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LA CASA DE LA TÍA (2º NOCHE)

Antonio Nadal Pería

España



Por la mañana, a las ocho, la tía propina unos suaves golpes en la habitación en donde duerme Santiago. "Sal a desayunar, que me tengo que ir a la papelería", le dice. "Ya voy", contesta el joven. cuando entra en la cocina, su prima Lucía y su madre desayunan. La tía se levanta y prepara un tazón de café con leche a Santiago. En la mesa hay bollos y magdalenas. "¿Has dormido bien?", le pregunta su prima con cierto retintín. "Me costó, pero al fin cogí el sueño", contesta sin mirarla. "En tres o cuatro noches te acostumbrarás a los gritos de esa loca", le dice su tía. "Nosotras la oímos como quien oye llover", añade Lucía. Desayunan en silencio. Después, su tía le dice: "Yo estoy toda la mañana en la papelería. Puedes irte a la piscina con Lucía, ella atiende la tienda por la tarde". Lucía le mira con curiosidad. Su primo se ruboriza y baja la cabeza. La tía recoge la cocina y se marcha de casa. Prima y primo se duchan en distintos cuartos de baño. Se encuentran al cabo de unos minutos en el vestíbulo de la casa. En la piscina, ella lleva un bikini que realza su espléndida figura. Santiago la mira con disimulo cada vez que ella se distrae. Se tiende en el suelo boca abajo porque de lo contrario se notaría demasiado su excitación. Ella lee un libro y apenas concede atención a su primo. Al cabo de una hora le pregunta si se mete con ella en la piscina. No hay demasiada gente. Santiago le dice que luego irá. No se atreve a decirle que no sabe nadar, que se meterá en donde no cubra. Cuando se percata de ello, Lucía le propone enseñarle ella a nadar, pero él rechaza la invitación. Después del baño, Lucía se compra un refresco y se tumba en una hamaca a leer. Santiago no sabe qué hacer, así que se sienta a su lado y se interesa por el libro. Lucía le explica someramente de qué trata. "¿Tú no lees?", inquiere. "Poca cosa, los libros de texto y algún cómic". Después de un largo silencio, Santiago le pregunta si puede ir esta noche a su cuarto cuando grite la loca. "Inténtalo, no sé si te dejaré", le dice. Por la tarde, después de comer y de echarse una ligera siesta en el sofá, la prima se marcha a trabajar a la papelería. La tía le propone a Santiago visitar a unos cuantos familiares del pueblo. A las ocho de la tarde acuden a la papelería, Lucía termina de atender a un cliente y luego cierran la tienda. Marchan a un bar de un pariente lejano de la tía a tomarse unas cañas y unos pinchos. En casa, ya de noche, apenas cenan. La tía se va pronto a la cama. Los primos se quedan en el comedor, sentados en el sofá, cada uno en un extremo, viendo la televisión. Lucía se queda pronto dormida y Santiago la mira intensamente, pensando que es preciosa. Un anuncio estridente despierta a la joven, que sorprende a su primo contemplándola. "¿Qué miras?", pregunta ella. Su primo no contesta. "Me marcho a la cama, hasta mañana", le dice Lucía. Unos pocos minutos después, Santiago apaga el televisor y se va a su habitación. Aplica el oído en la pared que comparte con su prima, pero nada oye. Se quita la ropa, se pone la camiseta del pijama y se acuesta sin apagar la luz. Al cabo de una media hora se oyen de nuevo los gritos de la loca. Se piensa unos minutos si acude a la habitación de su prima. Teme que le rechace. Aun así da unos golpecitos en la puerta. No se oye a Lucía. Santiago entreabre ligeramente la puerta. Lucía está acostada boca arriba, ojos abiertos, con la luz de la lámpara de mesilla encendida. "¿Puedo pasar?", pregunta. Con un gesto de la mano le indica que sí. Los gritos de la loca pidiendo piedad a su madre fallecida aumentan de volumen. "No sé cómo os acostumbráis a esto", comenta. Sin pedir permiso, se acuesta junto a su prima, que se aparta un poco para dejarle sitio. "No sé si sabes que si mi madre nos descubre me pones en un compromiso", dice ella. "Diría que tengo miedo, no tiene por qué pensar otra cosa", observa él. "Es que no hay otra cosa", añade ella. Se incorpora en la cama y apaga la luz de la lámpara.Santiago aguarda nervioso e impaciente algún gesto de Lucía, que se deja esperar. De repente, el joven nota su mano tanteando su cuerpo y se pone rígido. "Relájate", le aconseja ella. Esta vez es él quien se baja el calzoncillo, con el pene ya enhiesto. Lucía se lo coge, lo acaricia y lo mueve. Después envuelve con su mano sus testículos y los frota suavemente. Santiago intenta tocar el cuerpo de Lucía, pero ella le dice que no. "Te dejaría que me tocases si te dejases meterte algo por tu culo", le susurra ella. "¿Qué cosa?", pregunta él a punto de estallar. "Algo de la frutería", anuncia ella. "De acuerdo". "Pues otro día, hoy ya acaba la sesión", le dice acelerando la agitación de su pene y apartando la mano cuando eyacula copiosamente.

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