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La teoría ‘A’ de la economía colombiana

Proyectos en el archivo de Colombia que es necesario desempolvar

Albeiro Rodas / Wang Yangming Huoche Zhan (王陽明火车站)

Colombia



Tan enseñados como estamos a la imitación, olvidamos la historia. Algunos ya hablan de Colombia como un país de oportunidades, pero en realidad siempre lo ha sido, sólo que algunas mentes brillantes se han tirado al traste con dichas oportunidades. La razón es muy simple: una cierta clase intelectual no cree en Colombia y prefiere importar modelos. En la tierra del café, del vallenato y el sancocho se importa todo tipo de modelo, desde los capitalistas a los comunistas, desde sectas religiosas a estilos de cantar. A ese mismo ritmo acelerado de importar modelos (que no es una importación nueva, sino que tiene una larga y centenaria historia), se fugan los más brillantes cerebros colombianos para dar todas, íntegramente todas sus neuronas, a México, Estados Unidos, Canadá, Argentina, España, Venezuela, Panamá, Ecuador, Francia, Alemania, China y no pare de contar. Un detalle: los que importan los modelos, los mismos que se creen varitas mágicas para cambiar el país, pero que los únicos cambios son para empeorarlo, son casi siempre – y no siempre -, los de clases privilegiadas educadas en universidades con impronunciables nombres anglófonos. En contraste, los cerebros que se fugan para triunfar en círculos intelectuales de países anglófonos y no tan anglófonos, son casi siempre – y no siempre – aquellos que vienen de las clases menos favorecidas y que terminaron estudios con préstamos del Icetex (ya no existe) en universidades oficiales como la de Antioquia, la Nacional, la del Valle… Conclusión: los modelos que triunfan son los originales, los que nacen de una lectura de nuestra propia realidad y no los que importan modelos de afuera, pensados en principio para los países en donde nacieron.Según Jaime Sicard Ramírez, estudiado ampliamente por la escuela de ciencias administrativas de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), hacia la década de los 60 el país vivía una notable expansión industrial y era nada más ni nada menos que el segundo país industrializado de Sudamérica. ¿Cómo se vino abajo ese boom industrial? Pues bien, es necesario leer detalladamente el artículo de Sicard publicado como ‘Teoría A’ en el documento ‘Historia empresarial’ de la UNAD. Resulta que dado el boom, los empresarios colombianos comenzaron a preocuparse de la capacitación de su personal. Lo más curioso es que las empresas habían llegado a su auge nacidas de realidades muy populares, como Pisos Corona, que en la actualidad es uno de los grupos económicos más importantes del país. Esta Corona nació en realidad en un pueblo tradicional antioqueño, entre paisanos y con mucha sencillez. Entonces para capacitar a las empresas, haber si el boom se sostenía, llegaron los nuevos intelectuales de la administración, ‘bien educados’ en las europas y los yunais, con teorías anglófonas para ‘poner en orden’ a la economía nacional. Ya nos menciona Sicard teorías como la “X”, la “Y” de Mc Gregor y otras muchas que sonaban tan brillantes, tan interesantes, tan gringas, tan contextualizadas en Nueva York, como para hacer que el boom de la industrialización colombiana tuviera futuro. Lo que olvidaron estos nuevos engominados ejecutivos que le cambiaron el sombrero, el poncho y las alpargatas a los patrones y pusieron a los obreros a prudencial distancia de oficinas y burocracia, fue que la tradicional empresa colombiana había llegado al éxito sin esas teorías. Se olvidaron que los enruanados empresarios colombianos de esa época tenían ya su propia teoría económica, la misma que llama Sicard la “Teoría A” que explicaremos más adelante. Los hijos de las máquinas La prueba capital de que Colombia tenía (y puede y debe recuperar) su propia teoría económica nacional y original, fue este nombre gringo (digo “gringo” con respeto): Charles H. Savage y su obra “Sons of the Machine: Case Studies of Social Changes in the Workplaces“. Ese libro en inglés sí que debería ser la biblia del empresario colombiano. ¿Cómo? ¿Cuestionas la falta de originalidad y que hemos importado modelos y ahora nos das el nombre de un autor gringo? ¡Esperad nobles caballeros, os diría el Cid Campeador! Pues resulta que este autor gringo nunva vio publicada su obra, porque murió antes, en 1973, y fue su gran amigo George F. Lombard quien la hizo pública de manera póstuma tiempo después. La obra de Savage es la recopilación de una investigación científica que le duró 10 años sobre las formas de producción. Ciertamente muchos de esos estudiosos colombianos tan expertos en teorías de la administración cuyas imagenes de fondo se leen en Nueva York, Londres y Hong Kong, supondrán que las investigaciones de Savage se hicieron en semejantes ciudades. Pero la respuesta es no: mientras nuestros teóricos de la economía se reventaban las pocas neuronas en las bibliotecas de Harvard, nuestro Savage recorría los caminos de la Colombia de la década de los 60 en búsqueda de una explicación a ese boom industrial criollo. La investigación la centralizó en el departamento industrial de Colombia, Antioquia, para analizar las múltiples relaciones de lo que él llamaba la cultura del trabajo. La idea de Savage, después ampliada por Lombard, es que los sistemas de producción están relacionados directamente con las redes sociales que se dan dentro de los mismos, más que por los mismos intereses meramente industriales. El lugar de trabajo como un espacio social sano, incide necesariamente en el tipo de producción. El científico miró a la industria latinoamerica desde el punto de vista cultural. En las tradiciones populares del municipio de Santuario (la tierra natal de Corona y Montecristo, ánima bendita), Savage encontró a lo que llamó el hombre industrioso. Alejándose de las escuelas de economía y comercio, Savage buscó en Colombia una visión diferente del desarrollo industrial. Charles Savage fue profesor en el Boston College, en la Universidad de Harvard y en el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas. La cultura del trabajo Siguiendo el resumen de las características culturas encontradas por Savage en su estudio y presentado por Sicard, lo siguiente: 1. Resalta nuestro concepto cultural de destino, un poco similar a aquel asiático, es decir, fatalista. Basta oir frases que nos son muy familiares como “así es la vida”, “qué más se le puede hacer”, “matrimonio y mortaja del cielo bajan” y la canción aquella “los caminos de la vida no son como yo pensaba”, entre muchos otros ejemplos. Para Savage, este fatalismo nuestro es una gran resistencia a lo desconocido, pero en ningún momento un sentimiento de inferioridad. El patrón colombiano 2. El padre de familia, los patrones y los dones es el segundo aspecto destacado por Savage: nuestro sentido estricto de la autoridad descansa en la figura del padre de familia sin importar su condición económica: el taita, palabra actualmente olvidada en el contexto antioqueño, pero preservada en el centro del país (Boyacá, Cundinamarca…) Es bueno anotar que en la violencia urbana colombiana a partir de los 70 esta figura entró en crisis y en ello se explica mucho de nuestro mal. En la industria colombiana original la familia tenía una participación en la empresa y entonces el padre de familia era un supervisor natural. Su posición social era tan importante que de allí viene el título de “don” (incluso se puede ver hasta dónde llegamos que este título tan nobiliario pasó a ser usurpado por criminales). Por último el patrón (otro título usurpado por la decadencia), el cual no era como esos patrones de hoy tan protegido detrás de escritorios comprados en Miami y cien secretarias de labios color fresa y la última moda de Milán. No. El patrón era una especia de padre de familia en grande, el DON mayor, el que conocía el nombre de cada empleado, pero también sus familias, se preocupaba por sus hogares, por su salud, por sus problemas, apadrinaba niños, asistía a matrimonios, inauguraba los partidos los domingos y era el patrón, el colombiano de hace 50 años. La plaza 3. Otros aspectos culturales que incidían en esa escuela económica colombiana eran cosas como la plaza (no esos bunqueres inmensos de cemento de nombres largos para ‘exposiciones internacionales’ que para nada se diferencian de cualquiera de otro en el mundo o los centros comerciales (copias del mercado estadounidense con aire acondicionado a donde entran los niños de clase media). Hablamos de la plaza hispánica, la misma que hay que rescatar antes de que la destruyan del todo. En la plaza pasaba toda nuestra historia. Como dice Sicard, allí se dio el grito de independencia y allí se dieron tragedias como la del Palacio de Justicia. La plaza colombiana era la wall street de cada pueblo y ciudad, en donde se movía la vida económica. El sitio en donde todos eramos democráticos, todos eramos iguales, se encontraban todos con todos. Todas las calles conducían a la plaza y los campesinos bajaban los domingos a ofrecer sus productos. En la plaza se firmaban contratos, se planeaban ferias, se preparaban matrimonios, se enamoraban los jóvenes, se hacían las fiestas religiosas. Del orden al desorden El documento es largo y es necesario analizarlo a profundidad. ¿Cómo fue que todo eso se vino al traste? Así lo resume Sicard: Pasamos del poder religioso al poder económico. Del dominio de la metafísica al de las relaciones desencantadas por la Polis, en donde la mentalidad liberal individual constituye la nueva sociedad que desplazó al nicho primario estamental de la comunidad. Se estableció el regimen de competencia libre bajo el imperio de la ley natural. La ratio se convirtió en un fin en sí. La naturaleza se independizó e incrementó doblegando a quien la acumulaba, sus actitudes, modos de pensar, muy especialmente para la ascendente burguesía florentina. El dinero ya no era el medio para adquirir independencia, prestigio y fama sino que exigía un método, una disciplina, para su propio mantenimiento y pervivencia. Y dice además:

Y en esta carrera se rompieron todas las barreras, se anularon todas las tradiciones. Se suspendieron las inversiones en la capacitación gerencial; se quebraron los valores de la TEORIA “A”… No se volvió a hablar de la teoría Y sino para desprestigiarla: “esa teoría no sirve… fijense que nuestros gerentes exitosos son todo lo contrario a lo que ella indica”. Así llegó el despeñadero.

Antioquia inclusive abandonó sus prácticas, perdió el liderazgo empresarial y gerencial, buscando alcanzar la “nueva economía”. La carrera terminó en lo que ya sabemos: la ruina de la industria e incluso la ruina del nuevo sector privilegiado, después de la quiebra de su estilo de gerencia. Así se llegó a la única posibilidad “gerencial” nacional – después del abandono del verdadero campo empresarial que es la industria manufacturera. Se llegó al establecimiento de la gran industria nacional de hoy: el narcotráfico

(Historia empresarial, UNAD, p. 19) Teoría A Sicard la llama la teoría A porque esta nace en Antioquia con esa vieja clase empresarial antioqueña que llevaba el desarrollo al estilo de lo que describe Savage. Esa teoría A ya estaba siendo aplicada en Bogotá, Boyacá, la Costa y el Valle cuando fue derribada a su decadencia por el afan de importar modelos que no necesitábamos. Ahora vemos como surgen las economías asiáticas en el plano mundial. Seguramente muchos jóvenes ejecutivos colombianos están afanados por estudiar los secretos del éxito industrial de países como China, Tailandia, Japón, Singapur, Vietnam… Yo, que vivo en Asia, puedo decir ese secreto de ellos: autenticidad. Si hay algo que debemos copiar es autenticidad y descubrir nuestra historia. Una mañana pasé ante uno de esos rascacielos de Bangkok. Los ejecutivos con corbatas ajustadas como si estuvieran en la fría Bogotá, se apresuraban a entrar después de salir de sus finos carros. Pero un detalle me llamó la atención. A la entrada de aquel moderno edificio había un pequeño altar a Buda y cada uno de estos altos ejecutivos se detenía frente el altar y lo venerabe antes de entrar. Esos ejecutivos asiáticos que tanto nos admiran, rezan antes de entrar a sus reuniones de junta, como lo hacían nuestros viejos patrones ya olvidados a los santos en nuestra tierra. Porque en Asia la cultura es un elemento esencial a su desarrollo. Todo lo que constituye su identidad se defiende en lo cotidiano. Si los tailandeses piensan que el budismo es parte constituyente de su ethos, eso no lo van a olvidar nunca. Si entras a uno de esos modernos centros comerciales, vas a encontrar por todos lados las señas culturales de que estás en Tailandia y no en cualquier centro comercial del mundo. Porque mientras nosotros construimos centros comerciales lo más parecido a los mall gringos posible, los asiáticos construyen los centros comerciales que, modernos, sea lo más parecido a su propia identidad. Seguramente muchos de estos empresarios asiáticos han leido a Savage y leyeron que en Colombia existe una cosa que se llama la cultura del trabajo y que parte de dar espacio a las redes sociales dentro de la producción. A pensar a la industria como un hogar, más que como un serio lugar de relaciones verticales. Cuando miro en televisión esos políticos de ciertos países cuyas economías están en la miseria y los miro con finas corbatas, se me ocurre esta frase: la corbata no dice nada, la usa cualquiera. Referencias SAVAGE, CHARLES H. AND LOMBARD, GEORGE F. F., Sons Of The Machine. Cambridge, MIT Press, 1986. F First Edition, H Hard Cover, J Very Good, Fine in Very Good Jacket. SICARD RAMÍREZ, Jaime. La Teoría “A”, en Historia empresarial, Escuela de Ciencias Administrativas, Económicas, Contables y de Negocios, Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Sogamoso, enero de 2007.

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