Mira pasar las horas asediado por ráfagas de pupilas vacÃas,
de grageas puntuales,
desde esa soledad de quien no tiene más que su silencio
y el denso desvarÃo de una mente reseca
y delirios alzando barricadas.
Ha ampollado las plantas del fastidio
de tanto andar vagando por vértigos rituales
mientras fundan insomnios los espectros que arrastran su condena,
mientras alguien custodia,
mientras alguien lo llama detrás de los azogues con un nombre en hilachas.
Mira pasar los dÃas tendido en los jergones saturados de piojos
que trepan por las pieles,
que anidan en la ropa y se adhieren al pelo desprolijo
con su sed insaciable, su avidez de parásito,
su hostilidad de trompas temerarias.
Mira gotear el tiempo en las clepsidras
apretando sus manos de espasmos impacientes,
tejiendo pesadillas de las que nadie viene a despertarlo
porque anduvo la muerte
saqueando el patrimonio de su frágil cordura con sigilo de arañas.
Mira pasar la vida entonando salmodias de demencia absoluta,
urgido por las sombras,
apremiado por pasos que recorren las sendas de su infierno
seguido de una corte de cautelas precisas
o parquedad de sangre alucinada.
Porque no existe un hueco en los milagros
para su dinastÃa de extraviadas matrices,
porque no puede huir de sus demonios en la grupa del sueño
ni edificar la dicha
ni aullar por un consuelo en la profunda noche, llagado de nostalgias.