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GRUPOS LITERARIOS

Errores evitables

César Rubio Aracil

España



No quieras ser rey cuando todavía eres paje.

Creo que, afortunadamente, proliferan los grupos literarios. Hasta hace pocos años, incluso ya instaurada la democracia en España, esta clase de asociaciones parecían estar en manos de personas más o menos eruditas: profesores, lingüistas, abogados, escritores y poetas, etc., sin que, por diversas razones, los aprendices de Letras tuviésemos acceso a formar parte de dichos núcleos intelectuales. Hoy, aunque existen todavía algunos círculos cerrados a las personas carentes de oficio literario, no es menos cierto que abundan las pequeñas comunidades de adeptos a la Literatura, cuya liberalidad dista años luz de los cenáculos antes referidos. No obstante, convendría destacar algunos errores de bulto que agrandan las diferencias existentes entre ambos estratos sociales, puesto que de capas sociales se trata en muchos casos, que no en todos, aunque nos duela.

       He pertenecido a varios grupos culturales, casi siempre de segunda o tercera clase -permítaseme la ironía-, en los que he visto de todo: desde verdaderos artistas de la palabra, hasta duendecillos incómodos por su arraigo a la vagancia del aprendizaje. Personas vocacionales las menos, y una respetable cantidad de abúlicos/as sin visos de ir más allá de la pereza. En esta situación, ¿cuál sería el camino más conveniente a seguir? En mi opinión no admitirles o, en su caso, expulsar del grupo a quienes prefieran ser “escritores/as” iluminados por la ciencia infusa; pero no es fácil esta solución, porque no pocas peñas literarias están dirigidas por reyezuelos/as carentes de la mínima preparación, no sólo artística sino también gramatical. Ello explica en parte los motivos que aducen los intelectuales para impedir con sobrada razón que sus círculos, costosos de crear, puedan alejarse de sus legítimas aspiraciones literarias.                 

       Asociaciones culturales, sí. Podrán tener  un carácter testimonial, como sucede con muchas bibliotecas, o convenientes para disimular la auténtica intención que anima a otras, más complejas: el hecho deportivo. Así, esta clase de organizaciones sociales obtienen más beneficios y credibilidad. Pero centremos nuestra atención en los núcleos exclusivamente literarios.

       En Alicante, donde resido, conozco a más de una docena de asociaciones de esta índole, de las cuales sólo tres o cuatro merecen mi aplauso. Las demás, con mejores intenciones que eficacia, me causan incomodidad cuando intervienen públicamente, sobre todo recitando poemas cuya elaboración deja al descubierto descuidos imperdonables, como si la poesía hubiese cerrado sus puertas incluso a las más elementales reglas de la preceptiva literaria. No estoy en contra de las nuevas tendencias de ningún género, pero sí cuando se trata de, por comodidad y pereza, crear “escuela” fundamentada en la irresponsabilidad. La Literatura, como asimismo la Música, la Pintura y demás artes deberíamos mimarlas a fuerza de sacrificio y mucho tesón, siendo preferible, a mi entender, la fusión a la atomización. Sobran reyezuelos/as y faltan personas con ganas de aprender.

       Aunque, como se ha dicho al principio de este escrito, afortunadamente proliferan los grupos literarios, no estaría de más una reflexión sobre el asunto.

César Rubio (Augustus) 

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