Telefonea una tarde de domingo a su hermano y le pregunta si puede ir a su casa a tomar una cerveza. "Claro que si, vente", le dice su hermano. "¿Quién te ha llamado?", le pregunta su mujer. "Mi hermano, ha preguntado si puede venir a tomar una cerveza", contesta él. "¡Qué raro!", exclama ella. "¿Por qué es raro?". "Porque nunca ha telefoneado para venir a casa a tomar una cerveza", comenta ella. "¿Y qué ves raro en eso?". "Pues creo que en en realidad viene a pedir algo", opina. "Eres mal pensada", le critica él. "Piensa mal y acertarás", añade ella. "Te equivocas. Mi hermano nunca pide nada y menos que nada, dinero, si es lo que temes". "Te pidió una vez trabajo, recuérdalo", observa ella. "En toda la vida solo me pidió eso y le proporcioné una mierda de trabajo que le duró menos de dos meses porque mi socio, aprovechando que yo me fui de la empresa, lo despidió de inmediato. Pero ahora ya se ha jubilado". "Entonces te pedirá dinero, ya lo verás", insistió ella. "Te aseguro que no, qué te apuestas. Y aunque me pidiese dinero, qué pasa". "Pues que cree que nadamos en dinero y que a nosotros no nos cuesta nada ganarlo. Él siempre ha sido un trabajador mediocre, mal pagado, y a buen seguro que te envidia". "Te equivocas y me sorprende que tengas tan mala opinión de él". "Pues ya es hora de que te enteres, antes de que sea demasiado tarde". "En el peor de los casos, no nos arruinarÃamos por dejarle algo de dinero si lo necesita para algo importante". "No me da la gana dejarle o regalarle el dinero, que se hubiese espabilado más en la vida, que a nosotros muchas veces nos fue mal y no le pedimos ayuda". Sonó el timbre de la puerta. Él le abrió desde el portero automático. "Comprobarás enseguida que te equivocas", "Por si acaso, ya he pensado la excusa para no prestarle ni un céntimo", dijo ella. "Eso ya lo veremos", replicó él. "Más te vale hacerme caso o te arrepentirás", amenazó ella. "¿Eres tonta?". "Tu hermano y tú sois los tontos, si no fuese por mà serÃas tan pringado como él".
Le abrió la puerta, besó a su hermano y éste a su cuñada. Se sentaron los tres en el salón, sacaron tres cervezas bien frÃas y charlaron de la familia, del tiempo, algo de polÃtica, de los negocios de ellos. "Mi mujer se ha ido a casa de su padre porque está pachucho", les informó cuando le preguntaron por ella. Al cabo de una hora se levantó del sofá, les agradeció la cerveza, dijo que iba a buscar a su mujer y se marchó.