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¡No vayas a Granada!

Camilo Valverde Mudarra

España



HOMENAJE

HOMENAJE a Federico García Lorca, en el septuagésimo aniversario de su amarga muerte.
Selección poética de mi libro (inédito): "ANDALUCÍA, ESTOICA SOBERANA".

 

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LOS BARRANCOS


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Los barrancos de Viznar doloridos

temblaron estertores de injusticia,

cuando su cuerpo en sangre de malicia

derramó sus espantos ateridos.

 

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Su cabeza de versos ya perdidos

en su amargura, se hizo torvo lecho,

donde un clavel del lirio de su pecho

clamó el crimen de ruines resentidos.

 

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La luna reclinó, entre los tomillos

sus sueños verdes hechos decepciones;

cerró sus ojos llenos de emociones

y besó de sus bucles los anillos.

 

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En su boca, la muerte rodó hilillos

de ilusiones quebradas en las rocas;

dos lágrimas quedaron en las rosas

que transidas aullaban por cerrillos.

 

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Los barrancos de Viznar doloridos

dieron su cuerpo, blancor de biznagas,

a la tierra, con séquito de aulagas,

bajo olivos de senos compungidos.

 

-* -
  
           NO VAYAS


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¡Federico, no vayas a Granada!

Granada agazapa su voz rancia.

Federico, recela de Granada,

Tu Granada rezuma intolerancia.

¡No vayas a Granada!

Allí afila sus garras la ignorancia,

no tomes el tren,

no salgas de Madrid,

cierra tu estancia,

o quédate en New York.

Olvida la Sierra y tu infancia,

el Sacromonte y el Albaicín,

el Darro y la Alhambra.

¡No vayas a Granada!

Allí te espera negra rabia

en cruel trampa de intriga e infamia;

huye de la huerta y su fragancia;

aléjate de los Rosales,

baja por el Genil a la distancia,

mira hacia Huelva, busca Portugal.

Escucha la voz de la Vela,

hazle caso a la alondra,

y a las lágrimas de la sierra,

salta el Veleta, ve a Francia,

corre, sálvate, escapa y vive;

huye de la ruindad y de la jactancia.

Quedan muchas rosas,

muchas estrellas,

muchas lunas que llevar al río,

muchos Ignacios con su muerte a cuestas,

y Bernardas, Yermas, Marianas y Zapateras.

Desoíste sus voces:

¡Federico, a Granada, no vuelvas,

en los cascos del aire tenso,

escapa con Camborio por la Vega,

a lomos de la brisa nevada,

embozado en la capa de luna llena!

¡Corre, vete, huye de la arrogancia,

monta en las espumas sumisas de la arena,

busca las orillas verdes de la tolerancia

y gana las estrellas azules de hondo poeta!

¡Federico, no vayas a Granada!

¡Y vive, vive eternamente!

¡No. No matéis su voz de plata!

¡Que no quiero verla inconsistente!

¡Que no quiero ver su risa helada

en los barrancos de Viznar

constreñida de muerte,

por siempre velada!


-*-

     NEGRA NOCHE

-*-

¡Qué negra se ve aquella negra noche

que balas negras y verdes fusiles

brotaron rojas rosas

del blanco pecho de Lorca!

¡Qué depravada conciencia

de fuertes ignorancias,

de furiosas maldades!

¡Qué crueldad tan inútil, ciega y loca!

Los toros negros cólera mugieron

al aire ensangrentado en bocas rojas.

Los barrancos, alzando hasta su boca

el tiritar exánime de Federico,

quebraron rotundas gargantas,

gritaron rojas cruces

y tronaron llantos ancestrales.

Los torreones rojizos de Granada

rasgaron nieblas de plomo, ceniza y cobre

y la noche nubló su infinita tristeza.

La luna, su luna, cerró puertas y ventanas

y rajó su alma pena cósmica.

La profunda campana de la Vela

alzaba cruces melancólicas de hierro, bronce y forja.

Las rosas, estrellas solemnes, lloraron

pistilos de sangre en polen de luto.

Los Querubines con manos

perfumadas de llanto y de besos

recogieron su muerte

al alba funesta de la mañana

y llevaron al Padre sus labios de rocío

y su risa lila en inmensa sinfonía

de mármol terso y sangre seca

al alba funesta de la mañana.

Dos fusiles negros y verdes encendieron

dos rayos de horror, odio y venganza;

cerraron, al silencio rojo, la palabra

de sueños, de risas y melodías

de Federico García Lorca.

Al alba de negra madrugada,

lo llevaron al dintel de la ruta solitaria.

Las nubes lo cubrieron con lágrimas de cristal

órganos celestiales al tacto de su dedos

sonaron sentimiento y poesía;

¡Al alba de aciaga soledad!

¡Al alba triste del ruiseñor!

¡Al alba de Dios!


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     LAS ESTRELLAS


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Las estrellas gimen tristes

por Federico García Lorca.

Bajan a coger su muerte

entre barrancos y rocas;

ponen sus ojos abiertos

en sus manos misteriosas

y los cierran de cometas.

En las cimas montañosas,

las nubes lloran su suerte

y ciñen de nieblas rosas,

su sonrisa y sus canciones.

La Alhambra tembló llorosa

y recubrió de arabescos

su pecho de heridas rojas.

El Albaicín cerró el silencio

por las crestas y las lomas

y se abrió en llanto recio

al tronar la noche penosa

de olor a odio y venganza.

Granada transida y ansiosa

absorbió en sus entrañas

el frío de sangre gloriosa

del poeta que veneraba

su alma tenue y misteriosa.

 

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        FEDERICO


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El olivo milenario, nuncio de paz,

acogió la sangre de la violencia;

al disparo, sostuvo la caída tambaleante

de Federico que, en su resistencia,

herido de vergonzosa muerte

abrazaba sus ramas con insistencia

y, enjugando, con unción, su rostro

ensangrentado por turbia indecencia,

le echó los brazos de su fronda

asiendo el aliento de su corta existencia;

una y otra vez se levantaba

y el ramaje retenía su pervivencia,

aferrando el nardo futuro de su esencia.

Fue de nuevo el huerto de los olivos

con la agónica crueldad y la inminencia

de la ruindad y de la ignominia infames,

a las cinco menos cuarto de la insolencia.

De "La Colonia", fue al "Caracolar",

donde lo mataron en concurrencia

de un maestro y dos banderilleros,

a las cinco menos cuarto de la demencia.

Ante los tristes ojos de los olivos,

los cuatro, por escalas de inocencia,

con su muerte a cuestas, subieron

a níveas plazas de indulgencia

en que toreaba Ignacio toros celestes

al son de clarines y olés de anuencia

con mayorales calzados de solvencia.

 

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A LA MUERTE DE G. LORCA

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Los caballos de nubes aterradas

relincharon rabiosos estertores,

al ver su sangre, abierta por traidores,

tintando las escarchas asombradas.

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Los gitanos en fraguas desoladas

blandieron sus martillos vengadores,

y, llorando aquel crimen de impostores,

clamaron sus inquinas soterradas.


-*-

¡Ay qué terrible sangre de agria suerte!

¡Qué terrible su verso allí partido

ya sin rima ni voz que lo revele.


-*-

¡Ay el espanto que cubre su hosca muerte

con pálidos azufres del olvido

sin llanto, sin suspiro que lo vele!

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-*Camilo Valverde Mudarra
-*Catedrático de Lengua y Literatura Españolas
-*Lcdo. en Ciencias Bíblicas

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