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EL DICCIONARIO

Trabajo dedicado a quienes desprecian la cultura

César Rubio Aracil

España



¿Qué quieres?, ¿lucirte con esnobismos? Ve a un mingitorio e identifícate con tus sentencias "novedosas". ¿Qué anhelas?, ¿escribir bien? Utiliza el diccionario.

Para el carpintero, la gubia; para el escritor, el diccionario. Escribir no es cualquier cosa, excepto para quienes (escribientes y cagatintas), estimulados por la tendencia a redactar del modo que les exija menor esfuerzo, consideran su trabajo como el canto de “La Parrala” y el academicismo un escándalo contra la economía del lenguaje. De esta manera, satisfechos por sus “logros”, insisten hasta la hartura inducidos por su ejemplar normativa: nada de cultismos ni de mariconadas; a saco contra la ortografía y la inútil sinonimia. Cuantas menos palabras, mejor. Ya digo, “economía del lenguaje. “Sip”, “nop” y “¡ays!!” representan “avances” filológicos incuestionables. De este modo, con la ayuda de Internet, las coces al DRAE son más efectivas. ¡Perfecto! ¿Os cuento una sencilla anécdota que me sucedió ayer? No os preocupéis, son pocas palabras las que voy a emplear.

Un amigo que dirige un grupo literario en un pueblo de Alicante, me llama por teléfono:

- César, ¡coño, que "te se" ha olvidado venir a la reunión!

Cambiemos de tercio. El diccionario no sólo me sirve de bastón para disimular la cojera gramatical que padezco. También lo utilizo con otros fines. Si me limitase exclusivamente a conocer el significado exacto de las palabras que empleo en la escritura (cosa que está muy bien), desaprovecharía las múltiples posibilidades que me ofrece la lexicología. Una justa aplicación de la normativa gramatical, puede encontrarse en muchos casos en el catálogo académico por excelencia. Para el uso de las preposiciones -por ejemplo-, cuando tengo alguna duda al respecto, echo mano del correspondiente diccionario. Si se trata de un término especializado: de medicina, física, biología o de lo que sea, junto a mí tengo la fuente de datos. ¡Y me he llevado cada sorpresa! En cierta ocasión, más por curiosidad que por voluntario esmero, consulté en el DRAE la definición del infinitivo “enervar”. “Debilitar, quitar las fuerzas” El mismo significado para el resto de acepciones. Yo estaba convencidísimo de todo lo contrario. Pero no acaba la cuestión en este punto.

Hace escasos días escribí en uno de mis artículos el vocablo escoriación. Así, como suena, y di publicidad al trabajo. Luego, al revisarlo de nuevo, me sentí mal a causa del supuesto error ortográfico. “¡Pero si es con x: excoriación!”, pensé-, y me dediqué a indagar. Estaba en un error. Según el diccionario, ambas formas son correctas. Respiré hondo. No puedo perdonarme una falta ortográfica. Si la cometo, me impongo como penitencia registrar la equivocación en mi archivo de fallos lingüísticos personales.

Más cosas. Cuando, en el ordenador, consulto los tres “mamotretos” académicos que tengo instalados, flipo. Leo en una obra de Gabriel Miró la frase “gluma floral”. “¡Qué hermosura!”, pienso. De cabeza al diccionario. En la parte izquierda, el “resultado de la búsqueda”: completo índice de palabras que, por cambiar el colocón de un porro acompañado de güisqui por el de las letras, me sumerjo en él. Luego, río abajo del “palabrario” (neologismo de Diana Gioia), me encuentro con “golimbro”. Este vocablo me suena a trilita. “¡A ver, a ver!”, y comienza el festival gonádico. “¡Coño!": “Golimbro-a (de ‘gola’; Bad.) Adj. ‘Goloso’". Estoy en el María Moliner. Recurro al DRAE: “Golimbro, bra. 1. Adj. Bad. Aficionado a comer golosinas”. Me lío con los topónimos: “Badajoz: badajocense, badajoceño, pacense, beturiense". "Ah...”. De paso me sirve para recordar la ubicación exacta de Extremadura, sus límites con otras provincias, algunas de sus costumbres... “¡Joooder!”, exclamo de viva voz.

- ¿Te sucede algo?- me pregunta mi samaritana.

- Nada, mi amor. Es que estoy a punto de correrme de gusto.

Claro. Mary, que no se fía de Internet, por si acaso me pilla “chateando” con alguna golfemia (palabra esta última registrada en el “Diccionario del Español Actual”, de Manuel Seco), se me planta ante la computadora. Cosas de las mujeres. Luego nos enfrascamos en cuestiones literarias y, como va haciéndose tarde, decidimos acostarnos. ¡Magnífico! Después, en la cama ..., nos comemos un pastelillo de gloria. Gracias a los diccionarios.

No es que yo quiera vender la burra a nadie. Sé que muchos pibes andan a la greña con el DRAE. (Hago un inciso para confesaros que he tenido dudas sobre si la frase correcta es la que acabo de escribir, o si la expresión debería ser “andan de la greña. Uno quiere sincerarse con sus lectores y demostrarles que no pasa nada con desnudar sus propias carencias gramaticales ante el prójimo. ¡Coño, otra vez! No sé si es correcto escribir “propias” carencias -que me suena a redundancia, o a pleonasmo-, o si, por el contrario, debo eliminar el adjetivo. Consultaré después el diccionario, o la gramática si no me aclaro con el DRAE. Y también el tiempo y modo verbales de la palabra “debería”.) Decía/digo que bastante gente menuda, y también no tan chica, se la pelan de gusto haciéndoles pedorretas al María Moliner, al DRAE y a la enciclopedia. Creo que es un error. Escribir correctamente cuesta lo suyo, y mucho más a quienes, por carecer de la debida instrucción, o por olvido, aspiramos a ser escritores. Se le hace un flaco favor al saber humano despreciando el conocimiento lingüístico, y supone un atentado contra el aprendizaje ajeno aumentar por comodidad y vagancia una actitud perjudicial para todos. Reconozco mis limitaciones: gramaticales, léxicas, estilísticas y otras similares, aunque me afano hasta el máximo de mis posibilidades por respetar a quienes se atreven a leer mis cosas. Me causa pena adentrarme en los escritos de personas que, por creerse buenos escritores, nos bombardean con trabajos sin pulir. Deberían corregir sus artículos y narraciones antes de utilizar un espacio destinado a la auténtica cultura. No acuso a nadie en particular. Soy el primero en aceptarme incompleto en el arte de redactar, pero lucho por perfeccionarme. Por tal motivo hago uso continuo del diccionario, que me apresuro a recomendar a todos: a quienes saben mucho, y a quienes prefieren decir “sip” sabiendo que lo hacen mal.

Augustus.

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