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El Amor y el Dolor

Laura Morejón Respall

CUBA



         Hace siglos atrás los que habitaban la tierra eran hombres sin sentimientos, no sentían el dolor, eran como piedras vivientes. Se casaban, tenían hijos, pero no sabían lo que era el cariño, el aprecio, el amor.

Una mañana como otra cualquiera nació un niño, pero para asombro de todos, nació llorando. Esta noticia corrió como agua por el río. Todos decían que el pequeño llamado Jadúl había nacido con agua, con agua en sus pequeñines ojos.

Jadúl fue creciendo entre el comentario de todos, la lástima de algunos y el desprecio de otros. Todos a su paso hacían comentarios sobre las actitudes del muchacho, que si ayer se cortó un dedo y comenzó a dar gritos, que cuando se le murió el perro volvió a derramar agua por los ojos. Así fue creciendo.

Una mañana se mudaron al pueblo dos ancianos y su hija Verónica, la cual tenía la misma edad que Jadúl y de la cual también se comentaban dichas cosas, por lo que, al no soportar los comentarios, tuvo que mudarse del pueblo donde había nacido.

Cuando la noticia de la llegada de Verónica al pueblo llegó a oídos de Jadúl, éste enseguida se propuso ir a charlar con ella.  Así que muy pronto supo donde vivía y fue a verla.

Jadúl intentó hablar con ella, pero ella no se tomó el trabajo ni de responder a los toques en la puerta ni a los llamados de Jadúl. Este, con mucha esperanza aún, vigiló su choza hasta que pasadas unas horas ella salió camino al mercado y él la siguió. Al ver su rostro él quedó flechado, sintió algo, como unas cosquillas en el estómago y que el pecho se le oprimía. No podía respirar hasta que sus labios susurraron palabras nunca antes mencionadas por nadie: "estoy enamorado". Al instante el viento sopló como en un murmullo y la tierra tembló como si se fuese a partir en dos. Todo el que se encontraba a su paso volvía la mirada asombrado. De pronto, él comenzó a caminar en dirección a ella, los pies no respondían a la llamada de detenimiento y ella volvió el rostro hacia él con una sonrisa reflejada en los labios.

Los dos estuvieron mirándose durante largo rato sin decirse nada, solo observando uno cada detalle del otro. Así, sin moverse, estuvieron largo rato hasta que reaccionaron y ella preguntó con la voz como en un hilo:

-         ¿Quién eres?

Él quería responder pero no podía, no hablaba, solo contemplaba su rostro resplandeciente, hasta que volvió a preguntar y entonces él respondió:

- Soy Jadúl, soy el que tocaba a tu puerta y llamaba a tu ventana hace unas horas. Sólo quería saber si son ciertos los comentarios sobre ti.                           

Al instante su rostro cambió y reveló una expresión de furia:

-         A nadie le interesa nada más, solo quieren saber sobre mí como si yo supiera por qué nací con esta desgracia, ¿será que nunca me dejarán en paz?

Jadúl intentó disculparse, pero ya era tarde, ella se alejaba poco a poco, paso a paso. Él se volvió y tomó la rosa más roja del rosal que a sus espaldas se encontraba y gritó:

-         Soy igual que tú, pero además te quier...

No pudo finalizar la expresión ya que se había pinchado con la espina más afilada de la rosa y su mano se encontraba enrojecida por la sangre. Sólo atinó a gritar y al momento de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas. Ella dejó de caminar, él la miró a los ojos y frente a frente los dos, al mismo tiempo se dijeron:

-         TE AMO.

Sus palabras se escucharon en todo el mundo. De todos lados se empezaron a escuchar risas y llantos; se vieron manos acariciando a otras manos; personas enamorándose y jurándose amor sincero.

Gracias al amor surgido por Verónica y Jadúl en la tierra se conocen los sentimientos. Y desde entonces también se conoce que casi siempre al amor lo acompaña el dolor.

 

Este artículo tiene © del autor.

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