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Violencia en Argentina (XXX): Aún resta un largo camino

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Es probable que el juez Antonio Boggiano debía ser destituido, pero ha quedado en el aire el previsible tufillo de chantada política, en especial por el castigo adjunto: impedido de por vida para ocupar cargos públicos. ¿Cuántos políticos debieron recibir el mismo castigo y, sin embargo, se vuelven a postular? ¿Qué decir, por ejemplo, de Obeid y Reutemann, responsables directos, por adhesión u omisión, de la inundación de Santa Fe en 2003? ¿Qué decir de Aníbal Ibarra?

Violencia en Argentina (XXX):

Aún resta un largo camino

Es probable que el juez Antonio Boggiano debía ser destituido, pero ha quedado en el aire el previsible tufillo de chantada política, en especial por el castigo adjunto: impedido de por vida para ocupar cargos públicos. ¿Cuántos políticos debieron recibir el mismo castigo y, sin embargo, se vuelven a postular? ¿Qué decir, por ejemplo, de Obeid y Reutemann, responsables directos, por adhesión u omisión, de la inundación de Santa Fe en 2003? ¿Qué decir de Aníbal Ibarra?

El matrimonio Kirchner luchó para destituir a Boggiano, y lo consiguió a un costo todavía indefinido: Boggiano apelará a cortes internacionales. Está en su derecho. Hay, además, otras cuestiones que se dejaron de lado como si nada importaran: desde 1998 Boggiano tomó distancia de la mayoría automática del menemismo, y luego, con Kirchner, pasó a refrendar cada proyecto del Gobierno. Además, el Presidente queda en una posición riesgosa: trabajó para eliminar a la mayoría automática de Menem, pero ahora se equipara a éste porque ha nombrado a los nuevos miembros de la corte. ¿El próximo Presidente volverá a reemplazarlos acusándolos de alguna “mayoría automática kirchnerista”? El abuso de las instituciones es una norma de este Gobierno, y un precedente que en nada ayuda al país. ¿Cómo atraer inversiones a un país en donde el poder ejecutivo se inmiscuye constantemente con los demás poderes, demostrando, en la práctica, que no hay independencia?

Politiqueros

Eugenio Zaffaroni, otro juez de la Corte Suprema, se mostró alterado por el trato dispensado a Boggiano. Con razón argumentó que es riesgoso, además de absurdo, destituir a un juez por sus fundamentos en un juicio. Sobre el cambio de voto de un día para otro, quienes se lo reprochan a Boggiano ignoran cómo se realiza un fundamento: es una larga discusión con sus pares, en donde cada uno procura convencer al otro. Si uno es convencido, cambiará su voto. En el caso de Boggiano se consideraron los “borradores” de su fallo. ¿Qué sería de la vida de los escritores si se consideran sus borradores en lugar de sus libros terminados? ¿Qué de los periodistas de opinión, en el mismo caso? Llegar a un trabajo depurado, bien escrito y mejor argumentado, supone una ardua labor. Los apuntes y borradores son sólo eso: ideas que requieren de un correcto desarrollo y articulación para ser leídas y comprendidas.

Es evidente que los diputados y senadores que votaron mayoritariamente por el alejamiento de Boggiano se basaron más en conveniencias políticas y emocionales que en cuestiones de peso. Eduardo van der Kooy habló directamente de «una encarnizada y ordinaria lucha política (...) El Senado pareció optar por una revancha antes que por imponer una sanción racional y atinada. Avanzó, incluso, con peligro sobre incumbencias de la Corte. La figura del juicio político resultó degradada» (cfr. Un país con la anemia de siempre. Clarín, 02/10/05, p. 33).

De esta anemia enquistada en el ideario argentino no saldremos con facilidad. A la falta de educación y sentido común le sumamos el oportunismo revanchista, que sólo puede llevarse a cabo entre hipócritas que saben de los vericuetos de la politiquería y hacen su agosto entre gallos y medianoche. Dentro del marco de la campaña eleccionaria, la destitución se interpreta como un triunfo de la señora Cristina Fernández. Pero dentro del marco más amplio de la salud institucional del país, la destitución no es más que otro ejemplo de la debilidad y parcialidad que sufrimos desde hace décadas.

Kirchner implementó un sistema de elección de los ministros de la Corte que supera en mucho la dedocracia que se usaba antes. Los nuevos jueces que ocuparon los puestos vacantes (Zaffaroni, Argibay, Highton de Nolasco, Lorenzetti) tienen, en general, mejores dotes intelectuales que los que los precedieron. Pero esto no implica que el poder Ejecutivo se deba inmiscuir a cada rato en esferas que no le competen.

Histerismos

Kirchner ya nos tiene acostumbrados a un doble discurso obsceno, acomodaticio. Pero a medida que se acercan las elecciones derrapa en forma lamentable. No solo repite el esquema de la vieja política de Duhalde al canjear votos por electrodomésticos a tres semanas de las elecciones, sino que con sus acólitos había resuelto un proyecto para frenar las ejecuciones hipotecarias por deudas. Como trascendió que el proyecto sería un acuerdo consensuado con los duhaldistas, montó en cólera y prohibió a sus émulos que avanzaran con el proyecto. Como contrapartida, la cámara de Diputados demostró una incipiente independencia y, asociándose peronistas, radicales y otros partidos, consiguieron votar la suspensión de las ejecuciones por 120 días. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que cada día se parece más a Chirolita, acusó a los que votaron el proyecto de ser «una verdadera máquina de obstruir». ¿No se trataba, acaso, de un proyecto que aprobaba el mismo Kirchner? Días después, chequeando el termómetro social eleccionario, decidió volver a cambiar y preparar un proyecto a favor de los deudores. “Chirolita” Fernández guardó entonces un piadoso silencio.

Resulta evidente que el Gobierno debe resolver el problema de los ahorristas en una forma equitativa, pues tampoco sería justo que los que prestaron su dinero pierdan sus ahorros. La solución deberá ser consensuada. Ya es bastante problemático que el Gobierno se haya entremetido en un contrato de parte ante escribano, cuando es ese mismo Gobierno quien llevó al extremo la situación que hoy desvela a miles de argentinos. Que el hilo acostumbre a cortarse por lo más delgado no justifica la impericia de un poder ejecutivo autista y mercenario. Es cierto que Kirchner no tiene responsabilidad por los hechos de diciembre de 2001, pero sí la tiene por lo que (no) hace desde que asumió en 2003. Su conducta parkinsoniana no es digna de un jefe de Estado, sino más bien de un recién llegado manejado por sus emociones. Ya Lula se permitió una ironía sobre sus “participaciones” en las cumbres de presidentes. Es una vergüenza.

Los desvelos presidenciales no pasan por mejorar la calidad de vida de la población y por solucionar los problemas, sino por oponerse a Duhalde. Hacer partícipe a la sociedad de ciertas intimidades es de mal gusto.

Montoneros

Es probable que el 23 de octubre triunfe Cristina Fernández. Los sondeos de opinión la dan con clara ventaja sobre Hilda “Chiche” Duhalde. ¿Cambiará el panorama el día después? Difícil. Aunque habrá aumento en los servicios, mayor autismo del Gobierno para con el periodismo, y mayores problemas en las cámaras porque el duhaldismo comenzará a “independizarse” del criterio presidencial. Es decir: es probable que una vez más la sociedad sea rehén de internas que sólo le competen e interesan a dos personas cuya mezquindad los obnubila. La paradoja de que ambos pertenezcan al mismo partido es una muestra elocuente del síndrome del peronismo. Si es cierto que la política es la acumulación del poder, no es menos cierto que su ejercicio responsable supone dar soluciones a los problemas sociales. El peronismo no los ha resuelto, sino agravado a través de políticas reduccionistas, prebendas sin respaldo ni exigencias y una actitud general de populismo trasnochado, setentista.

No deja de ser curioso, pues Menem sostuvo hace pocos días que el peronismo «nunca estuvo con los zurdos». Ya lo había hecho notar Antonio Cafiero cuando afirmó que Perón le habría dicho a Kirchner que «el gobierno no es para pelearse con todos, aunque no te gusten. ¡Por favor, dejá de juntarte con estos zurdos, de la izquierda neoliberal, de la izquierda social, porque ésos no son peronistas, viejo!» (cfr. La Nación, 02/07/04, p. 8).

En realidad, quien primero lo dejó en claro fue el mismo Perón, cuando el 01/05/1974 echó de la Plaza de Mayo a los “imberbes” montoneros. La orfandad que muestran estos simpatizantes de una izquierda peronista (algo así como tratar de mezclar el agua y el aceite, atendiendo a las probadas simpatías de Perón con regímenes totalitarios de derecha) es patética. Pese a que el líder los basureó, como hizo también con Héctor Cámpora, siguieron sintiéndose los “verdaderos” peronistas. Casi un año antes había ocurrido la masacre de Ezeiza (20/06/1973), y aún pugnaban por agradarle a Perón. ¿Cómo puede entenderse que estos muchachos, luego de haber sido humillados en la plaza, continuaran apuntalando al caudillo? La única respuesta lógica parece ser la de Lenin cuando acuñó una expresión terrible pero precisa: los idiotas útiles.

Hay una relación de amor-odio que suele vincular los opuestos. Montoneros parece encajar en este esquema en donde la denigración puede convertirse en reconocimiento. Es lo que ocurrió con muchos prisioneros que terminaron amando a sus torturadores, o Jorge Born contratando a Galimberti, su secuestrador, sin que éste siquiera le haya devuelto parte de los 60 millones de dólares del rescate. No resulta muy tranquilizador oscilar entre histerismos grandilocuentes. Argentina deberá recorrer aún un largo camino para poder salir de las miasmas politiqueras que la subsumen. Borges, siempre irónico y sagaz, solía decir que la solución del país radicaba en mantener la democracia, ininterrumpidamente, unos doscientos años. Nosotros llevamos recién poco más de veinte. Pero la esperanza, que es lo último que se pierde según el concepto popular, sigue de nuestro lado. Lástima que de ser cierto ninguno de nosotros podrá ver imperar la racionalidad por sobre la mediocridad, la justicia por sobre la intolerancia, y el orgullo sano por sobre la degradación autoinfligida. Pues, al fin de cuentas, tenemos los gobiernos que se nos parecen.

© Carlos O. Antognazzi.

Escritor.

Santo Tomé, octubre de 2005.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, República Argentina) el 07/10/2005. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2005.

Este artículo tiene © del autor.

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