Portada del sitio > LITERATURA > Relatos > NOMEOLVIDES
{id_article} Imprimir este artículo Enviar este artículo a un amigo

NOMEOLVIDES

Carmen María Camacho Adarve

España



Jimena es ingeniera nuclear.

-Ah, ¿si? ¡Que inteligente!

En su trabajo  es jefa de todos los empleados. Da órdenes  y nadie se atreve a contradecirla. Es la jefa del departamento ¿sabes?

- ¿Y que suena mejor? -interrumpió María- ¿Ingeniero nuclear o ingeniera nuclear? Es que los feminismos me suenan mal, sí... ingeniera, física, médica, obrera...

-¿Tú que opinas?
- ¡Que va mujer! pero bueno, aunque aún suene mal, es conveniente que la gente se acostumbre. Claro que hasta hace poco tiempo no había muchas ingenieras, médicas, albañilas...

-¡Exacto! es como las prostitutas.
-Si, no vamos a asustarnos si las llaman putas.
-Bueno, -continuó María- .Es como las putas. Ahora también hay  hombres que venden sus servicios y se llaman putos ¿no?

-¡Claro! Si hay femenino en lo otro también es lógico que haya masculino en esto. La discriminación sexual es una especie de trampa para apretar tornillos a las mujeres. Supongo que es obvio.

María veía obvias muchas cosas desde que frecuentaba el bar de copas "Nomeolvides". En el local, podía encontrar compañía sin necesidad de preámbulos.

Era la primera noche que conseguía entablar una conversación de cierta envergadura, se preguntó, si sería admita entre aquellas dos amigas, sin que fuese demasiado palpable su soledad, su desconocimiento, y el vacío con el que pretendía llenar su tiempo libre demasiado largo. Jimena, la ingeniera, era una adulta teórica, oculta tras su aspecto juvenil que no era si no el resumen de un pelo demasiado corto, una delgadez extrema, como si ya su figura no se aclarase por ella misma,  y un cierto aire de reivindicadora perenne. Obstinada en declamar textos aclaratorios.

María no podía mirarla por un extraño pudor que notaba siempre que se tropezaba con protagonistas. La admiración que Maife sentía por Jimena era la misma que podía justificar las sumisiones conyugales, las dependencias sicológicas y las jerarquías profesionales. Admirar es una forma de sucumbir y Maife sabía que sólo era un peldaño más en la vida de Jimena.

- Jimena y yo venimos todas las noches aquí -dijo- Maife es raro que nunca te hayamos visto.
-Es la primera noche que vengo tan tarde.
-¿Y a qué te dedicas?
-A nada. Precisamente este es mi problema. Acabo de llegar de Londres y ando despistada.
-¿Has vivido allí mucho tiempo?
-No mucho. Antes de irme ya no tenía trabajo. Por cierto ¿sabéis de algo en lo que pudiera trabajar? Me conformo con lo que sea.
-Quizá podamos encontrarte algo, ¿verdad Jimena?
-¿Y por qué vas tan maquillada? ¿Es un reclamo?
-¿Un reclamo para quién? Me gusta ir muy maquillada.
-Pues, para los hombres, no tienes que ocultar que eres una profesional. Con nosotras no hay competencia.
-Es que no soy  prostituta.
-Solo las putas se maquillan así.
-Bueno, pues entonces tú no eres ingeniera nuclear, solo los hombres pueden serlo.

Jimena se levantó bruscamente, como si hubiese encontrado a la persona que buscaba.
-¿Qué le pasa?
-No lo sé, -contesto Maife-. Si lo sabía, eran sus típicos arranques de celos.
-¿Vivís juntas?
-Si, pero no pienses que somos una pareja cerrada. Lo que pasa es que ella está nerviosa por problemas de trabajo.
-¿Es que los trabajadores se niegan a llamarla ingeniera?
Maife sonrió con ambigüedad. La sonrisa abierta era una traición a Jimena.
María iba demasiado maquillada, su voz estaba quebrada, pero daba confianza y a su  lado sentía tranquilidad, nada tenía que ver con las crispaciones de su cotidianidad de vida en pareja. Pensó Maife, de las infidelidades de las que era objeto, en su sufrimiento oculto, en tiempos mejores cuando vivía una soledad libre que terminó cambiando por  compañía carcelaria. No estaba dispuesta a seguir callada, y  a pesar de todo, incluso del  precio tan alto que pagaba por convivir con una mujer genial. La lógica estaba de su parte.
-¿Vives sola?-Preguntó a María-.
-Si.
-¿No has vivido antes con nadie?
-Si, con una mujer ¿acaso se nota?
-No, no -Maife dudó por momentos-,... Supuse que a tu edad ya  habrías vivido con alguien. ¿No has tenido relaciones con hombres?
-No, pero quiero tenerlas.
-Yo viví un tiempo con mi marido pero aquello era insoportable. No creo que pueda volver a convivir con un hombre.
-¿Por qué?
-No se, no se los porqués, se que no lo haría. Sencillamente no quiero repetir aquello.

Jimena se acercó a la mesa, dio un golpe en el hombro de Maife, un golpe no muy fuerte, pero si más fuerte de lo necesario, -dijo- sin mirar a María:
-¡Vámonos! se está haciendo muy  tarde.
-Maife se levantó, inexpresiva, besó a María de modo convencional y dijo adiós haciendo un gesto con la mano.

María pensó que, después de todo, la noche había merecido la pena. Era la primera prueba de fuego como mujer por la que pasaba. Tras su cambio de sexo en Londres. Y había comprobado con cierta tristeza y  algo de desaliento que el mundo seguía siendo el mismo, desde cualquier perspectiva o  ángulo con el que se mirase.

Este artículo tiene © del autor.

669

   © 2003- 2023 Mundo Cultural Hispano

 


Mundo Cultural Hispano es un medio plural, democrático y abierto. No comparte, forzosamente, las opiniones vertidas en los artículos publicados y/o reproducidos en este portal y no se hace responsable de las mismas ni de sus consecuencias.


SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0