Asà dedicó el italiano Antonio Fantucci su poema 'Mane, Domine, Nobiscum' inspirado por la muerte del gran poeta español Miguel Hernández.
Años más tarde, el Sumo PontÃfice Juan Pablo II publica su Carta Apostólica MANE NOBISCUM DOMINE al Episcopado, al Clero y a los fieles para el Año de la EucaristÃa 2004-2005.
En su introducción comienza: “Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el dÃa va de caÃda» (cf.Lc 24,29). Ésta fue la invitación apremiante que, la tarde misma del dÃa de la resurrección, los dos discÃpulos que se dirigÃan hacia Emaús hicieron al Caminante que a lo largo del trayecto se habÃa unido a ellos. Abrumados por tristes pensamientos, no se imaginaban que aquel desconocido fuera precisamente su Maestro, ya resucitado”.
Escribo estas notas a pocos dÃas de la Pascua, luego de conocer que en Orihuela - su pueblo - la Casa natal de Miguel Hernández se encuentra en estado de abandono, pese a los anuncios sobre su restauración, y a las intenciones de fundaciones y otras instituciones.
Un extraño documento de la Prisión de Alicante donde falleciera Miguel a los 31 años cuenta que los médicos no pudieron cerrar sus ojos después de muerto.
¿Estarán cerrados los nuestros?
No soy español, no me considero por tanto juez del abandono de los tesoros de esa nación, pero como persona, como ser humano considero que todos aquellos que dÃa a dÃa vemos con espanto como la guerra, el terrorismo y la miseria siguen asolando el planeta tenemos la obligación de manifestar nuestro dolor ante la pérdida cultural que representa.
Perito en Lunas, asà titulo Hernández a su primer trabajo, más tarde describirÃa magistralmente las miserias de la guerra fraticida, el hambre con que su mujer alimentaba a su hijo, la desesperanza de un cuerpo “tiznado” por la pena.
“Cuanto penar para morirse uno”
No conozco Orihuela y tal vez nunca pueda hacerlo, pero reclamo por el derecho de mis hijos y del resto de las personas de esta Tierra a preservar la memoria de aquellos que cómo Miguel Hernández iluminaron con su arte las épocas más oscuras.
Permitamos a Miguel quedarse con nosotros o mejor quedémonos con él.
Dr. Juan Carlos Gallo
Buenos Aires, Argentina