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La desilusión de la política

A propósito del plebiscito por la paz

Albeiro Rodas / Wang Yangming Huoche Zhan (王陽明火车站)

Colombia



Con los resultados del plebiscito por la paz en el cual ganó el abstencionismo (60%), y el rechazo a los acuerdos con la guerrilla de las Farc, el cual se impuso a su aceptación (50.21% sobre 49.78%), se descubrió el rostro de muchas realidades que conforman la historia, los conflictos y la composición social de nuestra Patria Colombia.

Por una parte se evidencio la gran influencia de las redes sociales en la vida política del país. Aquellos que las estudian, tienen material abundante sobre cómo estas se comportaron como toda una plaza pública durante este año y cómo pueden caldear la discusión e incluso establecer pautas sociales de conducta. Pero, de manera muy particular, cómo estas pueden ser utilizadas para manipular al pueblo.

Sobre este punto de las redes sociales, tendría dos anotaciones que hacer:

La primera es que la mayoría de las personas que las usan, tienen la impresión de que todo el país y todo el mundo está incluido en las mismas y no tienen en cuenta a la división digital. Este desconocimiento de la división digital, incluso por parte de personas de mucha formación, causa que se tomen decisiones en nombre de una gran cantidad de personas que están por fuera de las tecnologías de la información. En el caso de la discusión sobre si se vota sí o no, podría considerarse que la mayoría de comunidades directamente implicadas en el conflicto armado (campesinos, grupos étnicos, desplazados, víctimas en general), carecen del mismo nivel de acceso a las redes sociales o no tienen los elementos necesarios para manejarlos y aprovechar sus recursos y, por lo mismo, aquellos que estarían más interesados en un fin del conflicto, quedan relegados.

La segunda consideración sobre el uso de las redes sociales tiene que ver con la edad de los usuarios. Mi sensación fue que quienes lideraron las múltiples discusiones en las redes sociales entorno al plebiscito, fueron personas muy jóvenes. En lo personal y como educador, apoyo a la juventud y creo en ella. Pero hay que tener en cuenta que aún vivimos en una era de transición hacia las tecnologías de la información y, por lo tanto, aún existe la división digital en sentido generacional: nativos digitales (los jóvenes), emigrantes digitales (quienes nacimos en la era pre-digital y vimos cómo las tecnologías de la información hacían la nueva revolución) y los no-digitales, todos aquellos que tienen edades mayores a los 60 años en el tiempo presente. Ahora bien, si revisamos esta división generacional – que se reduce cada década, a medida que crecen los nativos digitales – es importante tener en cuenta que las personas con un argumento sólido, los estudiosos del conflicto, los educadores, los auténticos analistas, los consagrados investigadores, los escritores, los pensadores, los sabios, los periodistas de talla mayor, los líderes sociales de cabeza y corazón, todas esas personas, las mismas que podrían haber dirigido el debate de manera sesuda y reflexiva, son en su mayoría de la generación pre-digital o emigrantes digitales, es decir, rezagados al momento de utilizar las redes sociales… muchos de ellos incluso desprecian dichos medios o no los consideran legítimos para el debate. Eso nos deja con un debate de personas que son ágiles con las tecnologías, pero, a modo general, carentes del argumento y del pensamiento crítico para establecer discusiones con una raíz profunda. No es que todos los jóvenes no estén habilitados para ello. De hecho, pude ver jóvenes con una gran capacidad de síntesis y activismo que hicieron un fuerte intento de llevar a las redes sociales la posición de los maestros acallados en su pensamiento, pero tan necesarios en estos momentos. Una de las pruebas de que las mil discusiones en redes sociales parecía más una riña en una cafetería del colegio, es la extraordinaria capacidad de insulto y odio en contra del oponente. Estos elementos fueron, por supuesto, utilizados sin vergüenza por aquellos que estaban interesados en derrotar a uno de los acuerdos de paz más avanzados en la historia de conflictos en todo el mundo. Es fácil manipular a quien no tiene una preparación crítica auténtica y mucho más a generaciones jóvenes urbanas que desconocen la historia en un país en donde las clases de historia fueron derogadas. ¿Qué podrían saber muchos de los publicadores obsesivos de las redes acerca de los orígenes reales del conflicto colombiano?

Por último, la pérdida del plebiscito por la paz no fue que hayan vencido los militantes por el no a los acuerdos. Eso, en realidad, no es tan grave como se quiere pensar, porque estoy seguro que muchas personas votaron no de buena fe y no porque tuviesen afán de guerra. Muchos lo hicieron con el propósito de que los acuerdos con la guerrilla fueran auténticos y libres de fallas. Ello no es un mal propósito y, en todo acuerdo de paz, es necesario que exista un ambiente de revisión, de discusión. Es un derecho y un deber.

Pero la pérdida del plebiscito en realidad tiene que ver con el hecho de que el mismo viene de una manipulación política de un grupo determinado, el cual quiere salvaguardar sus intereses particulares. Un grupo que le tiene miedo al proceso porque no le beneficia. Un grupo que es heredero de aquellos que históricamente se han opuesto a la vieja propuesta de reforma agraria, la cual es, en última instancia, la raíz más profunda del conflicto colombiano. Un grupo que manipuló el concepto de justicia, al presentarse como representante de la honestidad y las buenas costumbres, pero que significó una vergonzosa cortina de humo para ocultar sus propios crímenes: “paz con justicia para la guerrilla… pero con impunidad para nosotros“.

Yo tengo mucha esperanza en que el proceso de paz salga adelante. Ha sido una especie de milagro que se revelaran cosas secretas de la manipulación y que, la comunidad internacional decidiera jugársela con todas al conceder el premio nobel de la paz al presidente Santos que, dicho de paso, lo interpreto como un premio al proceso y al pueblo colombiano. Eso compromete al gobierno Santos a seguir con decoro y a no dejarse meterse más goles. Pero también revela la idea de que en dicho proceso, todos los actores del conflicto deben estar representados, incluido dicho grupo que, aterrado con la idea de perder prebendas, ha sido capaz de manipular a un pueblo e inventarle historias de cocos que cualquier niño hubiera podido develar con sólo leer los textos de los acuerdos, tan admirados en el mundo, pero tan desconocidos para la mayoría de los colombianos.

Este artículo tiene © del autor.

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