No tengo otro remedio que adorarte,
es tan fuerte tu dádiva y cuidado,
que me tienen fundido y cautivado
y ya no vivo más que por amarte.
No tengo otro desvelo que mirarte
ni más afán que estar en ti arraigado;
mi corazón palpita en ti atrapado
sólo quiero tenerte y venerarte.
Yo no soy yo; te tengo tan adentro
que, en ti diluido, vivo sin sentidos,
fuera de ti no soy ni me reencuentro.
El tú y yo, en el entronque, confundidos,
sin fin, fluyen redondos en un centro
donde los dos se incrustan transferidos