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TODO LO QUE BRILLA NO ES ORO

Ileana Corvisón Menéndez

Cuba



Cierto día iba la arpía  volando. La arpía estaba muy contenta y fue a casa de la lechuza, al llegar se sentó y le dijo:

-Hola lechuza como estás:

-Muy  bien, gracias, ¿Qué te trae por aquí?

-Vine a decirte algo. Ayer me encontré esta piedra que brilla y te la traje porque ya que tú eres tan sabia me podrás decir de que tipo es.

La lechuza la observó, la examinó, y después de un rato dijo:

-Es un pedazo de oro.

-Ya sabia yo, como no lo supe antes si todo lo que brilla es oro .- Decía la arpía contenta.

-Siento desilusionarte amiga, pero a veces todo lo que brilla no es oro.

-No, nada de eso, es más, te voy a demostrar que todo lo que brilla si es oro.  Responde, ¿El diamante brilla?

- Sí, pero...

- Ves amiga mía, también otras cosas que brillan son los lingotes, las pepitas, los rubíes y  otras piedras preciosas y son valiosas como el oro.

La lechuza y su amiga siguieron discutiendo todo el día. Al llegar la noche la arpía se fue y la lechuza se quedó pensando como darle una lección.

A la mañana siguiente fue a casa de la arpía. Al llegar la llamó y le dijo:

-Amiga arpía ayer vi en lo alto de una montaña una bola grande y brillosa en el cielo y pensé que te gustaría cogerla.

-Claro que sí, dime donde esta la montaña.

-La lechuza le explicó donde estaba la montaña y como la arpía era de pocas entendederas no se dio cuenta que era el sol.

La arpía se paso todo el día pensando como lo iba a bajar, pues si era tan grande...

Por la madrugada subió a la montaña con una soga en el ala para amarrar a la bola brillante. Pasado un rato salió el sol.

-¡Oh la lechuza no mentía, si parece un lingote de oro grande y redondo!

La arpía comenzó a volar para coger al sol y en los ojos se le veía la ambición.

La lechuza que la observaba desde abajo decía.

Ay tonta arpía, mira que no darte cuenta que lo que brilla es el sol.

Al llegar la arpía lo fue a tocar y se quemo las alas y como no podía volar empezó a caer. La lechuza rápidamente preparó un colchón de pajas para que su amiga no se golpeara. La arpía cayo en las pajas y la lechuza la llevo a su casa y le vendo las alas. La arpía curiosa le pregunto.

-¿Qué es eso brillante que quema tanto?

-Eso es el sol.

-¿Como, yo toqué el sol?

-Sí

-¿Y por qué me mandaste?

-Para que vieras y aprendieras que todo lo que brilla no es oro.

-Sí pe....

-No discutas más, acepta que te equivocaste.

-Si ya sé que me equivoqué.

Así fue como la arpía aprendió que todo lo que brilla no es oro.



Raulín es un niñito que ha visto correr dos primaveras ante sus grandes y expresivos ojos, de un  negro mar de noche con todas las estrellas bailando dentro y que si le preguntan  _ ¿Cuántos años tienes? Estira mucho dos dedos gordezuelos, casi siempre con recuerdos de algún caramelo en ellos  y responde muy orgulloso con ese gesto. Es  vivaracho, alegre, parece un cascabel nuevo, alpinista descubridor de mundos secretos y no sé cuantas cosas más. 

Vive en una casa blanca alegre rodeada de bien dispuestos jardines. Su abuelita lo cuida más que a sus jazmines y la su rosa amarilla, que de puro bonita rivaliza con las mariposas.

Un día en que fatigado de tantos descubrimientos, encaminó sus aún algo  inseguros pasos hasta el patio, su lugar preferido para el descanso, sucedió algo que voy a contarles ahora. No bien estuvo allí, después de mirar a su alrededor por breves momentos, se sentó sobre la fresca hierba, mientras que el aire más suave del mediodía

jugueteaba con sus brillantes rizos negros;  así estuvo un rato, hasta que los inquietos ojos fueron atraídos por un casi imperceptible movimiento en una de las muchas macetas con flores que adornaban aquel patio, algo se movía en una de ellas, fijó su vista y no había pasado mucho tiempo cuando vio saltar del borde de una maceta un hombrecito, pequeñito, pequeñito cómo no había visto otro antes. Tan pequeño era que cabía en una de las manos del niño; Caminaba dando saltitos y la ropa parecía quedarle un poco grande pero lo que más llamaba la atención era su risa, pues se reía a grandes carcajadas dando la impresión de estar muy alegre. Así entre salticos y carcajadas   

fue acercándose al pequeño, quién lo miraba entre asombrado y divertido, hasta que contagiado con su risa rió también, para ése momento ya el hombrecito estaba a su lado, bastaría con estirar uno sólo de sus dedos para tocarlo, pero prefirió quedarse quietecito

para ver que sucedía. Porque habíamos olvidado decirles amiguito que Raulín era un niño muy valiente que no temía a nada, como deben ser los niños.

_ Hola amigo, ¿Cómo te llamas? Preguntó el hombrecito dejando de reírse por primera vez.

_ Raulín dijo el pequeño quién a su vez le respondió con otra pregunta, ¿Y tú cómo te llamas?

_ Ja, ja., je, je, ji. ji,  volvió a reír el hombre pequeñito, - mi nombre es Din Dón y soy amigo de  todos los niños- sabes vivo allí en esa maceta._¿Quieres que seamos amigos?. Mientras  esto decía no cesó de dar saltos ni un sólo instante, si quieres ya verás que bien la pasamos, ¿por qué sabes una cosa? No hay nada que yo ignore que no sepa a la perfección. Sé hacer cuentos, conozco dónde viven las hormiguitas, dónde duermen las mariposas y muchísimas cosas más, que tal vez te pueda gustar conocer también, por lo pronto vayamos hasta el  mango  que da mucha sombra y allí estaremos más a gusto.

Efectivamente al final del patio se erguía orgulloso como rey en su castillo un hermoso árbol de cuyas ramas pendían sus sabrosos frutos, además de  brindar  una sombra fresca y perfumada tentadora al descanso, hacia allí se dirigieron los recién estrenados amigos, el niño divertido y algo asombrado miraba todo lo que Din Dón  hacía,  quién se movía dando sus acostumbrados saltos, para aquí,  para allá. No bien hubieron llegado comenzó a contarle un sin fin de historias por cierto muy alegres y divertidas todas. Pronto no estuvieron solos, cosa que claramente agradaba a Din Dón, quién entonces se esmeraba más relatando sus cuentos y al final de cada uno de ellos 

daba unas cabriolas que hacían reírse hasta las mismas hojas del majestuoso mango.

El Sinsonte que se encontraba posado en una de sus ramas lo premiaba con algunos de sus mejores trinos, las flores todas se mecían en señal de contento y aprobación y el viento juguetón lo envolvía en sus frescos brazos para después  quitarle el sombrero durante breves momentos y Raulín ni qué decir reía y aplaudía a más no poder disfrutando de  aquel concierto de amistad y buena compañía.

Din Dón  se esmeraba más y más en el relato de sus interesantes historias, todas nuevas para el pequeño, entre ellas la del Sapo Manolón y su esposa  Doña Rana Manuelita; el cuento del Por qué La Lagartijita Mocha había perdido parte de su cola, El por qué  Bella Rosa, la rosa amarilla que era orgullo de la abuela, por vanidosa dejó de recibir las visitas de sus amigas las abejas y hasta las mariposas.

Así entre cuentos,  cabriolas, trinos,  risas, historias y más historias, el tiempo pasó corriendo, cual chiquillo travieso, dejando sólo en el aire el perfume de sus juegos.

De pronto Raulín sintió que su cuerpo era levantado con mucho cuidado y sus mejillas prisioneras de un beso, con asombro inmenso abrió sus ojos, parpadeó un instante, miró a su alrededor buscando, pero no,  increíblemente el hombrecito no estaba y lo más sorprendente de todo era que estaba en los brazos de su papá, quién lo apretaba fuerte contra su pecho, para un momento después, separarlo un poco y mirándole la carita   preguntarle mitad en broma mitad en serio. _ ¿A ver que hace mi dueño dormido aquí en el patio?

Mirándolo sorependido el niño respondió_ No papi, Raulín no estaba dormido.

Alrededor hubo un revuelo, cómo de cosas que recuperan su sitio, advertido el niño miró hacia las macetas, y  pudo ver como Din Dón,   detrás de las flores de su maceta lo saludaba con su sombrero.

Y colorín, colorán, mi cuento nuevo, mi primer cuento ya te he contado.  

Ileana Corvisón  Menéndez, 1987 

P.-S.

Para mis hijos y futuros nietos y para todos los niños y niñas que puedan leerlo algún día con todo mi amor y respeto dedico este mi primer cuento infantil.

Este artículo tiene © del autor.

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