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Violencia en Argentina (XXXIX): Mejor que decir es hacer

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Esta vez el secreto fue bien guardado y tuvo éxito, pero hay sectores que observan con cautela: Argentina no es de fiar. Los demagogos que nos han gobernado en los últimos tiempos han explorado una suma de desaciertos variopintos con el común denominador de

Violencia en Argentina (XXXIX):

Mejor que decir es hacer

Esta vez el secreto fue bien guardado y tuvo éxito, pero hay sectores que observan con cautela: Argentina no es de fiar. Los demagogos que nos han gobernado en los últimos tiempos han explorado una suma de desaciertos variopintos con el común denominador de la chantada criolla. Kirchner no es la excepción.

El mismo partido que a fines de 2001 aplaudió el default y cantó la marcha peronista en el Congreso, como si fuera un ámbito de uso exclusivo, hoy aplaude el pago al FMI con disparatada incongruencia. La sorpresa alcanza cimas de comedia: inclusive los piqueteros adictos al oficialismo, que han despotricado hasta la ronquera contra el FMI, hoy se muestran exultantes por el anuncio del Gobierno. Y un gremio como SMATA publica una solicitada perorando, fiel a su ideología, que «mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar. Apoyamos fervorosamente la decisión del Poder Ejecutivo Nacional de cancelar definitivamente la deuda con el FMI» (La Nación, 20/12/05, p. 11). Lo que en los 90 fue con Menem, hoy es con Kirchner.

El chauvinismo acomodaticio brilla a la par de la obsecuencia. El vasallaje es la regla del partido, que nunca se caracterizó por su nivel letrado. Recordemos la diatriba de Rafael Bielsa, la voz más mesurada y con ciertos aires intelectuales dentro del “movimiento”, contra el canciller chileno Ignacio Walker procurando explicar el peronismo (cfr. La «lógica perversa» del peronismo. Castellanos, 29/10/2004).

Consejo de la Magistratura

Es cierto que este pago brindará mayor independencia al Gobierno. El tema es cómo será aprovechada esa independencia. La experiencia sugiere moderación ante los anuncios grandilocuentes. Ya sufrimos el papelón chino. Otro tema son los bonistas: se les explicó que Argentina era un país insolvente del que no podían esperar devolución alguna salvo con una generosa quita. Roberto Lavagna, el ministro de Economía caído en desgracia cuando osó señalar como corrupto al todopoderoso ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, los convenció y aceptaron. Es gracias a Lavagna, también, que ahora puede pagarse la deuda. ¿Cómo calmar a los bonistas cuando observan que al país le “sobran” casi diez mil millones de pesos para el FMI? La maniobra nos restará un poco más de credibilidad. ¿Quién querrá bonos argentinos después de este desplante que, además, fiel al estilo K, incluye la jactancia y la bravuconada de discursos que habrían escandalizado a Perón, tan reticente a acordar con el imperialismo (al menos de la boca para fuera)?

La ambigüedad ramplona, esa «lógica perversa» tan cara al peronismo, provoca juegos sorprendentes. Kirchner critica a Menem y procura diferenciarse, cayendo incluso en la chabacanería de no saludarlo cuando juró como senador y de tocar madera como si el riojano fuera yeta o no hubiese constituido, hasta hace poco, el paradigma del partido. Ese mismo Kirchner fue el que durante la década infame participó en siete listas del menemismo. Y es quien ahora, de la mano de su esposa, procura sojuzgar el Consejo de la Magistratura para convertirlo en un apéndice más del ejecutivo. Caso curioso, pues, como destaca Adrián Ventura, «la reforma constitucional de 1994 al introducir el Consejo fue ponerles freno a los abusos del presidente Carlos Menem a la hora de designar a los jueces» (La Nación, 20/12/05, p. 14).

¿Kirchner no está haciendo una maniobra similar a la de Menem? ¿Qué diferencia a uno de otro cuando ambos esgrimen la misma estrategia para incrementar su poder? El Presidente procura independizarse del FMI, pero no vacila en hacer perder independencia a un órgano esencial para controlar al ejecutivo y garantizar la independencia, justamente, del poder judicial. El fondo de este aparente galimatías es sencillo: todo vale si se trata del beneficio del Gobierno, incluso las maniobras que se critican en otros. No se le puede pedir peras al olmo; tampoco coherencia al peronismo.

En la marcha de piqueteros opositores que el 20/12/05 conmemoró la caída de De La Rúa hubo una consigna llamativa: «Ni un peso más al FMI». La deuda será saldada en enero de 2006, y no se pagará más al FMI. Sí deberemos pagarle a Venezuela, y al doble de interés. Al FMI, paradigma del liberalismo conservador, se le abonaba una tasa promedio del 4,5 %. Venezuela en cambio, a quien Kirchner fue a pedirle ayuda, nos hará la gentileza de cobrarnos sólo una tasa del 9 %. Amigos son los amigos.

Patti y Palacios

Hay defensas que constituyen un bochorno antes que un respaldo. Cuando Kirchner compara a Luis Patti con el «nazismo alemán» y justifica su impugnación como diputado, y cuando pide «celeridad» a los jueces y fiscales para que revisen lo ocurrido con los derechos humanos en los años 70, hace una interpretación parcial de la Historia: para el Presidente la investigación debe comenzar el 24/03/1976, una fecha antojadiza cuyo pretexto, comprensible en su momento, fue que a partir de entonces se instrumentó sistemáticamente el secuestro y la desaparición de personas. Pero en el informe de la CONADEP se reconocen 600 casos de secuestros previos a esa fecha. Al justificar la impugnación de Patti, Kirchner está avalando la maniobra de Miguel Bonasso, un delincuente que como integrante de Montoneros no vaciló en secuestrar y matar personas por el delito de “pensar diferente”. Es llamativo que Bonasso haya sido juzgado y encarcelado por su participación en la lucha armada y hoy esté libre gracias a un indulto de Menem.

Kirchner procura que una parte de la Historia no se repita. Es un deseo falaz, propio del capricho adolescente: la Historia no se repetirá sólo si se sientan las bases para evitarlo. Y lo que está haciendo el Gobierno al amparar a una facción y denostar a otra es seleccionar los hechos. Poner como ministra de Defensa a Nilda Garré es una provocación. Y alentar el pase a retiro del general de brigada Gonzalo Palacios, jefe del V Cuerpo de Ejército, porque en 1989 obedeció la orden del Presidente Raúl Alfonsín de hacer un curso en las Escuela de las Américas, es un desvarío. El gobierno de facto había terminado seis años antes, pero para Kirchner y sus acólitos ni siquiera es viable la orden de un Presidente constitucional. ¿Qué deberían hacer de aquí en más los militares en actividad? ¿Sublevarse ante una orden de Kirchner porque el día de mañana otro Presidente puede reinterpretar la Historia y cercenarle la carrera? El dislate cobra peso cuando ya había trascendido que Palacios sería ascendido. El silencio del ejército sólo puede entenderse por su absoluta subordinación a la democracia.

El Gobierno aún no aprendió que la única manera de cambiar el futuro es tomando a la Historia tal cual es, y que puede sanearse hacia delante, pero nunca hacia el pasado. Toda lectura tendenciosa es inmoral y falsa, y no hará más que “construir” mentiras que tarde o temprano zozobran. ¿A quién se quiere engañar? ¿Cómo entender que en el acto de egresados 2005 de cadetes del Colegio Militar el Presidente haya planteado que «tenemos el deber y el derecho de conocer los hechos de nuestra historia reciente que deben servirnos para aprender de ellos y para no repetirlos. Como Estado, hallar la verdad es nuestra obligación legal y ética, pero no se trata de impulsar una verdad a medias ni sesgada por perspectivas parciales porque eso no sería la verdad. Se trata de analizar un pasado doloroso con memoria y con justicia»? (cfr. La Nación, 21/12/05, p. 11). La frase contradice lo actuado en materia de Derechos Humanos, pues Kirchner no sólo defiende sino que incorpora a ex Montoneros al Gobierno. Modifica su discurso según el lugar donde lo pronuncia. Es decir: miente a conciencia.

Los casos de Patti y Palacios no son iguales, pero se asemejan desde el momento en que ambos caen bajo la especulación presidencial y su deseo de reelaborar el pasado a gusto. Kirchner procura establecer una ucronía. Pero eso es facultad de la literatura, no de la política.

Diseñar el país

El dilema es ético y conceptual. Acierta Isabel Carrió al decir que hay que refundar la Argentina, y que hay que hacerlo desde un “piso” moral inamovible. Hay que consensuar el tipo de país que deseamos para dentro de veinte o treinta años, y trabajar en consecuencia. Es el secreto a voces de Finlandia, Irlanda y otros “milagros” de resurgimiento que han demostrado a quien desee ver que el trabajo responsable da sus frutos. Puede que Perón haya tenido razón cuando aseguró que mejor que decir es hacer, pero el tema, como siempre, es cómo hacer. En Argentina acostumbramos a hacer de cualquier manera por un inveterado principio de voluntarismo (palabra que sólo se parece en su grafía a voluntariado, pero que dista años luz de ella).

Los estados modernos han establecido que el “piso” a partir del cual construir la nación es la ley. Pocas leyes pero claras, la responsabilidad cívica para respetarlas incorporada en cada ciudadano, un poder judicial independiente del ejecutivo, y un ejecutivo que no se inmiscuye y que acata los dictámenes de la justicia especialmente cuando no le son favorables. Sólo así la nación es creíble hacia fuera y hacia dentro, y sólo así puede comenzar a prosperar. Argentina reniega de la experiencia ajena, y elige ignorar la propia.

Hoy cobra especial trascendencia la frase de Ortega y Gasset, Argentinos, a las cosas. Lástima que el Gobierno parece distraerse con otras cosas.

© Carlos O. Antognazzi.

Escritor.

Santo Tomé, diciembre de 2005.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, República Argentina) el 23/12/2005. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2005.

Este artículo tiene © del autor.

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