Karlos nos ha comprado sendos calendarios de adviento, a Simón y a mí. El de Simón sólo tiene abierta la ventanita de hoy, mientras que el mío ya está arrasado hasta Navidad (¡Feliz Nochebuena a todos!). Cada chocolatina tiene un dibujito, así que he utilizado la burda excusa de la curiosidad para justificar ante Simón que soy un zampabollos. Obviamente, no ha colado, porque Simón es pequeño, pero no tonto "¿y por qué no las miras y las vuelves a guardar?" Porque soy el que pinta tigres y se tira desde el tejado, chaval. Lo evidente es lo evidente.

Vuelvo a ser Ari, así que oficialmente Karlos me ha perdonado. El tiempo y el sexo han calmado las iras. Además para colmo acaba de descalabrarme con una lata de cerveza. Se ha asomado al salón, ha dicho "¡Ari, coge!" yo he dicho "¿qué?" y la lata ha dicho ¡TONK! Hala. En todo el cráneo. He visto lucecitas y me ha entrado una risa muy tonta. A él no. Se ha quedado pálido y ha estado sus buenos veinte minutos abrazándome la cabeza y diciendo losientolosientolosiento. Qué mala capacidad de esquive que tengo ante los objetos lanzados. Creo que no he sabido explotar convenientemente mis contrahabilidades. Hubiera sido un portero de fútbol cojonudo. Fijo que no habría balón que no interceptara con los huevos.

Mañana se casa mi suegra. En un sitio pequeñiiiiito pequeñiiiiito y sin apenas invitados. Con la murga que nos dió cuando lo hicimos nosotros, que sólo le faltó contratar al Orfeón Donostiarra. Cosas veredes. Ha venido a vernos esta mañana. Estaba tranquila y pasota. Karlos le ha tocado un poco las pelotas preguntándole si se había acordado de llevar condones. Ella ha dicho "a tu edad se llevan condones, a la mía, se llevan lubricantes vaginales." Estaba el fisioterapeuta de Simón en la habitación de al lado, y he podido oir perfectamente como se le descolgaba la mandíbula.

Mi suegra mola. Hablar con ella es como jugar al badminton. Crees que le has lanzado una buena bolea, y antes de que respires, ya te la ha devuelto en las narices.