Con prisas y carreras (no sea cosa que, como bien ha dicho Raúl del Pozo en el espacio televisivo de hoy en la Sexta, “Al rojo vivo”, las calles de España queden invadidas de banderas y otros símbolos republicanos), el Parlamento va a aprobar por vía de urgencia los trámites necesarios para que el Príncipe de Asturias quede proclamado en breve nuevo Jefe de Estado, es decir, Felipe VI por la gracia de Dios y de sus hijos predilectos.

El pueblo llano -yo lo llamo pueblo sano- como, pese a haber estado gobernado casi siempre por monarcas, entiende poco de las cuestiones constitucionales que se llevan entre manos determinados parlamentarios, cuando se da un acontecimiento como el que hoy resuena por toda España y se comenta por el resto del mundo, se siente inmediatamente atraído por el natural deseo de decirle sí al Rey y, en otros casos, ejercer el derecho que le robó Franco de elegir la vía republicana. Sin embargo, quienes (jefes de Gobierno y altos mandos de la política) nos tienen machacados con la cantinela de que la madurez democrática de nuestro pueblo es inequívoca por evidente, a la hora de la verdad nos hablan de que sería contradictorio un referéndum con el espíritu de la Transición. ¡Qué coño está pasando aquí! Sucede, simplemente, que una vez más nos están tomando el pelo quienes, apelando a la estabilidad y la paz, pretenden a toda costa mantenerse en el reducido orbe de los privilegiados. ¡Ah!, y que nadie ose pronunciar la palabra “revolución”, no sea cosa que lo tilden de terrorista.

Pues sí, esto es una monarcarada, lo mismo que lo otro, lo que sitúa a los padres de la patria en el pedestal de la sensatez, es una cacicada.