LACRIMA
Hacerle desaparecer...
Se armó de (su escaso) valor,
eligió el lugar predilecto,
rincón en penumbra al final
de su jardín para inhumarlo.
Pasaron años, y una noche
(una más) de ausencia insufrible,
trastornada, tomó una pala,
corrió al ángulo del jardín,
al rincón en penumbra fría
donde la removida tierra
no había sentido sus pies
desde aquel momento inhumado.
C
a
v
ó
h
o
n
d
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h
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n
d
o
m
u
y
h
o
n
d
o
Llegó hasta él. Sacó la caja
para exhumar aquellos restos.
Lo llevó a su alcoba, vertió
en su cáliz Lacrima Christi
insangüe con toda la química
prescrita en búsqueda de alivio.
Bebió con avaricia extrema,
le sonreía dirigiéndole
la postrer lágrima en los labios.
Se recostó donde yacía
el retrato mudo y dilecto
del gran amor enmohecido.
Diana Gioia