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Cultura en Argentina (XLVI): Aciaga perspectiva para el Mercosur

Carlos O. Antognazzi

Argentina



En un capítulo anterior hice notar que el Mercosur se parecía más a un fantasma que a una realidad, y que si en ese momento había cierta tranquilidad era sólo porque a la fuerza se habían pulido algunas cosas para mostrar una mejor cara en la Cumbre de las Américas que se disputó (el vocablo es correcto) en Mar del Plata (cfr. Bajo el signo del Avestruz. Castellanos, 25/11/2005). Pero el albayalde se diluyó apenas terminó la Cumbre, y todo volvió a ser lo que era antes: más un deseo que una realidad, más una bolsa de gatos que una comunidad organizada.

Cultura en Argentina (XLVI):

Aciaga perspectiva para el Mercosur

En un capítulo anterior hice notar que el Mercosur se parecía más a un fantasma que a una realidad, y que si en ese momento había cierta tranquilidad era sólo porque a la fuerza se habían pulido algunas cosas para mostrar una mejor cara en la Cumbre de las Américas que se disputó (el vocablo es correcto) en Mar del Plata (cfr. Bajo el signo del Avestruz. Castellanos, 25/11/2005). Pero el albayalde se diluyó apenas terminó la Cumbre, y todo volvió a ser lo que era antes: más un deseo que una realidad, más una bolsa de gatos que una comunidad organizada.

A partir del ultimátum que lanzó Uruguay, amenazando con hacer un tratado de libre comercio con Estados Unidos, prescindiendo del Mercosur, Argentina y Brasil decidieron “considerar” a su socio menor. Pero ambos debieron comprender antes que su accionar estaba dejando de lado a quien desde un principio contribuyó a forjar el sueño del mercado común suramericano. ¿Cómo puede invitarse a otros países para que integren el Mercosur, como Venezuela y Bolivia, si todavía no se han aclarado debidamente las participaciones de los cuatro países originarios? Todo está prendido con alfileres, no hay nada seguro. Además, están las papeleras que construye Uruguay.

Incumplimiento de deberes

Como dijo Roberto Lavagna días pasados, este tema es político antes que ambientalista. El desarrollo de las tensiones parece confirmarlo, ya que todo se aceleró durante la campaña electiva de octubre de 2005. Fiel a la tradición vernácula de discutir sin conocer, muchos ciudadanos, amparados y/o fomentados por el poder político de turno y algunos ambientalistas con más ánimo de figuración que de solucionar las cosas, se entregaron a cortar rutas y evitar que el turismo llegara a las costas uruguayas, como si eso impidiera la construcción ya iniciada.

Algunas declaraciones del gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, dan la pauta de que se ha dado carta blanca a la ciudadanía para que haga y deshaga a su antojo, algo que no se condice con la prédica del Mercosur y los países hermanos que son, en definitiva, Uruguay y Argentina. ¿Cómo puede funcionar el Mercosur si dos de los cuatro miembros no son capaces de dialogar y prima la emoción y las protestas airadas? ¿Cómo si en lugar de conocer en profundidad qué es lo que ocurre se apuesta a la crítica, la afrenta y la amenaza?

Busti propuso realizar «actividades culturales en lugar de los piquetes», pues los cortes «pueden influir en nuestra contra, porque estamos incurriendo en un delito al afectar la libre circulación» (cfr. La Nación, 30/01/06, p. 05). Es curioso que recién lo reconozca ahora. Otra frase suya, en la misma nota, aviva la suspicacia: «En quince días se terminan las vacaciones y esto ya no servirá. Hay que buscar otras medidas para mantener la atención» (sic). Es decir que ahora se incurre en el delito porque están por terminar las vacaciones, pero no en los meses previos, en que tanto Busti como Gobernador, como Kirchner como Presidente, hicieron la vista gorda ante los cortes. Las rutas nacionales, como la que nos ocupa, pertenecen a la órbita del Estado. No intervenir es incurrir en «incumplimiento de los deberes del funcionario público».

La diferencia de criterios es llamativa: el 31/01/06 empleados de una empresa láctea cortaron la ruta 2, y el ministro de Seguridad, León Arslanian, envió a la policía a desalojarla. En el caso de las rutas entrerrianas, hace meses que hay piquetes y nadie asume la responsabilidad política de impedirlos.

Razones de peso (s)

El ambientalista Juan Veronese dio una opinión interesante sobre el sentir de cierta parte de la ciudadanía ante el papel de la justicia y la Corte Internacional: «No desapareció ninguna de las causas por la que hacíamos los cortes, y es ridículo pensar que nos vamos a quedar cuatro años de brazos cruzados hasta que La Haya resuelva». Es decir que lo importante ni siquiera es la participación de la justicia para resolver el problema, sino actuar rápido. Para Veronese lo importante es golpear primero. Esperar a que la justicia actúe es perder el tiempo.

Su postura contrasta con la opinión del gobernador de Misiones, Carlos Rovira (PJ), seguidor de Kirchner, quien sostuvo que «recibiría con los brazos abiertos» a las papeleras. Coincide el ex gobernador de Misiones Ricardo Barrios Arrechea (UCR), quien aseguró que, para ser coherentes, Entre Ríos debería impedir el funcionamiento de la fábrica de celulosa de Capitán Bermúdez en Santa Fe «cortando el puente Rosario-Victoria sobre el río Paraná». Barrios Arrechea comparó además la actitud argentina con la de Brasil: «Los brasileños exportan por US$ 6950 millones, de los cuales el 50 por ciento proviene del sector de celulosa y papel, a través de la operación de 241 fábricas, mientras que en la Argentina hay sólo 10, que venden apenas por US$ 600 millones».

El constitucionalista Jorge Vanossi, por su parte, hace notar que en última instancia antes de recurrir a La Haya habría que presentarse ante un órgano mucho más cercano, y capacitado técnica y jurídicamente, como es el Tribunal Internacional de Salto Grande, que actúa desde hace décadas (cfr. La Nación, 31/01/06, p. 06). Mencionar a La Haya, ignorando a este otro tribunal, sugiere desconocimiento y propaganda. Es decir, amplificar las cosas con ánimo de “embarrar la cancha” en lugar de buscar solucionar el problema.

Como nadie se ha quejado de las papeleras argentinas, es viable pensar que no contaminan. Esta circunstancia fortalece la sensación de que en el caso del emprendimiento uruguayo hay intereses oscuros que distorsionan la realidad. La ciudadanía no sería más que una amplia masa de idiotas útiles utilizada con el pretexto de una cruzada purificadora que, paradójicamente, elige ignorar los informes técnicos. Para estas personas, que inocentemente van a cortar rutas para evitar el paso a Uruguay o reenvían cadenas de mails solicitando firmas de apoyo, todo se reduce a impedir una presunta contaminación que, a juzgar por los informes, incluso de expertos argentinos, no existiría.

Las papeleras uruguayas utilizarían uno de los dos procesos considerados no contaminantes: el ECF, libre de cloro elemental; (el otro proceso, TCF, es totalmente libre de cloro). El proceso ECF usa dióxido de cloro para blanquear la pulpa celulósica, y «técnicamente, con el dióxido de cloro no se producen dioxinas y casi no se generan organoclorados», asegura Alberto Venica, doctor en Ciencias de la Madera y Papel de la Universidad Técnica del Norte (Estados Unidos). La ingeniera química María Cristina Area, experta en tecnologías limpias de pulpado y blanqueo de la Universidad Nacional de Misiones, UNAM, sostuvo que «en 1996 el Banco Mundial recomendó el blanqueo TCF, pero la Convención de Estocolmo validó en 2001 que la tecnología ECF genera una contaminación similar al proceso TCF» (cfr. La Nación, 30/01/06, p. 06). Area dijo además que «tras 15 años de estudios, y con los cambios introducidos en el proceso industrial (en plantas ya instaladas), los niveles de sustancias contaminantes emitidas son mínimos como para dañar la salud o el ambiente».

La empresa finlandesa Botnia aseguró que se emplearán en Uruguay los mismos patrones de control que en la Unión Europea, que es sumamente estricta. Además, está el ejemplo evidente de la misma Finlandia, donde el patrimonio más importante es la calidad del aire y el agua. Botnia posee varias papeleras allí, y no hay contaminación. ¿Sobre qué base, entonces, y fuera de la presión del nacionalismo cholulo, se manifiestan los ciudadanos? ¿Alguno se ha informado, más allá de lo que les inculcan los políticos o ciertos ambientalistas? ¿Qué papel juegan? ¿A quién favorecen con los cortes y protestas?

Mercosur, divino tesoro

Deberá pasar aún mucho tiempo para que el soñado Mercosur sea algo más que esta realidad que deambula de traspié en traspié sin encontrar el rumbo ni las maneras. El caso de las papeleras podrá tomarse el día de mañana como un punto en el esquema más amplio, complejo e importante de las relaciones entre los países, pero el tenor de participación, declaraciones y operaciones que ha suscitado puede leerse como un termómetro de los intereses espurios que afectan a la clase política argentina. Hasta ahora los uruguayos se han mostrado cautos, procurando presentar informes técnicos y solicitando una evaluación. Como este informe avaló el proceso que utilizarán, Argentina lo desestimó. ¿Es tan difícil actuar con seriedad? ¿Le resulta igualmente difícil a la ciudadanía, que se embarca en cualquier aventura?

Los procesos de relación entre los países son lentos y trabajosos. La Unión Europea es un ejemplo. Si no se morigeran las conductas y se define qué es lo que se desea no se podrá constituir el Mercosur. ¿Qué ejemplo se les da, además, a Venezuela y Bolivia, que han sido invitadas a sumarse al proyecto? En Argentina siguen preponderando los intereses mezquinos de ciertos grupos de poder, que utilizan a la población como ariete y carne de cañón para la primera línea del combate, mientras los ideólogos se restriegan las manos en los escritorios de gobernaciones o intendencias. Hay que recapacitar. Avalar cualquier protesta sin los elementos de juicios mínimos indispensables es un acto irracional que no contribuye a la solución del problema. Que lo propongan ciertos políticos y/o ambientalistas, es una cosa. Que la sociedad los haga suyos, es una vergüenza que entristece.

© Carlos O. Antognazzi.

Escritor.

Santo Tomé, enero de 2006.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, República Argentina) el 03/02/2006. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2006.

Este artículo tiene © del autor.

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