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De política, sí hablar

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Javier Echeverría Zabalza – ATTAC Navarra-Nafarroa y promotor de Carta Social/Jendarte Gutuna

Cuando yo era niño, en el bar de mi tío había un cartel que decía: “De política, ni hablar”. Eran los años 50 y 60, y entonces se decía que ni el jefe del Estado era político. Hablar de política, y mucho más hacer política, equivalía a ser sospechoso de actividades criminales o terroristas.

Hace ya mucho de aquello. Teóricamente llevamos 35 años de democracia, pero, salvando algunas distancias, en el fondo tampoco han cambiado tanto las cosas. También ahora hace política una élite reducida. También ahora, si haces una política crítica con el inhumano sistema actual eres tachado de “antisistema” y puede caer sobre ti todo el peso de los aparatos represivos. Cada vez me recuerda más todo esto a mi niñez y juventud. Por la pobreza a la que nos abocan, por los derechos que nos quitan y por la cada vez menos democracia que tenemos. Con una gran diferencia: nos han llevado a una situación límite en la sostenibilidad del planeta y siguen en su carrera infernal hacia su destrucción. Los amos del mundo solo piensan en enriquecerse a nuestra costa y a los políticos que nos gobiernan solo les preocupa favorecerles y tener más votos en las próximas elecciones. A la ciudadanía solo nos queda resignarnos en nuestro expolio y en el de las generaciones futuras. O también rebelarnos, pero esta opción está tardando demasiado.

Política significa ordenamiento de la ciudad y, por extensión, de la sociedad. Democracia quiere decir soberanía popular. Política democrática debería significar, por tanto, que la ciudadanía se hace cargo de la organización y funcionamiento del mundo en el que vive. En todos sus aspectos y dimensiones. ¡Pues no! No solo nos están usurpando nuestros derechos, riqueza y el propio mundo en que vivimos, sino que nos han robado también la política y la democracia. Una pantomima de participación tramposa cada cuatro años es lo que nos queda.

No solo sucede que solo una pequeña élite hace política y que a la democracia ya no se le ve ni en las fotos. Además, pasa que las viejas formas de hacer política están instaladas en la mayoría de los partidos, sindicatos e instituciones de todo tipo. Las viejas formas de hacer política se basan en despolitizar a la gente para que solo unos pocos la ejerzan, en fomentar la pasividad de la ciudadanía, en utilizar la mentira y la manipulación como criterio y la corrupción como sistema de funcionamiento (lo importante son el dinero y los votos), en inocular el miedo para que nadie se mueva o en buscar enemigos externos para fidelizar a las sufridas bases o votantes.

Las viejas formas de hacer política manipulan el lenguaje y, por ejemplo, llaman despectivamente “nacionalistas” solo a los periféricos pero no a los “gran-nacionalistas”; o utilizan las palabras “radical” o “antisistema” para denostar y reprimir a quienes van a la raíz de los problemas o a quienes quieren cambiar este injusto mundo. Esas viejas formas han llevado hasta el paroxismo la burocratización y el mantenimiento de las élites, tanto en la sociedad en general como dentro de las propias organizaciones, de manera que su mantenimiento en el poder ha desplazado al objetivo inicial de defensa de los trabajadores y de la ciudadanía. Las viejas formas de hacer política pretenden siempre vencer a quienes piensan diferente, no debatir y convencer; funcionan siempre con el esquema del juego de suma cero (lo que tú ganas yo pierdo, y viceversa); fomentan el individualismo egoísta y una competencia insana (triunfar como sea)…

Estas viejas formas de hacer política provocan desconfianza, recelo, miedo (incluso de los nuestros), desesperanza, escepticismo, derrotismo… y mucho sufrimiento. Y todo eso paraliza, atenaza y nos convierte en seres pasivos y resignados en un mundo ante el que deberíamos rebelarnos, ante el que tendríamos que luchar unidos para tomarlo en nuestras manos y hacerlo a medida de las personas. ¡Lo podemos hacer, aunque sea difícil! ¡Lo debemos hacer! Lo contrario supondría resignarnos al desastre social y ecológico sin plantar cara y luchar por evitarlo. Este mundo es nuestro y necesitamos revolucionar la sociedad, las organizaciones, las instituciones y nuestras propias cabezas para hacerlo humano; ahora no lo es.

Es posible superar las viejas formas de hacer política. Hay formas nuevas basadas en la solidaridad, en compartir, en repartir, en aportar a la sociedad en la medida de nuestras posibilidades, en cambiar la caridad que humilla por la justicia que dignifica, en la verdad, en la lealtad, en la búsqueda del consenso, en el debate franco y abierto para abordar las diferencias y acercar posturas, en fomentar el espíritu crítico, en profundizar la democracia y la participación en todas las organizaciones e instituciones y en todos los ámbitos de la vida social y política, en salirse del juego de suma cero que resta para entrar en una dinámica de sinergias que nos permita multiplicar, en hacer política con mayúsculas todas las personas, política que en estos momentos pasa por participar, unirse y luchar codo con codo.

Necesitamos un programa político común, una Carta Social, que sea la referencia para que la gente que queremos cambiar esta realidad -cada vez más gente- vaya perdiendo el miedo, el escepticismo, se sacuda el individualismo y la pasividad y nos podamos unir en torno a él. Para que entre todas y todos podamos plantar cara a financieros, capitalistas y políticos a su servicio, y construir un futuro muy distinto del que nos han preparado. Es la hora de la organización y la implicación en el cambio que necesitamos.

Publicado en Noticias de Navarra

Ver en línea : http://www.attac.es/2013/03/16/de-p...

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