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Selección de microcuentos de Marcos Rodríguez Leija

Marcos Rodriguez Leija

México



Dios

Dictador de doctrinas, detentador, Dios dice: “¡Discípulos, dadme dinero, derramad dádivas dignas de Dios!”
Decepcionado, Don Diablo, decente decano de demonios, decisivo dice: “¡Dios, deja de defraudar discípulos!”
Disgustado, Dios desafía: “¡Defiéndete Diablo!”
Defensivo, Don Diablo dice: “¡Desvergonzada deidad decadente, deja de delinquir! ¡Demuéstranos dignidad! ¡Déjate de discursos disparatados! ¡Danos democracia!”
-¡Diablo..! ¡Déjate de diatribas! -Dios, desatado, desenfunda... dispara...
Don Diablo, desfallece dolorido.
Dios, deidad divina disfrazada de diablo, desmoralizado determina desenmascararse.


Balada falaz

Clara ama a Sam. Clara canta mamada, danza, lanza la bajaca, las gafas, la saya, las mallas, la mascada, la tanga... apaga la lámpara, avanza a la cama, alza las zancas flacas para lazar a Sam. Al amar, Clara abrasa, araña, brama; al acabar agarra la champaña para alargar la rasca.
Sam la abraza. Clara (chavala blanca, gabacha), da jaladas a la mandanga, lanza vaharadas, habla zarandajas.
Sam trama dañarla. ¡Basta ya tanta mascarada! ¡A saldar la manda! Sam carga mal karma: al alba, baja a la plaza para atacar damas castas, las mata a zarpadas para mamar plasma.
Clara habla. Sam la abraza (falaz), la manda a la mansarda. Ya aclara (mañana rasa, pájaras cantan, pasan parvadas, más allá ladran). Clara (bata blanca, mangas largas), canta chalada. Atrás, la Parca.
Sam va al placard, saca la daga, alcanza a Clara, la calla. La garganta rajada sangra. Sam va a la cama para agarrar la sábana, tapa a Clara, la carga, avanza a la carcacha, va a la llanada rayana a la barranca. Pasa ramblas, charcas, aplasta ranas...
Al parar, arrastra a la chavala hasta la cañada. Sam habla palabras raras, taja a Clara (manjar, maná). Salda la manda pactada a Satanás. Sam jama las gambas sajadas a la zagala. Acabada la salvajada macabra, va a la carcacha, arranca hasta la casa para lavar la sábana, la mansarda, la sala manchada al arrastrar a Clara (sangrada).
Fajar, matar... cansan. Sam jala la balda para sacar crack (da jaladas). Saca la pacha (mama). Va a la carcacha, arranca. Va al bar.
“Mañana habrá calma, Sam... Mañana habrá calma...”, hablan fantasmas a Sam.
Sam (chacal, barbaján), al avanzar al bar lanza carcajadas macabras.


Amor a primera vista

El pordiosero de la cuadra se paraba frente a la boutique de trajes nupciales. Le gustaba contemplar a través del aparador a una figura esbelta, de fino rostro. Para él no había mujer que la igualara. Era lo que siempre había soñado.
La gente lo veía como a un loco peligroso cada vez que recitaba versos de Neruda, pero poco le importaba que el dueño del local lo corriera a puntapiés o llamara a la Delegación de Policía para que lo apresaran.
Nada impedía que el menesteroso volviera al escaparate, donde un maniquí de figura femenina aparentaba mirarlo y conmoverse ante cada palabra de amor pronunciada:
“Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca...”
Aquel hombre barbado y harapiento un día no pudo resistir más. Tomó una piedra y rompió el cristal de la boutique. El propietario de la tienda y quienes caminaban cerca del lugar quedaron asombrados, inmóviles, al ver que una mujer corría alegre, vestida de novia, tomada de la mano del pordiosero de la cuadra.

(1) Me gusta cuando callas... (fragmento), de Pablo Neruda


El alquiler

El Tiempo es un hombre enmascarado que a veces camina lento y, otras veces, como un ave rapaz desafía al aire: le da la vuelta al universo en un segundo.
El Tiempo es el vertiginoso encuentro -al cruzar la calle- de un niño, con sí mismo, pero ya viejo.
El Tiempo es el más feroz remolino: arrasa con todo, con casas, autos, ríos, parques. Ayer se llevó el balón de fútbol que me regaló mi padre cuando cumplí los 10. De eso, hace mucho pero mucho tiempo.
El Tiempo es un hombre enmascarado que siempre te sorprende silencioso, aunque yo diría que ahora no tanto, pues insistente, necio, toca y toca con fuerza la puerta de esta casa a punto de caerse.
Yo, aunque quisiera, no puedo levantarme.
El Tiempo ha de pensar que no quiero pagarle el último alquiler. Pero él insiste y yo ya no soporto más el ruido que hace.
-¡Ya cállate! -le grito-. ¡No puedo levantarme!
Hoy vence nuestro contrato. Ha de creer El Tiempo que no quiero pagarle.


Piromanía

Un joven pirómano conoció a una mujer de la que se enamoró profundamente, lo cautivó tanto que jamás quiso perderla. Pero la primera noche que la tuvo entre sus brazos, su amor fue tan candente que no pudo evitar que el cuerpo de su amada se incendiara por aquella pasión exorbitante.

Renacer
La muerte tocó a su puerta y se sintió vivo. Su vida, era la muerte.
Locuras
El tío Remy está loco. Así nació. Lo visitamos cada martes en el manicomio.
-Me siento seguro aquí adentro -me dice.
-¿Por qué? -le pregunto.
-Me da miedo salir. Hay muchos locos allá afuera.


Personalidad

Se horrorizó al verse ante el espejo y cambió cada detalle de su cuerpo. Después de varias cirugías observó de nuevo aquel reflejo pero la impresión fue peor: su repugnancia era irremediable.

Adicto

Aquella noche salí rumbo a la Iglesia, dispuesto a dejar mi adicción. Quería cambiar, que mi vida tuviera sentido. Pero me di cuenta que no tenía otra manera de ser más que esa. Y sin pensarlo dos veces, hendí el cuchillo en el cuello de una dama noctámbula y bebí su sangre hasta el hartazgo.

Teletransportación

En el sueño, siempre rememoraba cuando era un niño que dormía la siesta bajo un nogal frondoso, donde soñaba que de grande sería el inventor de un aparato capaz de transportar a las personas a través del tiempo.
Por eso, al despertar volvía a cerrar los ojos para ver si aquella máquina en la que se encontraba, al igual que el niño que veía a lo lejos, dormido bajo un nogal frondoso, sólo eran parte de su sueño.

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