El amor es un factor primordial en la existencia humana, y, por ello, tenía que estar presente en las páginas de la Biblia. El Libro de los libros, dictado por Dios, que recoge y describe la historia de la salvación, concede una consideración de prioridad al amor; abarca, con amplitud, toda clase de sus manifestaciones, desde la insondable caridad del Padre Eterno, hasta las expresiones del amor humano en cuanto a la relación paternal y filial, a la amistad, a la entrega personal, al noviazgo, al matrimonio, la unión sexual.
Ciertamente, los Textos Sagrados cuentan cómo amó Dios al mundo, su Amor inmenso, y la profundidad con que se manifestó en su infinitud, como Amor; muestra cómo reaccionó el hombre ante tan grande Caridad Divina y cómo hizo vida el amor. Por tanto, con toda razón, la Biblia se define justamente como el tratado del amor divino y humano, la Palabra de amor de Dios al hombre.
El amor humano.
Este cántico del amor de Dios contempla también el amor humano en sus múltiples expresiones naturales y religiosas. El amor natural evidentemente está inserto en Dios y en su Palabra; este amor es vivido en su esfera natural de la familia, de la amistad, la entrega y la solidaridad. El amor humano se presenta como un bien inconmensurable, la fuente de la vida y de la felicidad, porque es una chispa que salta del corazón de la Santísima Trinidad y conforma con su calor todo el desarrollo de la vida humana.
Pero no todas las manifestaciones concretas del amor humano implican gozo y felicidad, no siempre se trata de la actitud nobilísima de la apertura y del don de sí a otra persona; algunas veces los términos examinados indican placer, erotismo, pasión carnal, y, por tanto, egoísmo, el amor al mundo y a sus concupiscencias. Qohélet estigmatiza: el que ama esas realidades, nunca se ve pagado (Qo 5,9). El sabio anónimo del libro de los Proverbios sentencia: "Estará en la miseria el que ama el placer, el que ama el vino y los perfumes no se enriquecerá" (Prov 21,17). Por su parte, el Sirácida declara que el amor al oro es fuente de injusticia, y, por tanto, de perdición (Si 31,5).
Esa búsqueda ávida de las realidades mundanas, para fomentar el egoísmo, impide la adhesión al Dios del Amor: "No améis al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia, no provienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y, con él, su concupiscencia, pero el que hace la voluntad del Padre, que está en los cielos, permanece eternamente" (1 Jn 2,15-17).
La literatura sapiencial
La literatura sapiencial presenta el amor como fuente de alegría y de felicidad. La siguiente sentencia es muy significativa a este propósito: "Más vale una ración de verduras con amor, que buey cebado con odio" (Prov 15,17).
El secreto de la felicidad humana radica en el amor, y no en la abundancia de bienes, en la riqueza o en el poder; por esta razón, se declara bienaventurados a aquellos que mueren en el amor (Si 48,11). A ello, añade el Eclesiastés, que el amor al dinero no satisface nunca: “Quien ama el dinero nunca se harta de dinero y quien ama las riquezas, no obtiene provecho. También esto es vanidad” (Ecl 5,9). En Proverbios, la Sabiduría habla a los mortales, para indicarles dónde encontrarán los bienes duraderos:
“Conmigo están la riqueza y la gloria, los bienes durables y la justicia. Mejor es mi fruta que el oro, que el oro puro; y mis productos son mejores que la plata escogida” (Prov 8, 18-19).
El amor es un sentimiento presente en los escritos de los sabios. Haciendo el elogio de sí misma la Sabiduría señala la reciprocidad necesaria del amor: “Yo amo a los que me aman; y quienes me buscan con diligencia, me encuentran… Porque el que me encuentra, halla la vida y obtiene el favor de Yahvé” (Prov 8,17.25). El odio conduce a la perdición, en cambio practicar el amor entraña el bienestar y vivir la tranquilidad virtuosa: “El odio suscita querellas, mas el amor cubre todas las faltas” (Prov 10,12).
Para el Sirácida, la fuente de la sabiduría es la palabra de Dios y sus senderos los mandamientos eternos. El amor de Dios es una gloriosa sabiduría y aquellos a quienes se manifiesta la aman, contemplándola y proclamando sus grandezas: la plenitud de la sabiduría es el amor a Dios y embriaga con sus frutos a los fieles” (Si 1,16).
El Cantar de los Cantares ensalza el amor y explica que no hay energía más sobrecogedora y poderosa que la del amor, “porque es fuerte como la muerte… Aguas inmensas no podrán apagar el amor” (Cant 8,6-7).
Camilo Valverde Mudarra