Amparo, Berta y Roberto caminan por la ciudad mirando escaparates. De repente, Amparo propone llevarles a un sitio distinto que les gustará. Sus amigos la siguen, intrigados. La fachada del lugar no aclara mucho de qué clase de establecimiento se trata. Parece un club discreto. Amparo pulsa el timbre, el rostro de una mujer se asoma entre cortinas y a continuación abre la puerta, que cierra con llave cuando entran los tres jóvenes. Aparecen tres mujeres más, son jóvenes y atractivas. "Yo me meto en esa cabina, vosotros dos en la de enfrente", les indica Amparo. Berta y Roberto se miran con expresión interrogante. "Yo os acompaño", les dice una de las jóvenes de allÃ. La siguen. La cabina es amplia, bien decorada, con una amplia cama, un biombo, un aseo y un armario. "Quitaos la ropa, luego venimos", les indica. Berta y Roberto no salen de su asombro. "¿Dónde nos ha traÃdo Amparo?, se pregunta Berta. "Puedes suponerlo", contesta él. Berta se quita el vestido y queda con braga y sujetador. Roberto se quita la camiseta y el pantalón, quedándose con el slip y la camiseta de tirantes. Se miran ambos en el espejo encima del lavabo. Entran en ese momento tres mujeres, abren el armario, se visten con batas blancas y cogen instrumental médico. "Tumbaos en la cama, vamos a haceros una revisión", dice una de ellas. "¿De qué trata esto?", pregunta Berta. "Enseguida lo veréis. Amparo es nuestra amiga y clienta y nos ha dicho que os gustan estos juegos". "¿Nuestra amiga viene a menudo por aquÃ?", quiere saber Roberto. "SÃ, y ya era hora de que la acompañáseis". "Nunca nos ha contado nada de este lugar", aclara Berta. Una de las jóvenes le dice a Roberto que se quite la camiseta. Ambos jóvenes se tumban en la cama.