Anoche fuimos a un cumpleaños de un semiamigo de Karlos, que se celebraba en un bar gay. No nos apetecía una puñeta ir a un bar gay. Sobre todo a mí, que suelo sentirme en ese tipo de sitios como un huevo en un cesto de castañas. Pero ya le habíamos comprado la trilogía completa de Alien al homenajeado y había que dársela junto con una promesa cumplida de asistencia, así que... allí terminamos. Y me tocó conducir, así que tuve que chuparme toda la madrugada allí metido, a base de cocacolas y buen rollito. Todo el mundo se lo pasó muy bien. Yo no tanto. Tuve pegado a mi chepa a un chico, salido de nosedónde y conocido de nosequién, que pasó 95’ de reloj hablándome de exnovios indeterminados, y otros 45’ haciéndome una disertación de por qué los hombres felaban mejor que las mujeres. Hacia el final, cuando yo ya soltaba los consabidos "bueno" y "pues nada" que preceden al hastaluegolucas, me preguntó a bocajarro si tenía dónde dormir esa noche. Y me quedé así... con mi cara de vaca mirando al tren y diciendo "eh... uh... sssssssí..." Aún todavía pienso en la pregunta. ¿Que si tengo dónde dormir? ¿por qué? ¿por qué no iba a tenerlo? ¿de qué me vió cara? ¿de chihuahua? ¿de recolector de cartones? ¿de okupa nocturno de cajero de Bankia?

Apunte mental: cortarme el pelo. Sin falta.

Bueno...pues cuando salimos de allí, yo al volante y los siete niños de San Luis distribuídos por el coche de Karlos Z. unos chicos nos dieron un golpe con su coche por detrás. Uno de esos choques tontos de semáforo en ámbar que apenas hacen nada y que no van a ninguna parte. Pero con la mala suerte de que unos metros más allá había un control policial, que pensó "esta es la mía" y que nos hizo laaaaaargos y sendos controles de alcoholemia, al chaval del otro coche (que dió un positivo como un piano) y a mí. Me hubiera gustado decirle al policía "no se moleste, sólo he bebido cocacola. Lo sé porque aún recuerdo los 45’ de discurso que me he zumbado sobre los hombres feladores..." pero como me apetecía dormir en mi cama y no en los calabozos de Plaza de Castilla, me limité a soplar, a dar negativo, a subirme de nuevo al tanque de Karlos Z., a recoger a mis siete niños borrachos de San Luis y a salir cagando leches de allí, hasta nueva citación. Cuando nos despedíamos, ya casi amaneciendo, recuerdo haberles dicho "¡Buenas noches! ¡Ha sido genial! ¡A ver si lo repetimos!"

Creo que ha sido lo más hipócrita que he dicho en toda mi vida. Creo.