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El aislamiento como negación de humanidad

Jorge Etcheverry

Chile



Texto preparado para el IV Simposio Internacional Contra el Asilamiento, que tuvo lugar del 16 al 20 de diciembre de 2005 en París, en solidaridad con los presos políticos en Turquía.

Aristóteles definió al ser humano como un zoon, logon, politicon, un animal racional y dotado de lenguaje, el logon de la definición, y social y político, el zoon. Entonces, el pensamiento, la comunicación y el carácter social/político del este animal que nos preocupa aparecen ligados en esta definición aristotélica, que pensamos rige no sólo a nivel de comentario sobre la realidad o su representación, ni se baraja únicamente a nivel de la cultura, sino que es válida a nivel de la existencia ontológica del hombre. Así podría afirmarse que lo social y político vienen juntos, el hombre/ la mujer son animales sociopolíticos, en que -socio, la primera mitad del término, alude a la  inescapable necesidad de la vida en sociedad, y -político, a la participación a nivel de la toma de decisiones y del gobierno, derecho que el ser humano es anterior a cualquier ‘empoderamiento' que se le conceda o se le deje de conceder en circunstancias particulares. La parte ‘lógica' de la definición nos indica que esta vida social en comunidad y de ejercicio de los derechos y prerrogativas del poder, implica a la ‘mente' y a la comunicación, que son inseparables. Por consiguiente, si aceptamos que esta definición del hombre tiene vigencia universal, para el ejercicio pleno de la humanidad tenemos que aspirar a la realización plena de esta definición, en cada ser humano, y a la vez a un orden en que el hombre surge a la vida inserto socialmente, pensante y en comunicación con sus semejantes. Tenemos que aceptar que cada uno de estos elementos componentes posibilita y condiciona la existencia del otro y que la falta de alguno implica una situación anormal para el ser humano.

Estamos seguros de que es posible encontrar estos conceptos en las concepciones de mundo no occidentales. Este entrelazamiento y mutua necesidad de la dimensión mental/racional/psicológica, y, si se quiere espiritual/lingüística/comunicacional, con la dimensión social/política, comunitaria y del ejercicio del poder. Pero la realización de esta definición del hombre continúa siendo una utopía. Como Marx enunció en su momento "la historia del hombre es la historia de la lucha de clases". No es posible la apropiación de la plusvalía sin la apropiación concomitante del poder social necesario para obtenerla. Un segmento social que no sea coincidente con la totalidad de la sociedad no puede ejercer esta apropiación sin limitar, orientar o eliminar la capacidad social y política, de comunicación y pensamiento de los sectores humanos organizados para la producción del superávit que origina la riqueza social, y  que el grupo en el poder le enajena e invierte en riqueza o abundancia para sí mismo. Y creemos que aquí no se trata simplemente de la imposición de un esquema conceptual marxista “occidental”. La apropiación de la plusvalía y paralelamente para ello, de la vida social y mental/comunicacional,  se ha dado históricamente en todas las sociedades, asumiendo de manera variada el aspecto, radio, intensidad, estructura y forma de la sociedad humana dividida en clases antagónicas, querámoslo o no, nos guste o no nos guste, ya sea que se acepte el carácter de clase explotada y por tanto potencialmente revolucionaria del proletariado industrial, en la Europa Occidental/Norteamérica en proceso de industrialización, o del campesinado agrícola chino o camboyano, o de estudiantes, clases medias y pobladores en los países satelitales latinoamericanos, o que se afirme que el sector que sufre básicamente la expropiación es el ligado a la producción de bienes concretos, de servicios, de gestión,  intelectuales o culturales, informáticos o recreacionales.

Para que funcione esta apropiación social es y ha sido fundamental el control del despliegue social, político y comunicacional del productor desposeído, con restricciones o prohibición para la reunión, la participación en agrupaciones detentadoras de poder social, la difusión y expresión de ideas, la cultura y el modo de vida del colectivo explotado y controlado, siendo la alienación del individuo de su comunidad bajo diversas formas, que incluyen al exilio y a la seclusión en prisión, el nivel que precede a la ejecución, la aniquilación física, cuya antesala en uno u otro momento suele ser el aislamiento.

Así, el aislamiento se inscribe como forma extrema de la anulación de la funcionalidad que hace humano al ser humano, ya que embota y tiende a suprimir su carácter político/social al privarlo del trato y comunicación con sus semejantes, lo que a su vez altera su plenitud psicológica y mental. ¿Porqué el sistema elegirá el confinamiento y su forma extrema, el aislamiento, en lugar de la anulación, de la muerte?. La privación de la comunicación para lograr que el prisionero entregue información es un recurso habitual. Además desconecta al individuo del seno de su comunidad, familia, partido, es decir del entorno social de su praxis cotidiana y política. Los hechos indican que la práctica del aislamiento suele ser fecunda en la medida que ‘quiebra' al individuo, abstrayéndolo del escenario social pero también del físico, es decir del paso del tiempo, la sucesión del día y la noche, desarticulando así su universo perceptivo mediante la privación sensorial, operando así en la dimensión psicofísica contra su vida ‘mental'. El aislamiento bajo la forma de encarcelamiento solitario es el castigo máximo impuesto en el sistema penal criminal, aplicado por breves períodos al criminal empedernido o díscolo, y lo aísla de su comunidad al interior del penal. El traspaso de esta práctica al campo del prisionero político y su perfeccionamiento tecnológico, su intensificación al máximo, es una medida lógica de parte del sistema, cuando se pasa del sistema carcelario de la así llamada rehabilitación, al de la autodefensa institucional. Es decir, cuando el estado ejercita este método en plenitud frente a la amenaza contra su estabilidad. Así se irá viendo cómo el prisionero político pasa de estar mezclado y viviendo con el resto de la comunidad penal, a ser el habitante de un sistema especializado paralelo, destinado a la seguridad institucional, cuyo perfeccionamiento final consistirá en la creación de un conglomerado de cárceles unicelulares, destinado al despojamiento paulatino de la humanidad de prisionero aislado, no sólo mediante la distorsión o privación del continuum y entorno sensoriales, sino de la anulación o intento de anulación de su dimensión humana social, comunicativa y mental.

El sistema represivo que comporta el aislamiento es un hecho cada vez menos marginal, ya no se encuentra limitado a los regímenes de facto que operan en la periferia del centro desarrollado, un poco a escondidas del así llamado mundo civilizado occidental, de la República Americana, oficialmente portavoces de la expansión de la democracia burguesa de libre mercado a todo el mundo, y que muchas veces apoyan o sostienen a estos gobiernos trasgresores. Pero no se trata aún de abandonar las coberturas democráticas formales y efectuar una práctica al descubierto de represión y encarcelamiento límite. Así el Centro Civilizado construye en la Periferia una red clandestina de establecimientos destinados a la tortura, aislamiento y eventual desaparición de los opositores al sistema global, siendo inesencial la denominación o ideología actual del disidente para la clara necesidad de eliminación de las alternativas en sentido general que parece tener el Imperio. Pero pese a la reticencia a abandonar aunque sea parcialmente la única cubierta ideológica del sistema económico global que se pretende imponer, es decir la democracia y estado de derecho, se busca la legalización de prácticas abiertamente represivas como la tortura y el aislamiento, incluso en el marco institucional republicano, en el centro mismo del mundo desarrollado. Esto marcará un paso importantísimo en el sentido de legitimar legalmente en el mundo desarrollado occidental y democrático lo que hasta ahora eran prácticas semi clandestinas en dictaduras como la de Pinochet o en democracias formales como la turca.

Entonces, a las guerras directas del imperialismo, en Afganistán, en Irak, quizás en Irán o en Cuba o Corea, o a las indirectas, como la de Colombia, con su secuela de víctimas, desplazados, refugiados y prisioneros, se está agregando una dimensión global e institucionalmente sancionada, en que el aislamiento y la tortura, como formas de represión contra la disidencia a nivel global, adquieren la normalidad de la práctica aceptada, incluso legal. Pero el costo es alto. Ni siquiera el imperio más grande que ha existido puede darse el lujo de abandonar sus cubiertas ideológicas y ejercitar el puro discurso del poder. El que siembra vientos cosecha tempestades.

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