Ha sido un fin de semana algo vertiginoso. Anoche salimos a celebrar la victoria de Karlos al rugby y un cumpleaños perdido que arrastrábamos desde hace días. Estaba el autobusero, y esta vez le ignoramos al alimón (lección aprendida por ambas partes). Me volvió tocar a mí beber y a Karlos conducir. Al final, yo bebí mucho y Karlos condujo poco. Hasta hoy a eso de las 2 de la tarde, no se me ha pasado la resaca. Hice todo lo que los papás borrachos te dicen que no hagas. Bebí alcoholes dulces, mezclé diferentes lingotazos, combiné en una barra libre de vodka... Del final no recuerdo mucho, salvo que buscaba sexualmente a Karlos en plan pirata al abordaje, y que él se reía en el coche y me decía "quita esa mano, garrapata, o al final nos hostiaremos."

Garrapata. Nada como ponerse romántico en el mejor momento.

Tuve sexo en el jardín. En el jardín. Con la canguro aún en el salón (gracias anterior dueño de la casa, por el doble acristalamiento). Esta mañana nos acordábamos y nos descojonábamos. Bueno, él se descojonaba. Yo sólo decía ay-uy-ouchs-cierraelpico, porque cada vez que me reía, la cabeza me hacía ñaca y giraban lucecitas. He decidido que ya no vuelvo a beber. O que ya no vuelvo a beber tanto. O que será mejor que empiece a respetar los turnos, y conduzca cuando me toca conducir. Karlos nunca está borracho. E independientemente de que es un vasco gigante de poliespán y haría falta un cubata de kryptonita para tumbarle, yo debería aprender un poquito de él y dejarme de mamonadas de universitario pasado de rosca.

No sé si conozco a alguien que durante el naufragio de una resaca, no haya dicho que no vuelve a beber. Así a bote pronto... diría que no.