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Turbelsin

Laura Morejón Respall

CUBA




         Todo comenzó en una isla muy pequeña llamada Turbelsin, donde a todos les gustaba cuidar las plantas. Esta isla, como todas, tenía un gobernador y éste un consejero llamado Paolo. El gobernador era muy conocido por las acciones que efectuaba a favor del medio ambiente.

En Turbelsin había muchas leyes que imponían el cuidado y protección de las plantas y animales. Además, en la isla no existían fábricas contaminantes, todos eran artesanos o artistas; no había coches - se podía caminar de una punta a otra, o en último caso, ir en caballo o burro -, y se les prohibía a la gente hasta que fumaran.

Todos en esta isla apreciaban y admiraban  a su gobernador. Pero sucedió que un día, éste cayó enfermo en cama con una gripe muy fuerte, no se podía ni mover de tanto dolor en la cabeza y en los huesos. Y su hijo Escel, el cual era muy avaricioso e inconforme, tomó el poder.

Al momento de hacerse con el mando comenzó a construir fábricas en el pueblo, sin tomar ninguna medida de precaución. El consejero del gobernador le advertía a Escel, aconsejándole que por favor dejara de construir fábricas, que éstas estaban contaminando las aguas, el aire, dañando las plantas y animales. Pero Escel no le hacía caso, porque él veía que esto le proporcionaba dinero.

Los turbelsinos no estaban de acuerdo con su nuevo gobernador, ni con sus fábricas, porque éstas expulsaban mucho humo y los desperdicios de las mismas eran desechados a las aguas sin cuidado alguno. La linda ciudad se estaba manchando de humo y las calles estaban llenas de desperdicios.

Como ya no había limpieza, a las calles, casas y locales, comenzaron a llegar plagas de ratones, moscas, cucarachas y mosquitos. Y las enfermedades comenzaron a matar a los Turbelsinos. Paolo ya no sabía como iba a hacerle ver a Escel el daño que se estaba haciendo él mismo y le hacía a los habitantes de la isla, por otro lado, no quería molestar al gobernador, que aún no se había repuesto de su enfermedad.

Y en el pueblo, algunos turbelsinos comenzaron a violar las leyes, porque llegó un momento en que de tanta inconformidad les daba lo mismo lo que pasara con la naturaleza; ya no había un árbol que no estuviese rayado o pintado, ni una planta que no estuviese aplastada o arrancada, ni una gota de agua que no se encontrara sucia, ni un poquito de aire que no estuviese contaminado.

En breve tiempo las plagas y enfermedades se dispersaron por toda la isla. Escel, al ver que tantas personas se enfermaban y morían por su descuido y despreocupación, habló con Paolo para que éste lo aconsejara.

Paolo sólo le dijo:

- Durante todo este tiempo te estuve aconsejando que dejaras de contaminar y no le diste importancia a mis palabras, y ahora vienes a pedirme que te ayude. Pero Escel, sólo te puedo aconsejar que no intentes nada, ya es muy tarde, el mal está hecho.

Un tiempo después, el gobernador, que ya se había curado de su gripe, Paolo y los turbelsinos que aún cuidaban el medio ambiente y querían vivir en un mundo sano, abandonaron la isla en un gran barco, en busca de otros horizontes. Quedaron solos Escel, sus lacayos y sus seguidores.

Poco a poco, Turbelsin fue desapareciendo. Ya ni se mencionaba su nombre, la isla se extinguió, desapareció y nadie la recuerda. Ahora es sólo un pequeño punto en los enormes mapas y planisferios, y nadie lo estudia en las clases de geografía.

 

Ilustración Ray Respall
15 años

Este artículo tiene © del autor.

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