ArtÃculo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento CrÃtico” en el diario PÚBLICO, 1 de abril de 2014
Este artÃculo muestra el racismo que imbuye al nacionalismo dominante en España, que es el españolista, el único nacionalismo que no se define como tal.
Una de las caracterÃsticas de los establishments polÃticos y mediáticos españoles, centrados en la capital del Reino, Madrid, es definir como nacionalistas a aquellos movimientos o partidos periféricos (basados en Catalunya, en el PaÃs Vasco o en Galicia) que consideran a sus comunidades como naciones. Los autores pertenecientes a estos establishments nunca se definen como nacionalistas, reservando dicho término para definir a los movimientos y partidos de la periferia del paÃs, pero nunca para aquellos asentados en el centro.
Esta situación no deja de ser paradójica, pues tales establishments enfatizan que España sà que es una nación, y que es además indivisible, negando que haya ninguna otra nación en el paÃs. A lo máximo a lo que se llega es a admitir (como lo hace la Constitución Española) que hay nacionalidades, que es la versión “light” de nación, comparable a región, utilizándose los mismos términos –nacionalidad y región– de una manera casi intercambiable. Esta visión convierte al nacionalismo españolista –que es el producido y reproducido en los establishments polÃticos y mediáticos basados en Madrid– en un nacionalismo exclusivista, considerado por los nacionalismos periféricos, con razón, como asfixiante. En realidad, este nacionalismo españolista es el más fuerte y dominante en la cultura polÃtica y mediática del paÃs. OÃr a un José Bono o a un Fernando Savater, por ejemplo, autodefinirse como no nacionalistas es abusar del lenguaje. Ambos son, en realidad, profundamente nacionalistas. Es más, el nacionalismo españolista ha sido el más racista de todos los nacionalismos que hayan existido en España, un racismo definido más por caracterÃsticas culturales y religiosas que por propiamente étnicas. Por cierto, no utilizo el término españolista como insulto, como tampoco considero un insulto utilizar el término catalanista, ampliamente utilizado en Catalunya por las opciones polÃticas que se definen como tales, sin ningún perjuicio.
En realidad, la nación española se creó con los Reyes Católicos, con la expulsión de los judÃos y los musulmanes, y con la conquista militar de las Américas, conquista que se presentó como la misión civilizadora de un imperio, identificado con una raza. De ahà que el dÃa del descubrimiento de aquel continente por parte de las fuerzas lideradas por Cristóbal Colón pasara a conocerse durante muchos años como el DÃa de la Raza.
Se me dirá, con razón, que todos los imperios se basaron en un concepto racial. Y, por lo tanto, el Imperio español no fue una excepción. Pero la gran diferencia en el caso del Imperio español es que los herederos de aquel imperio nunca han reconocido (con contadÃsimas excepciones) este hecho, y todavÃa menos han pedido perdón por la victimización de otros grupos (también llamados razas) que la supuesta raza española realizó. El Estado español nunca ha pedido perdón a los judÃos o musulmanes que fueron asesinados o expulsados de España, ni a las poblaciones indÃgenas que fueron eliminadas por los conquistadores españoles. Que ni siquiera se le haya ocurrido al Estado español pedir perdón es simplemente porque nunca ha considerado que hiciera nada reprochable o inmoral, pues la Iglesia Católica siempre ha aprobado tal victimización, presentándola como civilizadora de las vÃctimas.
El necesario antiimperialismo no ha surgido todavÃa en España
Desde hace ya décadas ha habido en varios paÃses con pasados imperialistas, como el Reino Unido y Francia, movimientos y voces crÃticas que han cuestionado la idealización de aquellos imperios, mostrándolos como lo que fueron: un gran pillaje a otros pueblos, cuyo conocimiento deberÃa generar deshonor a aquellos paÃses. Y en EEUU, por ejemplo, el Congreso admitió y pidió disculpas por el genocidio realizado por el Estado federal contra las poblaciones indÃgenas. Hay un sano surgimiento de una crÃtica antiimperialista en un número creciente de paÃses. Pero no en España.
A lo máximo a lo que se ha llegado es a permitir a los judÃos expulsados de España que recuperen (sus sucesores) la nacionalidad española. El Edicto de Expulsión (conocido como el decreto de la Alhambra) del 31 de marzo de 1492 ordenó a los judÃos convertirse al catolicismo o ser expulsados de España. No fue hasta el año 2012 que se permitió la recuperación de la nacionalidad a los herederos de aquellos que escogieron irse, bajo condiciones muy limitadas que serÃan eliminadas muchas de ellas por la propuesta que acaba de hacer el Ministro de Justicia, Sr. Gallardón.
La lentitud en el reconocimiento de una injusticia por parte del Estado español (sin que se acompañara de una disculpa) ha sido remarcada por el Presidente de la Conferencia de Rabinos Europeos, el cual ha indicado, con ironÃa, que tal admisión de error de un hecho cometido en 1492 “ha sido un poquitÃn lenta, aunque es mejor que se haga ahora que nunca”. Por lo visto, la embajada española de Tel Aviv y el consulado de Jerusalén, en Israel, han sido invadidos por solicitudes.
Ahora bien, el racismo del nacionalismo español es selectivo, pues no hay que olvidar que los musulmanes fueron también obligados a convertirse o bien fueron expulsados (entre 275.000 y 350.000). Y nada se ha dicho de ellos. Ni que decir tiene que ninguna medida se ha tomado para facilitar la recuperación de la nacionalidad española a los herederos de las familias musulmanas expulsadas. Cuando el ministro Gallardón presentó su propuesta de invitación a los sucesores de los judÃos expulsados a reintegrarse a España, lo hizo para enviar el mensaje al mundo de que “reflejaba la realidad de España como una sociedad abierta y plural”. Pero, por lo visto, eso no atañe a las familias musulmanas que también fueron expulsadas de España. Como es lógico, la Junta Islámica se ha quejado de que “esta discriminación sigue unos criterios racistas” (citada por Faisal Kutty en su excelente artÃculo “Sapin’s Apology”, publicado en Counterpunch, 24.03.14, del cual extraigo la mayorÃa de datos y citas).
Esta situación deberÃa dar pausa y reflexión a aquellos autores nacionalistas españolistas (que niegan ser nacionalistas) y que continuamente publican crÃticas de todo tipo, incluyendo de racismo, contra los nacionalistas periféricos. SerÃa deseable que fueran más autocrÃticos y que reconocieran que el racismo de su nacionalismo ha sido el más acentuado y el que ha tenido unas consecuencias más violentas de todos los nacionalismos existentes en España. Asà de claro.
Ver artÃculo en PDF