos MartÃnez Nava
México Distrito Federal
Jeancarleon@yahoo.fr
Ilustración: Ray Respall Rojas
17 años
Cuba
http://rayrespall.laciudaddelaluz.org