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CAMBIO DE VOTO Y CAMBIO DE RUMBO

César Rubio Aracil

España



Sabemos con suficiente certeza que el cambio de voto, masivo o de grado respetable, no garantiza el cambio político deseado. El nuevo orden internacional tiene bien configurado el sendero por donde la humanidad ha de transitar. Como en todo camino, existen dos márgenes y el inevitable centro. “Democraticamente” se puede realizar el periplo por la derecha, por la izquierda o por el centro, únicas vías de circulación. Si se hace por la derecha no habrá problema alguno que resolver; si es por el centro, sea centro derecha o lo contrario, tampoco sucederá nada anormal; pero ¡ojo con la izquierda!, porque existe el riesgo de que se le tome demasiado cariño al sector de ideas progresistas y nos equivoquemos. ¡Mucho ojo!, digo, porque la anchura de la vía no permite licencias, y pobre de aquel que intente ensancharla. Para evitarlo se ha inventado una palabra, sólo un vocablo: “antisistema”; es decir, algo parecido al término “terrorista”, excelentemente contemplado en la conocida ley mordaza. Mucho cuidado.
Podemos ha irrumpido con fuerza en la esfera social y los vítores y palmas, que ya van menguando, pusieron en su momento una nota multicolor en medio de un auténtico pandemónium de voces agrias, horribles sentencias y puntapiés a la espinilla de los ingenuos, yo uno de ellos. Ahora, para calmar los ánimos de los timoratos (que abundan en exceso), nos aparece Ciudadanos, una formación política de derechas que si bien promete cambio, no deja de ser lo que es: derecha endomingada a la que se adherirán muchos, muchísimos pobres de espíritu. Oiga, y que avanza como creciente por la torrentera. Unidos al PP, PSOE y partidos nacionalistas, tanto Podemos como Ciudadanos forman el espectro político español principal. El resto de partidos, ya se sabe, animalitos del bosque. Ante este panorama, ¿qué podemos esperar? Nos queda la ilusión, ¡faltaría más!, una esperanza que no deja de ser abrigo en la tormenta y, eso sí, el estímulo imprescindible para cepillarnos de la piel una pequeña parte del miedo que nos tiene atenazados.
Cuanto acabo de manifestar puede parecer pesimista y, por tanto, negativo. Yo, en cambio, no lo considero así. Se trata de un vaticino impulsado por mi instinto político. No obstante, como pienso que bien y mal van unidos cual partes inseparables de una moneda, quiero creer que el tiempo nos compensará a los pobres con el advenimiento de un nuevo conductor de masas (filósofo o buen estadista), como cuando se lanza un real al aire y nos sale cara. Porque, pensándolo bien, ¿cómo ha de ser posible un cambio beneficioso para todos, cuando muchos de los que tienen un salario no digo digno, sino suficiente para malvivir, votan PP o PSOE porque temen perder su pobre estipendio? ¿O los que rezan a la Virgen o a San Pancracio para que les toque la lotería o les aparezca un trabajito aunque sea de baja calidad y mal remunerado? Mientras no haya aunque sea un mínimo de solidaridad, tanto Ciudadanos como PP y PSOE estarán presentes en todos los actos electorales. Para borrarlos del mapa político hacen falta… hormonas. Es decir, eso.

César Rubio (Augustus)

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