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Cultura en Argentina (L): Cuando las intenciones no bastan

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Los tiempos corren y las soluciones se demoran. La sorpresiva mesura del Gobierno argentino contrasta con la firmeza uruguaya: los funcionarios de Kirchner argumentan que Tabaré Vázquez cambió lo que dijo en Chile para enfrentar las críticas a su Gobierno. En Uruguay las cosas se ven de otro modo. Para Argentina, se trata de una bravuconada de los políticos utilizando a la población. Para Uruguay, se trata de una razón de Estado de la que depende el futuro del país.

Cultura en Argentina (L):

Cuando las intenciones no bastan

Los tiempos corren y las soluciones se demoran. La sorpresiva mesura del Gobierno argentino contrasta con la firmeza uruguaya: los funcionarios de Kirchner argumentan que Tabaré Vázquez cambió lo que dijo en Chile para enfrentar las críticas a su Gobierno. En Uruguay las cosas se ven de otro modo. Para Argentina, se trata de una bravuconada de los políticos utilizando a la población. Para Uruguay, se trata de una razón de Estado de la que depende el futuro del país.

Definición

El malestar de Tabaré Vázquez aparece reflejado en la forma que eligió para denominar a quienes cortan el paso en los puentes: piqueteros. No es una mera cuestión nominal renegar de las palabras que esgrimen los manifestantes para sí mismos: asambleístas o ambientalistas. Asambleísta es aquel que reclama y da a conocer su parecer desde una asamblea, con la apertura de ideas y la democracia, aunque mínima, que esto supone. En un capítulo anterior hice notar que en las reuniones primaba la anarquía, con votaciones a mano alzada donde ganaba el que gritaba más o quien utilizaba mejor la verborragia para burlarse de otros más propensos a la mediación.

Ambientalista es aquel que lucha por el medio ambiente. En el caso que nos ocupa la categoría es discutible, porque hasta ahora no hay un relevamiento técnico que demuestre que la teconología que se implementaría en las plantas de Bornia y ENCE sea contaminante. O, mejor dicho, que sea nociva para el ser humano y el ambiente, ya que toda fábrica es contaminante en algún grado. El tema no está en pretender una contaminación cero, que es inviable por imposible, sino en que el nivel de contaminación sea tolerado por el medio. Lo que resta, entonces, es el vocablo empleado por Vázquez: piqueteros.

No parece errado el Presidente uruguayo. Hacer un piquete no necesariamente encierra un delito, pero los piquetes en argentina son delictivos: la apropiación del espacio público para un uso particular, por ejemplo, o el hecho de impedir la circulación en la ruta o comprar nafta donde el usuario quiere (Shell, por citar un caso paradigmático de boicot kirchnerista). En los puentes con Uruguay se interrumpe la libre circulación dentro del Mercosur, algo que está específicamente contemplado en los reglamentos internos. Es decir que Vázquez acierta con la denominación: quienes cortan las rutas son piqueteros.

¿Pontevedra o Huelva?

En otro capítulo hice notar que se critica a ENCE por su planta de Pontevedra, pero nada se dice de su planta en Huelva (cfr. El boomerang está de regreso. Castellanos, 24/02/06), y aludí a la diferencia de tecnologías empleadas por cada planta. Sin embargo, el periodismo local y los piqueteros siguieron mencionando el ejemplo de Pontevedra. Incluso la revista Noticias, que suele estar informada en sus críticas, publicó una nota sobre la contaminación de Pontevedra (edición del 04/03/06) pero calló lo que ocurre en Huelva. El diario La Nación recién dos semanas después de mi nota publicó una sobre Huelva (cfr. Las caras opuestas de la fábrica ENCE en España, 11/03/06, p. 16). Y el 12/03/06 la ratificó con una entrevista al presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, quien sostuvo que «Pontevedra no es un buen espejo para mirar» porque la fábrica de ENCE allí «data de los años sesenta. Es tecnología atrasada» (p. 14).

Ahora se descubre, entonces, que Pontevedra es una cosa y Huelva otra. Y que en Huelva (zona de turismo y playas sobre el Atlántico, como hice notar en el capítulo mencionado, y cónclave del famoso Festival de Cine) nadie se queja, y que la contaminación está controlada y monitoreada por los mismos ciudadanos. La empresa ENCE ha distribuido en la ciudad cabinas con pantallas que trabajan las 24 hs. y que informan, a quien quiera enterarse, del grado de polución que hay en ese momento. La empresa sugirió que algo similar puede hacerse en Fray Bentos y Gualeguaychú. Nada lo impide, salvo algunos piqueteros recalcitrantes que consideran que la “solución” es no construir la papeleras.

Es de suponer que estos piqueteros no articulan sus ideas sobre papel (trátese de argumentos o slogans), sino en algún disco duro presuntamente inocuo. Pero como hasta ahora ninguna pantalla portátil puede competir con la contundencia de una pancarta, las siguen usando. Greenpace, que pregona una industria totalmente libre de cloro, no utiliza el papel de esas industrias, sino el que consigue en las plantas de celulosa que hay en Argentina, con un nivel de contaminación muy superior al que tendrán las plantas uruguayas. Incoherencias afines con un pensamiento binario elemental, en suma, que dice mucho más que las mejores consignas que puedan manifestarse desde altavoces o pasacalles.

Luego de 45 días de corte continuo del puente que une a Gualeyguachú y Fray Bentos, el paso fue liberado: a las 14:07 hs. del 21/03/06 cruzó el primer auto hacia Uruguay. Los piqueteros que obstaculizan el puente de Colón a Paysandú levantaron el corte al día siguiente, 22/03. Y no por mayoría. Ahora permanecen agazapados a la vera de la ruta, esperando el momento de cortarla nuevamente si no hay cambios favorables. El conflicto no se ha resuelto, se ha pospuesto. El puente Gualeguaychú - Fray Bentos volvió a ser cortado por los piqueteros el 05/04/06.

Posibilidades

Los piqueteros desean impedir la construcción de las papeleras, hecho que se contrapone con el reconocimiento de Kirchner a que Uruguay puede construirlas. El Gobierno argentino considera que en 90 días se expedirá un equipo de especialistas para definir el grado de contaminación que tendrían las plantas dentro de cinco años. Los piqueteros consideran que este equipo demostrará que las plantas contaminan en un grado inaceptable, y que entonces no se construirán.

Aquí surge el problema: lo único que hará Uruguay será extremar los recaudos para que la contaminación sea inocua, pero no detendrá un proyecto de veinte años y millones de dólares, que le representan el 10 % de PBI. ¿Qué harán los piqueteros, entonces, cuando el día 91 las plantas sigan construyéndose? ¿Volverán a cortar los puentes? ¿Invadirán la Banda Oriental? ¿Tomarán, como represalia, la casa de Gobierno de Entre Ríos? Kirchner no puede tolerar que los cortes vuelvan a distanciar a los países, y lo que por ahora son peticiones de sentido común pueden trocarse en amenazas con la gendarmería. Los mismos que delinquen deberían saber lo que están haciendo. El costo de la ilegalidad también se cuantifica en pesos: Uruguay perdió, gracias a los cortes, unos 300 millones de dólares. ¿Quién saldará la cuenta?

No es justo que toda la sociedad argentina pague por el delito de veinte personas. Una medida inteligente y a la vez educativa sería embargar los bienes de esas veinte personas que son, a su vez, ideólogas de la protesta. O embargar, directamente, los de todos los que acampan en la ruta. Se sabe quienes son. No sería difícil, entonces, actuar con el razonable principio general de que quien comete un delito paga por él. La figura de la contaminación presunta es un artilugio en el que no pueden ampararse: todo puede ser presunto en este mundo, hasta la inteligencia de las personas, al menos hasta que ellas mismas demuestran lo contrario con su accionar inescrupuloso. Seguramente los embargos no alcanzarán a cubrir la deuda, pero al menos se puede hacer justicia en el sentido de que quien debe hacerse responsable de los actos delictivos es quien los comete, no quienes asisten, azorados, al espectáculo bochornoso que Argentina está dando con el amparo del poder político.

Otro problema es el contrato que Uruguay firmó con Botnia, que lo obliga con la empresa para evitar demandas millonarias, y la decisión de esta empresa de detener las obras sólo 10 días, entre el 07/04/06 y el 18/04/06. La elección no es casual: el período incluye Semana Santa, y en Uruguay es feriado toda la semana. Es decir: Botnia no trabajaría en los días en que Uruguay decreta feriado. Parece una broma de mal gusto.

Es atendible lo propuesto por ENCE, cuando dijo que podrían implementarse en Gualeguaychú las mismas pantallas de monitoreo que hay en Huelva, de manera que tanto argentinos como uruguayos hagan el control. ¿Quién mejor que los interesados directos para controlar a quien presuntamente los afecta? Pero el grupo duro de piqueteros se opuso. Pareciera que rechazan las fábricas por razones ajenas a la pasta de papel. Hay otra cosa detrás de esta actitud caprichosa, que premia al que grita más fuerte y no al que piensa más y mejor. Esos gritos destemplados y ciertas definiciones dadas en televisión desde el desconocimiento más profundo demuestran que aún resta un largo camino para forjar el Mercosur.

Se han pulido algunas cuestiones urticantes, pero quedan otras. La buena voluntad de los mandatarios es importante, pero no alcanza. La reunión cumbre fue nuevamente aplazada. El problema hoy no son los presidentes, sino quién se hará cargo de los sueldos de los 2000 trabajadores de la planta de Botnia, durante los tres meses que algunos argentinos pretenden que no trabajen.

© Carlos O. Antognazzi

Escritor.

Santo Tomé, marzo/ abril de 2006.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, República Argentina) el 07/04/2006. Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2006.

Este artículo tiene © del autor.

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