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I. LA POESÍA ÉPICA

Camilo Valverde Mudarra

ESPAÑA



épico y epopeya

Los dos vocablos, épico y epopeya, tienen su origen en la palabra griega epos, que significa narrativo y narración. El género épico se caracteriza, pues, por las formas narrativas. El concepto comprende todas las obras de carácter narrativo; pero el género épico, por excelencia, es la epopeya.

Epopeya es una narración poética, extensa, de grandes acciones públicas, de interés para todo un pueblo, en la que intervienen personajes heroicos con presencia de lo sobrenatural o maravilloso. Se distingue por la acción, los personajes y el estilo.

1. La Acción en la epopeya es el conjunto de acontecimientos ligados entre sí, que constituyen los esfuerzos, los obstáculos o los medios que cooperan en el desarrollo de un hecho final. La acción ha de ser una, íntegra, grande y maravillosa.

La unidad consiste en presentar una sola la acción a la que confluyen todos los hechos para la consecución de un mismo fin. La unidad debe estar en el hecho mismo y resultar de la cohesión y subordinación de todas las partes para formar un todo completo. La unidad de la Iliada consiste en la cólera de Aquiles contra los jefes griegos al pie de las murallas de Troya: su origen, sus consecuencias, su disolución; en la Odisea, en la vuelta de Ulises a Itaca después de la destrucción de Troya; en la Eneida en los orígenes troyanos del pueblo romano; en el Mío Cid, en la lealtad y honradez de Don Rodrigo Díaz de Vivar. En estos poemas todos los pormenores y sucesos están al servicio del hecho particular, subordinados al argumento de la obra. La unidad no se rompe por la existencia de episodios; admite un movimiento libre y vasto de hechos secundarios e individuales enlazados con la acción principal.

La integridad reside en dotar al poema de todas las partes necesarias: exposición, nudo y desenlace.
La grandeza surge del hecho elegido para la Epopeya, que debe ser una empresa grande, ilustre, importante para una nación o para la humanidad entera; llevada acabo con valor y constancia y superación de graves peligros y espinosas dificultades. La amplitud y grandeza de la acción conlleva que la epopeya presente un cuadro vivo, grandioso de la vida humana y una representación viva y detallada de la vida política, civil y doméstica de los pueblos; sus costumbres guerreras y sus tradiciones religiosas; y esto no de un modo directo y docente, sino por necesidad, mediante los personajes diferentes y sugerido por las variadas situaciones en que éstos se encuentran. Incluye lo maravilloso, es decir, la intervención de los poderes sobrenaturales en los negocios humanos.

Lo maravilloso implica grandeza a la acción, abre perspectivas magníficas e imprime carácter más asombroso a los acontecimientos. No es un simple ornato de la epopeya, sino parte integrante de ella; pues, sin su empleo, viene a ser casi imposible representar el cuadro completo de la sociedad en una época y en un pueblo dado, ni señalar las causas más verdaderas y profundas de los sucesos humanos. Se funda el recurso de lo maravilloso en la creencia general en todos los pueblos de que Dios gobierna con su providencia el acontecer humano; y, si interviene en todos, es lógico sin duda, que actúe de un modo particular en los más extraordinarios y transcendentes como son los de la epopeya. Aun ahora, en esta época de reflexión y de crítica, cuando acontecen cosas desusadas que nos desconciertan y queda nuestra razón confusa e indecisa, el hombre se siente tentado a creer en la intervención de un ser superior. Hay una tendencia incoercible al sobrenaturalismo y aun los incrédulos y escépticos muchas veces prestan crédito a las creencias ocultas, al espiritismo, a la superstición.

Lo maravilloso debe emplearse de un modo acomodado a las creencias del siglo en que vivieron los personajes. Si se trata de lo sobrenatural del cristianismo habrá que usarlo con dignidad y equilibrio y, aún a veces, será preferible echar mano de su influencia invisible y eterna, más bien que de la visible.

Al decir que la acción de la epopeya debe tener interés, no nos referimos al interés que despiertan en un pueblo los hechos, las hazañas, los recuerdos que le pertenecen como patrimonio de familia, en los cuales ve el origen de determinadas costumbres, fiestas, linajes, nombres de lugares, etc.

2. Los personajes que intervienen en la epopeya deben presentar unos caracteres de ricas y complejas cualidades, limitados a una sola serían meras abstracciones. A la cualidad dominante deben unirse otras que hagan del personaje un hombre real y completo, capaz de desenvolverse en situaciones diversas y bajo diferentes aspectos, v. gr.: el Cid se muestra no sólo guerrero, sino también caudillo, vasallo, padre, amigo, cristiano. Han de estar combinadas de suerte que formen un solo individuo con fisonomía propia y original, dotado de toda esa compleja personalidad.

La unidad de acción será más visible y el interés más concentrado, si hay un personaje que descuelle y sea el que lleve el peso de la acción.

El protagonista es el que sobresale entre los demás y desempeña el papel principal de la acción. Encarnar de una manera especial y completa los sentimientos universales de la especie humana y los particulares de la nación y de la época. A su alrededor giran los personajes secundarios, que deben estar bien dibujados. Para evitar la monotonía y ajustarse a la verdad, suelen presentar variedad de caracteres y ocupar distintos planos e importancia y gradación en relación con el héroe. La épica usa muy sobriamente la descripción directa de sus personajes, los presenta en acción y los pinta en lo que hacen y dicen, tal y como se conocen en la vida las personas.

3. El estilo se caracteriza por la sencillez y la grandiosidad. La narración épica, aunque animada y viviente, es pausada y tranquila, como conviene a una mirada serena sobre hechos remotamente sucedidos, sin que por eso se deje de percibir en todos los momentos la inspiración épica y, lo que se ha llamado, entusiasmo narrativo del poeta.

La versificación es sostenida y majestuosa. Griegos y latinos usan el hexámetro. Los juglares de la Edad Media largos versos monorrimos. Modernamente la octava real.

CLASES DE EPOPEYA. El estudio comparado de la literatura ha mostrado la necesidad de dividir en dos grandes grupos las grandes narraciones épicas: de una parte las epopeyas populares, es decir, las compuestas espontáneamente de las edades primitivas y heroicas; y, por otro lado, las epopeyas eruditas, compuestas a imitación de las primeras.

La epopeya popular es la narración poética de una acción legendaria y maravillosa, compuesta de un modo colectivo y personal al mismo tiempo, durante el período de la infancia de un pueblo.

El punto culminante de la epopeya popular ha de buscarse en un medio histórico ni enteramente bárbaro, ni enteramente civilizado, en el cual los sentimientos propios de la edad heroica hayan logrado su cabal y armonioso desarrollo. Es aquella época, aurora de las naciones, momento en que llenas de fuerza y esperanzas en gérmenes fecundos, conservan su primitiva rusticidad y cierto candor sencillo e infantil; época la más adecuada a la poesía épica por lo ingenuo de sus virtudes, por lo desembozado de las pasiones, por la simplicidad de las costumbres y por su excesiva credulidad. Esta infancia o adolescencia de las naciones se llama también edad heroica, período de los pueblos organizados ya políticamente, pero, con organización todavía rudimentaria, pues aún no alcanza el poder público a imponer el orden y la paz entre los ciudadanos, que casi viven en guerra permanente ya contra pueblos enemigos, ya entre sí mismos. Los pueblos son muy crédulos, ignoran las causas segundas, la naturaleza es un arcano misterioso y tremendo que les infunde cierto religioso temor; y tienden a agrandar e idealizar con exceso todo lo que les rebasa
Se afirma comúnmente que la epopeya popular es una obra colectiva e individual. El pueblo es, en cierta manera, el autor de la epopeya, pues prepara la materia poética en un trabajo inconsciente de idealización y embellecimiento de la historia, por la credulidad con que admite la leyenda, el mito y lo maravilloso.

Luego, aparece un autor individual que da forma a la materia forjada por el pueblo, que sabe recoger los elementos dispersos en armonioso conjunto. Este autor no inventa ni crea nada de la materia, sino que la acepta buenamente de la tradición, la cree y la afirma también con fe encendida, más íntima, más luminosa. El poeta compone lo que el pueblo le dicta e inspira; y el pueblo a su vez, adopta y recibe la composición como su propia obra.

LEYENDA es la narración de un hecho histórico en el fondo, pero embellecido y poetizado por la tradición oral. Concentra los hechos sin cuidarse de la cronología, ni de la geografía. Inventa razones para explicar los acontecimientos.

MITO es la personificación alegórica de las fuerzas naturales y de los fenómenos que ellas producen.

Lo MARAVILLOSO es la intervención de los agentes sobrenaturales en los negocios humanos.
Todo esto, historia, leyenda, mito, maravilloso, que vive en labios del pueblo, que se transmite por la tradición como cosa real y cierta, constituye la materia poética de la epopeya.

ROMANCES TRADICIONALES son pequeños poemas narrativos esencialmente episódicos, con mezcla de descripción y dialogismo, formados con algunos versos de determinada canción de gesta, en forma concisa, enérgica y animada.

ROMANCES JUGLARESCOS son más largos que los tradicionales, de estilo narrativo más amplio, pormenorizado y seguido como las gestas. Por eso pueden llamarse gestas en miniatura.

BALADA ÉPICA Es un género equivalente a nuestros romances, a los cuales excede en ternura y en el sentimiento de lo maravilloso, si bien en las restantes prendas está bien lejos de igualarlos.

Camilo Valverde Mudarra

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