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II. EL LÍBANO

Camilo Valverde Mudarra

ESPAÑA



Lastima del país de los cedros

Finalizada la guerra civil, han asumido el poder diferentes gobiernos incapaces de afianzar los asuntos nacionales. En junio del 2005, los electores dieron la victoria a la coalición antisiria dirigida por Saad, el hijo de Hariri, que nombró primer ministro Fouad Siniora, continuador de las reformas del líder asesinado; en su gabinete figuraban miembros antisirios y por primera vez, entró un representante de Hezbolá. Pero, el prosirio Lahoud desafía las presiones, para dejar la presidencia, y se resiste en el sillón, hasta el 2007.

Ante la continua ofensiva, Israel, en 1978, entró en territorio libanés, en la ’operación Litani’, con la ayuda de una milicia libanesa y ocupó la franja sur del mismo río. El Consejo de Seguridad, instando a Israel a salir de la zona ocupada, dictó unas resoluciones, para crear una fuerza provisional internacional que restableciera la paz; los efectivos israelíes, exceptuando la denominada "zona de seguridad", se retiraron del Líbano. Israel, en 1982, hostigado por la OLP, nuevamente, hubo de lanzar su ofensiva contra el vecino del Norte, en la que sitió y bombardeó Beirut, hasta que las fuerzas de Arafat decidieron salir de la ciudad. El ejército israelí se replegó al río Awali, al norte de Sidón, hasta 1985, que retrocedió nuevamente a la ’zona de seguridad’; periodo en que numerosas facciones armadas libanesas entre las que destacan las surgidas de la comunidad chiíta, la más numerosa del sur del Líbano, especialmente Hezbolá, que con continuos enfrentamientos sangrientos, no dejaron de hostigarlo.

Por fin, la Liga Árabe, interviniendo, cortó tales ataques, al firmar el Acuerdo de Ta’if en 1989. A su vez, el Gobierno libanés, decretó el desarme de todos los grupos armados del país, a lo que se negó Hezbolá, que, manteniendo su estructura en el sur del Líbano, continuó su conflicto con Israel; desde 1991, no ha cejado, en sus ataques contra las fuerzas israelíes y las del ESL. En el 1993, al ser atacados y muertos siete soldados israelíes,Tel Aviv emprendió la ’Guerra de los Siete Días’ en el sur del Líbano que terminó con la mediación de Estados Unidos; se estipulaba en el acuerdo que los combatientes de Hezbolá no atacarían el norte de Israel, pero las luchas desplazadas a la ’zona de seguridad’ y al norte de Israel, no terminaron. En el 1996, Israel, hostigado, volvió a lanzar sus topas en la ’operación Uvas de la Ira’, contra Beirut. Las hostilidades acabaron con un nuevo acuerdo; para supervisarlo, se creó un Grupo de Vigilancia formado por Estados Unidos, Francia, Siria, el Líbano e Israel. En el 2000, viendo que Hezbolá avanzaba con rapidez, el ejército israelí se retiró de la zona sureña del Líbano. Entre tanto, el intento libanés de quedarse el agua de uno de los afluentes del río Jordán, calificado de "intolerable" por Israel, recrudeció la tensión entre los dos países y planeó la amenaza israelí de otra respuesta de fuerza, para preservar el caudal.

Esta es la constante; el acuerdo y el desacuerdo, provocación y represalia, ataque y respuesta y la vida miserable en el clima bélico siempre presente, que salta y arde incesante. A este tenor, un observador comentaba en la prensa que Israel lleva 58 años defendiéndose de las asechanzas de exterminio. Las sucesivas guerras, todas iniciadas por la provocación, hasta ahora le han traído el triunfo y nunca se ensañaron con el vencido. Pero, he aquí que el día que cambie la fortuna y pierda una, será la última porque lo hundirán en el abismo. Será, sin duda, la penuria de Oriente, saldrá victorioso el terror, vendrá el regocijo de los habituales antisemitas, los de izquierdas, de derechas e islámicos; los que se indignan porque responde en su propia defensa, los que proveen y dirigen los misiles sobre objetivos civiles israelíes, los que mantienen terroristas que revientan civiles en Tel Aviv, Londres, Nueva York, Bali o Madrid; los hipócritas que claman porque Israel persigue a los terroristas, escudados tras los niños y los civiles, pero callan cuando el terror busca y comete sus horrendas masacres, siempre más enconadas, más impactantes, donde cause mayor daño, más muerte, más sangre caliente, sencilla e inofensiva.

La provocación y el tanteo, mediante ocasionales escarceos en el territorio y veladas amenazas contra la integridad de los contendientes, alimentan la tensión continuamente. Es el desencuentro perenne; una guerra de sesenta largos años. El erial de sequedad en que no fluyen los “ríos de leche y miel”. El desierto de la paz los entierra bajo su arena.

Camilo VALVERDE MUDARRA

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