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Mujer y Madre de Jesús

Camilo Valverde Mudarra

España



Madre universal, la esclava de Yahvé.

En el Nuevo Testamento, la criatura cumbre de Dios, la más fiel y cercana colaboradora de Jesús, escogida para ayudarle en la obra de la salvación, es una mujer; la madre universal, la esclava de Yahvé: María (Lc 1,26-38.42-49; 2,7.32-35; Jn 2,1-5; 19,25-27; Ap 12,1-6).

Según el horario de Dios, había llegado el momento de enviar al ángel San Gabriel a una insignificante ciudad de Galilea, a sondear a una joven, María de Nazaret, para ver si aceptaba ser la madre de Jesús y anunciarle el misterio de su Encarnación "Salve, María, has hallado gracia delante de Dios" (Lc 1,30). De acuerdo con el misterioso plan salvífico, había llegado el momento de que una mujer, que como ninguna otra iba a realizar la voluntad de Dios, se constituyera en madre de la humanidad y modelo de la familia cristiana.

María es la criatura más excelsa en la historia del mundo entero: "Bienaventurada me llamarán todas las generaciones" (Lc 1,48b). Fue elegida y designada por los insondables e inescrutables designios de la Divina Providencia para ser la MADRE de Jesucristo: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc 1,26-38). La mayor dignidad y excelencia que un ser creado puede recibir es la maternidad de tal Hijo. Se le concedió la condición más eminente y ha sido señalada con la más alta deferencia y mérito de todo el orbe.

María es la Única entre todas las mujeres por su MATERNIDAD. El mérito y título mayor y más sublime es ser la MADRE de Jesucristo. Por ello, está adornada con lo dones preternaturales y, desde toda la eternidad, posee el Favor y el Amor de Dios, “el Señor está contigo”, es la “llena de gracia”, "la bienaventurada porque el Todopoderoso ha hecho maravillas en mí”. ¿Se puede pensar en mayores grandezas? Pero, es que ni es necesario.

El evangelio de S. Lucas refiere el nacimiento de Jesús, el Salvador, en un relato de bellísima construcción, pletórico de candor y estilo, que comienza por la conocida frase: “Por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo” (2,1-40).
Y, como buenos ciudadanos, se ponen en camino. José aparejó su borriquilla, y montando a su esposa, subió desde Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David llamada Belén, por ser de la casa y patria de David, para inscribirse con María, que estaba encinta.

Estando allí, habiéndose instalado en una cobertizo de las afueras que servía de establo, se cumplió el tiempo del parto y dio a luz un niño hermosísimo y lo reclinó en un pesebre, entre las pajas del pienso, porque no había para ellos sitio en la posada, ni en ninguna otra casa. Y cuenta la ingenua e inocente tradición popular que el buey y la burra calentaban con su aliento a la criatura.

Milagrosamente avisados por un ángel del Señor, fueron de prisa unos pastores que guardaban sus rebaños por allí cerca y encontraron al niño como se les anunció: "Os ha nacido un Salvador que es el Cristo Señor en la ciudad de David". Y así mismo, recibió la segunda visita de parte de los tres Reyes Magos, que misteriosamente guiados por un fenómeno astrológico, se postraron y regalaron sus significativos presentes al Rey de la Cruz, cuyo trono era el pesebre, su palacio, la cuadra y su servidores, unos pastores, un buey y una mula.

Así, la Virgen Madre, en esta familia humilde y entregada a la voluntad de Dios, tras su obligada estancia en Egipto, a causa de las aviesas y asesinas intenciones de Herodes, se establece en Nazaret, donde vive una vida sencilla y el niño va creciendo en edad y sabiduría y María, la madre amantísima, irá “guardando todas estas cosas en su corazón”.

Insondable e íntimo ejemplo, para tantas desgraciadas y tristes rupturas de la convivencia, debidas muchas veces a egoísmos incorregidos, a inclinaciones inveteradas que no se domeñaron en el seno del hogar y a malos hábitos permitidos o desechados, como gracias del niño, concediéndole todos los caprichos. Madres destrozadas por excesivos trabajos o entregadas a distraciones vanales y padres desentendidos o detenidos en la taberna. La madre ha de estar en la atención de sus hijos y el padre con ella, creando hogar y sustentando el amor y al hijo. Los ejemplos arrastran, las palabras vuelan. El ejemplo está en María de Nazaret.

Camilo Valverde Mudarra

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