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DOLOR DE ESPALDA (5ª PARTE)

Antonio Nadal Pería

España



María habla con Elena entre los pasillos de las estanterías del supermercado, ha notado la primera que la segunda estira la espalda en un intento de aliviar las molestias. "Esta tarde, al salir de aquí, podíamos ir a casa de esos clientes masajistas si están libres", le sugiere. "Me da vergüenza y no he traído dinero", alega. "El primer masaje no te lo cobran y si quieres estoy yo contigo en el cuarto para que te dé menos vergüenza. A mí me pasaba lo mismo al principio pero ahora voy con toda tranquilidad, son muy amables". Pareció convencerla y cuando entraron Marta y Carlos al supermercado para comprar algunas cosas les abordó y les dijo que su compañera Elena estaba dispuesta a acudir esa misma tarde a su casa si ellos podían atenderla. "Haremos un hueco con gusto", contestó Marta. "Venid en cuanto salgáis de aquí", añadió Carlos. "Iremos sobre las tres y cuarto. La he convencido para estar presente durante el masaje, así que espero un buen espectáculo", anunció María.

A la hora de terminar el turno, tras cambiarse de ropa, María le recordó a Elena la cita con la pareja de masajistas. "¿Los dos dan el masaje", preguntó con temor. "Te lo da quien quieras de ellos dos o ambos, lo que prefieras". "Prefiero que sea sólo la mujer". "Se llama Marta".

Cuando lelgaron a casa del matrimonio ya estaba preparado el cuarto con la camilla en medio, música relajante, luz a medias y olor a incienso. "Mi compañera quiere que el masaje se lo dé Marta", anunció María. "De acuerdo", aceptaron ellos. Le indicaron que entrase en el cuarto, se quitase la ropa, se tumbase boca abajo en la camilla y se tapase con una sábana. "Si quieres te ayudo", se ofreció María. Elena asintió con un movimiento de cabeza. Unos minutos después entró en la habitación Marta mientras Carlos empezaba a preparar la comida en la cocina. Ante la mirada atenta de María, Marta masajeó la espalda de Elena colocada delante de su cabeza tras bajarle la sábana hasta la cintura. Después de unos diez minutos le descubrió las piernas y procedió del mismo modo. Sus manos se deslizaron de3sde los tobillos hasta la parte más alta de los muslos, excitando a la joven. "Es mejor que el masaje sea más completo", le propuso Marta empezando a deslizar hacia abajo se braga, que dejó a la altura de sus pantorrillas. Elena dió un respingo pero su compañera le dijo que no se preocupase, que le gustaría. Marta le trabajó las nalgas y el valle entre ellas con gran habilidad, haciendo que la excitación fuese a más. Llegó un momento en el que le desprendió totalmente de la braga y ña dejó en una silla y le separó las piernas. María se acercó a su cuerpo para contemplar su hendidura. No pudo aguantarse, con ambas manos le separó las nalgas y le pasó la lengua por el ano y la parte exterior de la vagina. Elena emitió un suspiro, hizo un movimiento como si quisiera levantarse de la camilla pero Marta le presionó por la espalda para que permaneciese quieta. Después de un par de minutos, le dijo que se diese la vuelta en la camilla y se colocase boca arriba. Elena lo hizo cerrando los ojos. Marta le separó las piernas para que María siguiera con la incursión de su lengua por sus interioridades mientras ella le masajeaba los senos. Terminaron al cabo de casi una hora, satisfechas las tres. "¿Te sientes mejor?", le preguntó Marta. Elena asintió con un gesto de la cabeza mirando intensamente a María.

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