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LA FUNCIÓN O TRANSFORMACIÓN DE LOS POETAS

Salomón Vaderrama Cruz

Perú



La flor amarga que es figura esbelta
Está pariendo a su hijo el esperpento
Aquel que erigirá en el propio llanto
La flor que será la materia muerta
-De Las flores negras

¿Existe algún papel para los poetas en la actualidad? Me refiero, no a la acción de escribir y exponer un mundo íntimo en la hoja en blanco o en el ordenador vacío, sino al papel de cambiar y ordenar la realidad, la nueva realidad, la posible realidad. La que indefectiblemente nos sumerge o conduce a la reducción de recursos necesarios para sostener la vida (todas las variantes posibles de las plantas) como la conocemos y concebimos: nuestra vida. O, en paralelo, para sostener el equilibrio vital (el ciclo de interrelaciones), se encarga, la naturaleza sabia tiene que extinguir alguna forma viva (especie cuyos recursos carecen de espacio, de espaciotiempo) para que radicalmente no se extingan cuatro o dos o tres. La misma realidad (realidad = naturaleza) que asume el rol de transformar los organismos (evolución = adaptación = mutación) para los nuevos ambientes (biotopos) más hostiles, más inhóspitos para las otras especies no partícipes de la transformación; a veces radical (una gran explosión) o a mejor cuantía y adaptabilidad, proceso paulatino y lacerado (deseo o función eutanasia).

Pero, claro, es algo que no es nuevo sino que viene copulado a nosotros desde la primera vez que un hombre definió o remarcó el espacio o territorio que podía habitar, tal o, esa especie. El principio de los, aparentemente, inofensivos corrales. Corral para las vacas, las ovejas, corral para los cerdos... corral, reserva natural o parques ecológicos, corral o prisión para los criminales, corral u hoguera para los herejes; corral, bloqueo económico o exilio para los opositores; corral, medios de comunicación (paneles, revistas, periódicos, radio, televisión, teléfono, internet...) o bombardeo constante de estupidez mecanicoreflejo o reflejomecánico (condicionamiento = necesidad repetida y asumida verdadera).

Entonces, ¿cuál es la función de los poetas? ¿Asumir lo inevitable y proseguir la senda de los microprocesadores, de las ingentes metrópolis automatizadas, del futuro y ya deducido mundo que prosigue: biotopos = biorobots (ínfimos, pequeños, grandes, ingentes naves estelares donde se vivirá y vivirán las futuras sociedades), humanoides (entes, cosas que asumirán funciones de preparación y reparación de los contextos o mundos donde está o irá el nuevo hombre...) Es que está todo evidente: la manera como en estado y estatus desesperado se consumen y crean los nuevos medios y formas de alimentación.

Sólo haciendo una analogía de primaria se puede comprender qué va a suceder cuando el planeta azul esté como China o India; pienso que así como ellos, desesperados, por que lo están, sino porqué tan barato la mano de obra, y su producción en sí (a pesar de la calidad). La deducción de esto es que el hombre, por algo, está realizando investigaciones en otros planetas. Claro, no es secreto que en un futuro, no tan lejano, únicamente podrán gobernar aquellos que controlen los medios vitales (agua, vegetales, animales, energía solar o semejante en celdas de retroalimentación...), los agentes naturales que permiten la vida y a su vez son los que más peligro corren de contaminarse, de volverse simple y ordinaria tierra (estéril = muerta). Esta es la razón por la cual empresas del mundo entero están en la pugna por lo último en tecnología genética (sincrónica y diacrónica). Acelerar el proceso de producción (un crecimiento óptimo en el menor tiempo posible) y mejorar la calidad del producto (hacerlo inmune a los agentes patológicos y abarcar lo más posible en volumen y beneficio). Es que las poblaciones así lo exigen; parece ser que, a pesar de todo (guerras, epidemias y catástrofes naturales), más son los que nacen que los que mueren. Sino cómo nos explicamos el, monstruo, total de la población mundial (en algunos lugares más densa que en otros). Así tenemos cebollas y papas que superan el kilogramo, manzanas y plátanos que ya no se malogran, lana y algodón de color rojo o verde (naturales o, mejor dicho, modificados)... Aves que crecen en 45, 30, veinte días solamente (dos kilogramos y a la mesa y al estómago y a la sangre y al ciclo alterado); y se está investigando para que este espaciotiempo, todavía extenso, se reduzca a su mínima expresión. No me extrañaría que en un tiempo, no previsto, se conciban aves en un instante (como si atravesaran puertas, en el tiempo, de su normal desarrollo y estabilidad). Todo por propulsión genética (los motores del presentefuturo). Pero no es todo y solamente la necesidad de alimentar más rápido sino que está la, un poco olvidada y vital, necesidad (implícita) de poder morir más rápido. Por supuesto, es lo más lógico; un ente viviente al que se le altera su ciclo vital (natural) de desarrollo óptimo, también se le modifica su ciclo de muerte óptima. ¿Qué arrastrará esto? Ya lo sabremos, o ya lo sabrán los especialistas en alteración y aliteración genética (si es que no lo saben ya, los filosofobiólogos o biofilósofos).

Yo, puedo proponer, que un ciclo de óptimo desarrollo, implica, un consumo de una cadena de desarrollos, también, óptimos (aclarando que, en realidad, con el matematismo de la genética nunca se sabe). Pero, qué pasa con un consumo de una cadena alterada (crecimiento forzado y raudo), acaso, no será posible, también, asumir en la cadena más grande (el que aproveche ese alimento) una alteración irreversible en su óptimo desarrollo; algo así como que, paulatinamente, su aprovechamiento y crecimiento, también, sean más rápidos y así una vida más corta. Lo que estaría, directamente, afectándonos a nivel genético y masivamente, desapercibido, hasta que será tarde. Es, singularmente, una hipótesis que puedo elaborar de tan gigantesco y muy complejo mundo. Al mismo nivel y con igual particularidad, me pregunto y cavilo sobre este mundo enigmático de las computadotas y el internet (universointernet); siempre me sorprende la posibilidad de almacenar y trasladar tanta información junta de un lugar a otro (a veces me parece infinita).

Pero pienso y veo que no es cierto, sino que todo radica en la contrariedad, paradoja, de que (un posible), en un instante la capacidad binaria del símbolo se pierda o simplemente cambie por sí misma (en el lenguaje de las computadoras) a otro código; a una especie de lenguaje, todavía, no viable de interpretar. Para ser directos, la posibilidad de esta red cerrada o cíclica de conjugar un virus de tal manera que ningún programa de traducción funcionara. ¿Qué sería del hombre moderno? Sólo de pensar me causa pánico, ya que, si bien, yo no soy o no sería el afectado directamente, sí lo sería en vía indirecta; ya que estoy tan acostumbrado como cualquier hombre moderno.

Aunque hay algo que me salva o nos salva; ese callado, fiel y verdadera puerta de lo infinito que es el libro. Sí, el libro que se vuelve joya cuando las explosiones llegan y expanden su poder electromagnético. El libro en todas sus posibilidades y formas: el libro conjugado en un papiro o pared egipcia, el libro depositado en tocapus o quipus incas, el libro o semiótica de los tatuajes o simple y hermoso libro de la Biblioteca del Congreso de Washington. Aunque en la realidad, o modo de vida diaria, en el año 2005 todos, o casi todos, consumimos alimentos modificados genéticamente en vías directas (por los genes) o indirectas (por los agentes que se usan para cultivarlos).

Además, todo esto surgió de una de tantas charlas con mi hermano, quien propone: El asunto de las guerras, no obstante parezca descabellado, es algo que tiene que ver con la naturaleza. Sí, me refiero a que la sabia, madre, naturaleza crea estas guerras para controlar la población mundial; y no como dicen por ahí, para vender armas y aniquilar al enemigo. Bueno, cierro así por que éste es un artículo poético, aunque desborden los límites absurdos o no tanto; esto, creo, más discutible que todo lo anterior, ya que se opondría a pensadores tan geniales como Schopenhauer o Nietzsche, a ya saber, esto es para otro artículo.

Salomón Vaderrama Cruz, Director de la revista impresa Antínfeliz

Este artículo tiene © del autor.

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