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El barón de Münchhausen y la alegre rebelión de la fantasía

Roberto



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Por Marcela Carranza. Aunque el dato resulte tan increíble como sus aventuras, el barón de Münchhausen existió, fue un hombre de carne y hueso que paseaba airoso por las calles de Hannover a mediados del siglo XVIII; y no sólo eso, fue él, el propio barón, el creador de aquellos relatos que dieron origen al libro que aquí reseñamos. En otras palabras, el libro Aventuras del barón de Münchhausen tuvo su germen en la narración oral autobiográfica de un personaje histórico en tertulias con allegados y amigos. Imagen: el barón de Münchhausen por Gustave Doré.

por Marcela Carranza

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“Allí habría perecido inevitablemente, si con la fuerza de mi propio brazo, no hubiera tirado de mi coleta, sacándome a mí y a mi caballo que sostenía firmemente entre mis piernas.”. Ilustración de Gustave Doré.

“No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación.”
André Breton

Origen de las Aventuras del barón de Münchhausen

Aunque el dato resulte tan increíble como sus aventuras, el barón de Münchhausen existió, fue un hombre de carne y hueso que paseaba airoso por las calles de Hannover a mediados del siglo XVIII; y no sólo eso, fue él, el propio barón, el creador de aquellos relatos que dieron origen al libro que aquí reseñamos. En otras palabras, el libro Aventuras del barón de Münchhausen tuvo su germen en la narración oral autobiográfica de un personaje histórico en tertulias con allegados y amigos. No se sabe cuánto de lo que llegó a la escritura pertenece a las narraciones del barón histórico, lo que sí se sabe es que éste al tener noticia de que algunas de sus historias andaban circulando escritas por allí, disgustado, decidió poner fin a sus habituales tertulias.

Su nombre completo fue Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen, descendiente de una de las familias más antiguas de la Baja Sajonia, nacido en Bodenwerder (Hannover, Alemania) el 11 de mayo de 1720; mandó como coronel un regimiento de húsares rojos en la guerra de Rusia contra Turquía (1740/41) y sirvió a las órdenes del conde Burkhard Christoph Von Münnich, mariscal de campo del Zar Iván. Tras su retiro como militar, se estableció nuevamente en Hannover, donde murió el 22 de febrero de 1797.

Al parecer, de sus hazañas militares, las realmente vividas, el barón no tenía mucho para contar; pero lo que no pudo hacer el soldado mediocre sí pudo hacerlo el brillante narrador, y de aquellas pobres acciones militares surgieron cautivadoras historias que su público escuchaba embelesado.

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Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen (1720-1797).

En aquellas amenas tertulias dieciochescas, el imaginativo barón contaba a sus amigos acontecimientos tan notables como inverosímiles, sucedidos en las batallas o en las jornadas de cacería, así como hechos de los que, según él, fue fidedigno testigo a lo largo de sus viajes. Más original aún que las propias historias, resulta quizá el hecho de que estas aventuras, no demasiado apegadas a las leyes lógicas y naturales que gobiernan la realidad de los hombres, eran narradas por este singular individuo en clave autobiográfica, como experiencias vividas, absolutamente reales y probables. Esta circunstancia de la narración afortunadamente se conserva tanto en las versiones escritas como cinematográficas de las aventuras de Münchhausen.

Versiones escritas

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“Los patos estaban todos vivos, y comenzaron, al reponerse, a aletear y levantarse conmigo por el aire.”
Ilustración de Gustave Doré.

Según se cuenta, estas historias del barón comenzaron a rodar de boca en boca, sufriendo las transformaciones propias de los relatos orales y de la cultura popular. Es posible que haya sido a través de versiones orales que estas narraciones llegaran a quien se adjudica la primera versión escrita de las aventuras de Münchhausen. También cabe la posibilidad de que Rudolf Erich Raspe, intelectual de Hannover, se hallara presente entre el hipnotizado auditorio de las tertulias del singular barón.

Rudolf Erich Raspe, anticuario y mineralogista alemán, nació en Hannover en 1737 y murió en Donegall (Irlanda) en 1794. Estudió en las universidades de Gotinga y Leipzig, y desempeñó cargos en las bibliotecas de Gotinga y Hannover. Fue profesor y bibliotecario de la Universidad de Basilea, puestos que debió abandonar al ser acusado de defraudación y estafa. Fue este hecho el que lo obligó a emigrar a Inglaterra. En 1785, durante su exilio, Raspe publicó en Oxford en forma anónima y en lengua inglesa un pequeño libro de tan sólo 42 páginas: Narración de los maravillosos viajes y campañas del barón Münchhausen en Rusia. Poco después de la publicación se supo el nombre del autor.

De este modo a Raspe se adjudica la creación del personaje literario embustero y admirable; según algunos, herencia del Quijote y de Gulliver.

Sólo un año después, Gottfried August Bürger tradujo, ordenó y recompuso las numerosas versiones escritas que circulaban por entonces, entre ellas la de Raspe, y publicó en alemán Viajes maravillosos por mar y tierra: Campañas y aventuras cómicas del barón de Münchhausen. Bürger reelaboró el texto de Raspe y agregó nuevos episodios. El resultado, al parecer fue superior al original en inglés.

Gottfried August Bürger nació el 31 de diciembre de 1747 en Molmerswende (Alemania) en el seno de una familia de predicadores evangélicos. Estudió teología, pero su vocación fue sin duda las letras. Alcanzó popularidad con la escritura de baladas, entre las cuales destacó Lenore de 1773. Su obra se vincula al movimiento Sturm und Drang. Corriente estética precursora del Romanticismo que propugna la libertad de expresión de la subjetividad y la emoción, haciendo frente a las reglas del racionalismo ilustrado de origen francés.

La filiación de Bürger al Sturm und Drang puede percibirse en su versión de Las Aventuras del barón de Münchhausen, donde la fantasía entra en coalición con una visión del mundo guiada por principios lógicos y racionales.

Bürger murió en Gotinga (Alemania) en 1797. En el año de su muerte, la Universidad de Gotinga le había nombrado profesor extraordinario por su aporte a la cultura alemana.

A lo largo del siglo XIX el libro continuó sufriendo ampliaciones y transformaciones, así como numerosas traducciones, adquiriendo fama incluso en Rusia, país donde transcurren muchas de las aventuras del barón.

De estas versiones destacó la francesa de 1852 que debe su fama tanto a quien se ocupó de traducirla y prologarla: el escritor Théophile Gautier (1811-1872) como a su ilustrador, Gustave Doré (1832-1883), quien otorgaría al personaje su representación iconográfica definitiva

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El barón de Münchhausen por Gustave Doré.

El agregado de los personajes prodigiosos que ayudan al barón a ganar la apuesta al sultán de Constantinopla: el hombre más fuerte, el más rápido, el de mayor puntería y del soplido huracanado, son, al parecer, invención de Gautier, aunque se vinculan directamente con personajes similares en antiquísimos relatos de la tradición popular.

El barón de Münchhausen en el cine

Muy tempranamente en la historia del cine, el barón de Münchhausen fue llevado a la pantalla. Se trata de un cortometraje realizado por George Méliès en 1911: Les hallucinations du baron de Münchhausen.

En 1929 los estudios Mezhrabpomfilm produjeron la película de animación Las aventuras de Münchhausen, dirigida por Daniil Cherkes.

En 1943, el libro de Gottfried August Bürger fue adaptado al cine con la dirección de Josef von Báky bajo el nombre de Münchhausen. Un dato curioso es que el largometraje fue comisionado por Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, para levantar el espíritu de los alemanes en el 25 aniversario de los estudios UFA, la emblemática productora del cine alemán. Se trata del rodaje más costoso del cine germano de aquellos años, siendo la primera película alemana en color, con efectos especiales innovadores para la época.

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El barón de Münchhausen interpretado por Hans Albers (1943).

En 1961 el checo Karel Zeman dirigió la película El barón fantástico, con imagen real y animación. En esta versión Münchhausen tiene por compañero de aventuras al joven astronauta Tony. Con él Münchhausen halla en la luna a Cyrano de Bergerac y también a los personajes de la novela de Julio Verne: De la Tierra a la Luna.

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El barón fantástico de Karel Zeman (1961).

En 1967 los estudios Soyuzmultfilm realizaron el cortometraje de animación Las aventuras del Barón de Münchhausen, con la dirección de Anatóliy Karánovich.

La verdad de la fantasía, la ilusión de lo real

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Las aventuras del barón Munchausen (1988) de Terry Gilliam.

La adaptación al cine más conocida es la que dirigió Terry Gilliam en 1988: Las aventuras del barón Munchausen, con John Neville en el papel del barón.

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John Neville como el barón Münchhausen (1988).

La película de Gilliam ofrece una versión diferente a la de los libros de Raspe y Bürger, si bien recurre a elementos claves de las versiones escritas, las aventuras más notorias del barón: el vuelo en las balas de cañón; el viaje a la Luna; la apuesta con el sultán de Constantinopla; el encuentro con Venus y Vulcano en el interior del Monte Etna; el viaje en las entrañas del monstruo marino…, las sitúa dentro de una nueva historia.

La historia transcurre en una ciudad europea del siglo XVIII sitiada por los turcos. En medio de la guerra una pequeña compañía teatral se esfuerza por representar Las aventuras del barón Munchausen. La representación sufre interrupciones debido a la aparición de un anciano, aparentemente loco, que afirma ser el verdadero Münchhausen, y que se muestra indignado frente a lo que según él, es una burda falsificación de los hechos verdaderamente acontecidos en su vida. La única que cree en la identidad del viejo barón es Sally, la pequeña hija del director de la compañía teatral, quien ruega a Münchhausen que salve a la ciudad sitiada.

Esta situación resulta altamente paradójica si consideramos que el personaje del barón tacha de mentiras aquello que se presenta como ficción, sin ánimo de verdad y sostiene como verdad autobiográfica hechos absolutamente imposibles en la realidad. Pero la paradoja es mayor aún cuando los planos de ficción y realidad se funden y confunden continuamente a lo largo de la película, especialmente en el desenlace.

Es interesante observar la inclusión de la representación teatral en el film. La ficción dentro de la ficción. Un juego de espejos donde las “verdaderas aventuras” del Barón sufren la distorsión del arte teatral, dando lugar además a escenas que nos recuerdan la estética de los decorados y efectos especiales de cartón piedra de las antiguas películas mudas en una filiación perfecta con el creador del cine de fantasía: George Méliès. La obra de teatro, con sus decorados y efectos precarios, pone en evidencia la ficción, sin embargo esa ficción se funde con las aventuras narradas por el barón y mostradas por el cine, donde lo imposible, la magia, lo que la razón y el sentido común niegan, se vuelve real. Lo que George Méliès supo descubrir como posibilidad del lenguaje cinematográfico: volver real la magia, es eje vertebral de la película de Gilliam. Muchos de los personajes de las aventuras del barón son interpretados por los mismos actores que al inicio del film forman parte de la compañía de teatro, la que a su vez intentaba interpretar las aventuras del barón. Un juego de espejos enfrentados de realidad y ficción, que hace estallar sus límites.

Sally convence al barón y éste finalmente se decide a salvar la ciudad, pero para ello debe ir en busca de sus tres antiguos ayudantes: Berthold, el hombre más veloz del mundo; Adolphus, el hombre de una vista privilegiada; Gustavus, el hombre que puede oírlo todo y soplar vientos huracanados; y Albrecht, el hombre más fuerte. Para ello el barón emprende con Sally un viaje fantástico en el que se pueden ver situaciones similares a las narradas por el libro: el viaje a la Luna en un barco-globo aerostático, donde Munchausen y Sally se encuentran con los reyes de la Luna, seres que pueden desprender su cabeza del cuerpo. El descenso al centro del Monte Etna, con un encuentro algo accidentado con la diosa Venus y su celoso marido: Vulcano. El ser devorados por el demonio de las profundidades al mejor estilo de la Biblia y otros relatos de la mitología universal…

09-CabezaReinaLunaMunchausen, Sally y Berthold con la reina de la Luna (con su cabeza, en realidad); en una escena de la película de Terry Gilliam (1988).

El antagonismo entre la aventura y la fantasía sin freno, encarnadas en Münchhausen, frente al pensamiento racionalista y burocrático, que se haya representado por el funcionario Jackson, es tópico central en la película de Gilliam y la conecta con otras obras del director, como su afamada Brazil.

El Münchhausen de Gilliam es un anciano cansado que por momentos desea la muerte, de hecho una espeluznante parca se le aparece cada vez que el viejo barón expresa que ya no hay lugar en este mundo “lógico y razonable” para él. Al volver a vivir sus aventuras, el viejo Münchhausen rejuvenece, como también sus compañeros, quienes han perdido sus poderes, asimilándose a una realidad que los ha tornado viejos, débiles y desanimados. De hecho el espectador presencia la muerte del barón en manos del racionalista Jackson hacia el final de la película, y sin embargo luego constata que Münchhausen sigue vivo y que tal muerte ha sido sólo parte de una de sus narraciones.

En la película de Gilliam las fantasías poseen mayor espesor de realidad que “lo real” y de este modo se subvierte un final triste y pesimista en un desenlace exultante y feliz. Sally pregunta al barón si sólo se trataba de un cuento, la sonrisa de Münchhausen deja abierta la respuesta.

Sobre la verdad y la ficción

“Podemos por lo tanto afirmar que la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar la verdad.”
“El concepto de ficción” Juan José Saer.

“… el primer deber de un viajero es no faltar nunca a la verdad.”
Barón de Münchhausen

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“Confiado, en demasía acaso, en mi valor, me coloqué junto a uno de los mayores cañones que acababan de hacer fuego, y en el momento de salir el tiro, salté sobre una bala con el propósito de penetrar en la plaza, cabalgando sobre ella…”
Ilustración de Gustave Doré.

Pero volvamos al libro. ¿Cuáles son las filiaciones literarias de Las aventuras del Barón de Münchhausen? ¿Qué tradición genérica podemos descubrir en el libro?

Como señalamos en el momento de hablar de sus orígenes, el libro se construye como un relato autobiográfico, un anecdotario de viajes y experiencias personales, un libro de memorias.

Relato autobiográfico, diario de viaje, memorias. Géneros que se caracterizan por una supuesta representación de la verdad objetiva, que de algún modo dan la espalda a la ficción. Géneros supuestamente “no ficcionales”, verdaderos, históricos, objetivos. Y aquí yace la vuelta de tuerca de este libro, una parodia de aquellos géneros nombrados cuyo efecto resulta perturbador.

En Aventuras del barón de Münchhausen las aventuras narradas en clave autobiográfica son tan extravagantes que ingresan al maravilloso. De este modo, las memorias y la autobiografía, supuestamente “no ficcionales”, géneros que tratan de hacernos creer que se conforman con lo real, con lo verdadero, entran en contacto directo con el género maravilloso, es decir con mundos literarios donde todo resulta posible, donde el verosímil responde a las reglas internas del texto sin preocuparse por “la realidad”. El género maravilloso, podría decirse en este sentido, es el género ficcional por excelencia, ya que no oculta, sino que muestra su artificio.

Así, por ejemplo, el barón viaja en un barco volador hasta la Luna donde se encuentra con seres que pueden vivir con la cabeza separada del cuerpo.

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“Llevan su cabeza bajo el brazo derecho, y cuando van de viaje o tienen que emprender algún trabajo que exija mucho movimiento, la suelen dejar en casa, pues pueden pedirle consejos a cualquiera distancia.” Ilustración de Gustave Doré.

Incluso los sirvientes del barón, con sus dotes sobrenaturales, se relacionan directamente a personajes de los cuentos maravillosos europeos. (1)

En la narración del barón contamos con acontecimientos y personajes sobrenaturales, y al mismo tiempo —y a diferencia del cuento tradicional— estos se enmarcan tanto en contextos y espacios imaginarios: la Luna, la isla de queso, el reino de Vulcano…, como históricos y verificables: Rusia, Constantinopla, la guerra contra los turcos, Europa a mediados del siglo XVIII, los mares del Sur, el monte Etna…

Si en el relato maravilloso tradicional el lector establece un pacto según el cual las reglas del mundo al que pertenece el relato no son las del mundo “real”, y por lo tanto todo es posible, todo puede resultar verosímil, ¿qué tipo de pacto puede establecer un lector que escucha hechos sobrenaturales en boca de un narrador-protagonista (un personaje que posee además su referente histórico), quien sitúa tales acontecimientos en este mundo, y que para colmo de males relata los hechos como verdaderos, ciertos y acontecidos? El lector no puede confiar en esa voz narrativa, como lo haría en el caso de un clásico narrador omnisciente desprovisto de todo vínculo con los hechos narrados; pero esto, sin embargo, no da lugar a la ambigüedad como sucedería en el relato fantástico. En Aventuras del barón de Münchhausen se sabe que el narrador exagera y miente, pero igual se le cree, o en todo caso se suspende la incredulidad. Como en el cuento maravilloso, la ficción se muestra como ficción, sin máscaras que intenten ocultarla como tal, y el lector acepta el pacto.

Dice Thèophile Gautier en su prólogo de la edición francesa de 1852:

“Cierto que no se llega a creer una palabra de las narraciones del barón de Münchhausen; pero apenas se han leído dos o tres de sus aventuras, se deja uno llevar del candor o naturalidad de su estilo, que no sería diferente si tuviera que referir el autor una historia verdadera. Las invenciones más extravagantes y monstruosas toman cierto aire de verosimilitud, expuestas con esa tranquilidad ingenua y esa perfecta calma. La íntima conexión de esas mentiras, que se encadenan tan naturalmente unas con otras, acaba por destruir en el lector el sentimiento de la realidad, y la armonía de lo falso se lleva tan adelante, que produce una ilusión relativa, semejante a la que hacen sentir los viajes de Gulliver a Lilliput y a Brobdingnag o bien la Historia verdadera de Luciano…”

En Aventuras del Barón de Münchhausen un narrador en primera persona, un digno aristócrata y militar; ni campesino, ni soldado pobre, ni ningún otro personaje popular “poco digno de crédito” (2), cuenta en tono imperturbable las historias más inverosímiles como si de eventos realmente acontecidos se tratase. Lo que destaca de su narración no es sólo lo que podríamos llamar un “exceso de fantasía” en las historias narradas, sino el tono en el que estas historias se cuentan. El barón narra con la convicción y dignidad de quien no puede admitir que se cuestione la veracidad de sus palabras, aún cuando estas destaquen por su carácter disparatado e imposible. Para Münchhausen la credibilidad de sus palabras es toda una cuestión de honor.

El humor de la obra, incluso su efecto más interesante, a mi parecer, radica en esa voz narrativa, en su alegre ironía.

Con frecuencia este narrador hace hincapié en el carácter verdadero de sus anécdotas, como sucede en el final del Capítulo VI: “Primera aventura por mar”, donde Münchhausen denuncia a su auditorio la existencia de otro narrador de su aventura: el conserje del Museo de Ámsterdam. Luego de contar la falsa versión de sus experiencias según el conserje, el barón afirma:

“No hay para qué decir, señores, lo desagradable que tiene que ser para mí la impudente elocuencia del dichoso conserje del Museo de Ámsterdam. En el siglo de escepticismo en que vivimos, las gentes que no me conocen podrían ser inducidas, en virtud de tan groseras mentiras, a poner en duda la verdad de mis aventuras reales y positivas, como hechos estrictamente históricos, cosa que ofende gravemente a un caballero de honor.”

El efecto es irónico, el horror del barón (un caballero de honor) ante las mentiras del conserje (un mentiroso), cuya versión de los hechos no es ni menos, ni más verosímil que la de Münchhausen, viene a poner en cuestión un problema intrínseco a toda narración, inclusive y especialmente en aquellos géneros que guardan para sí la exigencia de verdad.

¿Puede la verdad estar garantizada por la inclusión en el relato de hechos empíricos y comprobables? ¿Es la ficción lo contrario de la verdad? ¿Existe una relación jerárquica entre la verdad y la ficción que coloca a la segunda por debajo de la primera?

En otras palabras, ya no basta con preguntarse si el barón es un embustero o un loco, si sus historias son o no son verdaderas (de hecho, como toda ficción, no son sometibles a condiciones de verdad); sobre lo que podemos seguir preguntándonos es acerca de aquellos otros relatos que, como la biografía, o el relato histórico. pretenden para sí el atributo de la veracidad.

En El concepto de ficción (3) Juan José Saer afirma: “La primera exigencia de la biografía, la veracidad, atributo pretendidamente científico, no es otra cosa que el supuesto retórico de un género literario, no menos convencional que las tres unidades de la tragedia clásica, o el desenmascaramiento del asesino en las últimas páginas de la novela policial.”

Y más adelante agrega: “En cuanto a la dependencia jerárquica entre verdad y ficción, según la cual la primera poseería una positividad mayor que la segunda, es desde luego, en el plano que nos interesa, una mera fantasía moral.”

Esta confusión de planos de realidad y ficción que relativiza sus límites, dada también por el cruce de géneros supuestamente no ficcionales con el maravilloso, tiene su tradición literaria en relatos tan antiguos como Las mil y una noches, particularmente en “Los viajes de Simbad”. Ejemplo de ello es aquella descripción del rinoceronte capaz de sostener un elefante con su cuerno. También en aquel otro libro que retoma la antigua tradición de la narración de viajeros: Los viajes de Gulliver (1726) de Jonathan Swift.

En el capítulo XVI de Aventuras del barón de Münchhausen: “Décima aventura por mar. Segundo viaje a la Luna”, se hace referencia explícita a Los viajes de Gulliver:

“A uno de mis parientes lejanos se le había metido en la cabeza la obsesión de que tenía que haber en alguna parte un pueblo igual en tamaño al que pretende haber hallado Gulliver en el reino de Brobdingnag, y resolvió partir en busca de este pueblo, rogándome que le acompañase.

Por mi parte, yo había tomado siempre aquel relato de Gulliver como un cuento de niños, y no creía más en la existencia de Brobdingnag que en la de Eldorado; pero el hombre me nombró heredero suyo y yo estaba obligado a tenerle consideraciones.”

Observemos en esta cita cómo Münchhausen esgrime su incredulidad respecto de la existencia de Brobdingnag, para a continuación describir sus aventuras en el reino de la Luna, un país poblado por seres capaces de quitarse la cabeza, un mundo quizá más inverosímil aún que el creado por Swift. En el capítulo siguiente, luego de su accidentada visita al reino de Vulcano en las profundidades del Etna, Münchhausen tendrá la oportunidad de visitar una isla de queso en la que corren ríos de leche y vino, crecen espigas de trigo que contienen panes ya cocidos, y existen aves gigantescas que recuerdan directamente al ave Roc. Un país abundante en comestibles listos para ser consumidos, similar a la leyenda medieval del País de Jauja.

En la cita anterior también se hace referencia a Eldorado, aquel lugar legendario de oro surgido de los rumores, esperanzas y fantasías de los conquistadores europeos en América. Es decir, un lugar mítico al que no pocos aventureros concedieron existencia real.

De hecho esta confusión entre la realidad y la ficción, estos lugares utópicos, monstruos y portentos, extraños habitantes de aquellas tierras lejanas y desconocidas, no son materia exclusiva de la literatura; pensemos sino en aquellos hombres que al regresar de sus viajes por el mundo contaban como verdaderas las anécdotas más absurdas; aventureros que exageraban sus hazañas; seres y acontecimientos de la realidad y la fantasía enumerados con solución de continuidad en boca de marineros frente a un embelesado auditorio. Una literatura con pretensiones científicas que clasificaba monstruos y otros seres maravillosos junto a animales exóticos reales, pero extraños para el hombre europeo. Un ejemplo clásico: El libro de las maravillas de Marco Polo (s. XV). Otro ejemplo posterior: diarios y relatos con pretensiones de verdad objetiva de los conquistadores europeos en América, donde se describían sirenas, gigantes, amazonas, hombres sin cabeza y monstruos variopintos con absoluta convicción de verdad. Sin duda el ensanchamiento de los límites del mundo conocido para el hombre europeo a través de las exploraciones marítimas dio lugar no sólo a grandes descubrimientos científicos, sino también a creaciones imaginarias de singular originalidad; y los límites entre unos y otras no solían estar muy claros.

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Ilustración de El libro de las maravillas de Marco Polo (s. XV).

Si se pueden narrar como verdaderos, hechos inverosímiles desde nuestro acostumbrado concepto de realidad, ¿acaso no puede también cuestionarse aquella exigencia de narraciones que, como la biografía y el relato histórico, pretenden reservarse para sí la necesidad de “verdad” de lo narrado?

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“Es imposible describir el asombro de todos los rostros cuando oyeron salir una voz humana desde las entrañas del monstruo y todavía creció más al ver salir del vientre del pez a un hombre completamente desnudo.” Ilustración de Gustave Doré.

Podríamos decir que el efecto causado por este singular libro es el de un contagio de realidad para los relatos de fantasía, y un contagio de ficción para los relatos pretendidamente reales y verdaderos.

Problematización del concepto de verdad en cualquier relato, incluso la autobiografía y el texto histórico. Puesta en crisis del concepto de realidad positiva y empíricamente probable en pleno siglo racionalista.

Es posible apreciar en Aventuras del barón de Münchhausen una alegre rebeldía frente a formas de comprender la realidad enraizadas en aquel siglo XVIII, y aún tan vigentes en el siglo XXI: las de un mundo regido por las leyes de la racionalidad, lo probable y sometible a leyes empíricas.

¿Es el barón un mentiroso, un fabulador, un loco? ¿O se trata de un personaje capaz de ensanchar los límites de lo posible y de lo real?

En Münchhausen lo imposible se vuelve real, lo real entonces adquiere nuevas dimensiones, se trata de otra realidad, más próxima quizá a la esgrimida por los surrealistas.

¿Son las ficciones narradas en Aventuras del barón de Münchhausen lo contrario de la verdad? O quizá, es el modo del que se vale la ficción para dar cuenta de una realidad más compleja.

Rebelión de la literatura que no esconde su naturaleza de artificio, sino que la exhibe sin pudor y con alegre osadía.


Notas

(1) En “El barco volador”, cuento popular ruso recopilado por Afanasiev, el tonto, héroe del cuento, recibe la ayuda de diversos personajes con dotes sobrenaturales, entre ellos: un hombre capaz de escuchar lo que ocurre en el otro mundo; un hombre que en un instante puede recorrer a pie el mundo entero; un hombre que apunta con su rifle a más de mil kilómetros de distancia.

En “Los cinco calaveras”, cuento popular italiano recopilado por Italo Calvino, el joven héroe recibe la ayuda de los siguientes personajes: Rayo Saeta, capaz de cazar una liebre dando cuatro brincos; Ciegoderecho, capaz de apuntar su flecha al ojo de un halcón y voltearlo; Fuertespalda, capaz de cargar más que una mula sin sentirlo; Orejaliebre, capaz de oír todos los discursos que se hacen en el mundo.

Como se puede ver, estos personajes de cuentos populares se asemejan mucho a los sirvientes de Münchhausen.

(2) Podríamos establecer relaciones entre Las aventuras del barón de Münchhausen y los innumerables relatos de pícaros y mentirosos de la tradición oral. Sin embargo, hay un elemento distintivo a tener en cuenta: por lo general estos relatos tienen por narrador y/o protagonista a un personaje popular. Estos relatos suponen una relación asimétrica entre el vencedor y el vencido, una relación inversa a las jerarquías propias del mundo “real”, de allí que podamos observar su origen carnavalesco.

Como señala Robert Darnton:

“Estos personajes no sólo tienen en común la astucia sino la debilidad; sus adversarios se distinguen por su fuerza y su estupidez. En la picaresca el pequeño siempre se enfrenta al grande, el pobre al rico, el humilde al poderoso.” (Pág. 64)

“Sin duda los campesinos obtenían alguna satisfacción al superar en astucia a los ricos y a los poderosos en sus fantasías; al igual que trataban de superarlos en astucia en la vida diaria, en los juicios, eludiendo los tributos feudales y cazando en terreno vedado.” (Pág. 67)

Darnton, Robert. “Los campesinos cuentan cuentos: El significado de Mamá Oca”. En: La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. México, Fondo de Cultura Económica, 2005.

En el caso de Münchhausen tenemos un personaje aristocrático con un alto grado militar. Si bien la relación de poder frente al sultán es asimétrica, en el caso de aquella aventura en el que el barón indudablemente se comporta como un verdadero pícaro, quizá no sea correcto considerar a este personaje dentro de la picaresca popular; aunque la relación con este género resulte inevitable. También podemos considerar cómo la figura de aquel aristócrata de Hannover en sus tertulias ha sufrido una degradación esperpéntica muy propia de la risa carnavalesca, no sólo a través de las versiones orales y escritas que comenzaron a circular de sus aventuras, sino también en su representación gráfica, particularmente de Gustave Doré a esta parte.

(3) Saer, Juan José. El concepto de ficción. Buenos Aires, Editorial Espasa Calpe-Editorial Ariel, 1997.


Algunas ediciones del libro en español

  • Bürger, Gottfried August. Aventuras del barón de Münchhausen. Ilustraciones de Gustave Doré. Prólogo de Théophile Gautier. Traducción de Cecilio Navarro. Barcelona, Editorial Edhasa, 2005. Colección Los libros del tesoro.
  • Bürger, Gottfried August. Las Aventuras del Barón de Münchhausen. Campañas divertidas y viajes maravillosos por agua y por tierra. Ilustraciones de Roberto Páez. Versión de M. J. De Sosa. Buenos Aires, Editorial Américalee, 1970.
  • Bürger, Gottfried August. Las Aventuras del Barón de Münchhausen. Ilustraciones de Gustave Doré. Traducción de Miguel Sáenz. Madrid, Alianza Editorial, 1982. Colección El Libro de Bolsillo.
  • Raspe, Rudolf E. El Barón de Münchhausen. Prólogo de Antonio Tulián. Traducción de Héctor Daniel Stilman. Buenos Aires, Editorial Longseller, 2002. Colección Clásicos de Bolsillo.

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