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Le prometí a alguien que hoy escribiría sobre pollas

Nepomuk



La polla del señor Lamusco:
Un señor de mi oficina se cortó el frenillo del pene con unas tijeras de las que todos tenemos en nuestros vasos de lápices. No sé por qué hizo eso. Tenía unos 50 años y estaba casado. Creo que hasta con algún hijo por ahí. Pero se le cruzó un idus de marzo, se hartó de tener el glande mirando hacia el sur y pensó "si pego un corte aquí igual la pongo más recta", y con esas, cogió las tijeras de su escritorio, se metió en el baño y ¡tlac! cortó un trozo de frenillo. Imáginate. Capilares y sanguíneos reventando a la vez. Aquello fué como una matanza de San Martín. Sangre en el lavabo... sangre en el suelo... esto no se para... ay que me desmayo...me doy con la cabeza en el suelo... más sangre en la nariz... Al final vino el Samur y lo que se suponía que era "una operación discreta para que nadie se entere" se convirtió en "el Señor Lamusco tiene la polla torcida y además es tonto." Aunque bueno... sí... en defensa de las malas lenguas, debo reconocer que no era precisamente la mente más brillante de la oficina, no.

La polla de Reinaldo:
Durante una época muy cortita estuve trabajando de telefonista en un piso-puticlub de tíos. Sí. Sí, suena terrible, lo sé. Pero no lo era tanto. Yo solo cogía las llamadas y las citas, con un tono más o menos calientapollístico para que vinieran y el brasileño que lo organizaba me pagaba en negro un dinerito que me venía muy bien en aquella época para poder costearme el seguro médico y el cuarto de la mierdipensión donde vivía. El caso es que siempre que estaba allí, coincidía con los chicos que descansaban y se tomaban una cocacola entre cliente y cliente. Charlaban conmigo, me preguntaban por los estudios, por mi salud, por mis amoríos... Molaba. Le daba a todo un aire de normalidad surrealista muy Fellinesca. Y entre todos había uno, colombiano, que se llamaba Reinaldo, muy dicharachero y payaso, con el que me reía mucho. Era la oveja negra de una familia adinerada de Colombia y solía contarme historias de todo tipo sobre su infancia y su país. Los clientes de Reinaldo eran numerosísimos, fieles y constantes, y yo siempre lo achacaba a su simpatía y su desparpajo, ya que en realidad era un tipo bastante feo y canijo y nisiquiera era homosexual. De hecho, mantenía una relación casi matrimonial con la hija divorciada de guardia civil. Siempre me cayó bien Reinaldo. Con su narizota torcida, sus dientes de conejo, su cuerpo larguirucho, y su apabullante éxito sexual. Una noche, mientras yo estaba convenciendo a un tío de Cáceres para que se pasara a dejar la pasta, Reinaldo se quedó dormido sobre la mesa. Había estado todo el día cuidando al bebé de su chica y estaba cansado. Cuando llegó su primer cliente, tuve que darle un codazo para que se despertar. "Reinaldo... Despierta ya, que te va a pillar el toro." Él se estiró como un gato. "Ay moñito... que poco suin que llevo hoy..." Cuando se levantó, ví que le abultaba algo por dentro de la camiseta, cerca del pezón. Me pareció como un bolígrafo que hubiera tenido prendido del cuello y que se le hubiera deslizado hacia abajo, así que tal cual, le paré y se lo sujeté con los dedos "Reinaldo, se te ha caído el bolígrafo por dentr..." No terminé la frase. Al apretarlo, en lugar de sentirlo plástico y frío, lo sentí elástico y calentito y tardé dos segundos en petrificarme, al darme cuenta de que lo que le estaba sujetando con mis deditos tontolinos no era un bolígrafo, sino un pollón del tamaño de la Península Itálica, que cuando estaba contento le llegaba hasta el pezón. Por supuesto, a partir de aquel día entendí perfectamente que el apabullante éxito de Reinaldo estaba bastante lejos de su narizota torcida, sus dientes de conejo y de cualquier kilo de simpatía y desparpajo que hubiera podido gastar durante aquellos 25 años de su ajetreada vida.
Tiempo después, creo que llegué a contar esta anécdota en uno de los post de mi blog primigenio, pero maquillando previamente los datos originales. No me lo tengo muy en cuenta. Era muy crío y todavía me importaban las cosas que no eran importantes. Ya sabes. Al final lo único que nos coloca realmente son los años.

La polla de Jon Karlos Z:
Buf... Mejor lo dejamos aquí. Que llevo ya tres días comiéndole la oreja y los de Gasteiz enseguida se crecen.

Sí... Exacto. En todos los sentidos.

Ver en línea : http://nepomundos.blogspot.com/2015...

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